Lesiones más frecuentes en deportistas


Sin duda alguna, una de las lesiones más frecuentes en los deportistas, es el famoso «esguince». Se llama esguince al conjunto de alteraciones que ocurren en una articulación, originadas por un movimiento brusco que la hace sobrepasar, forzadamente, los límites normales de su movilidad, ocasionando en dicha articulación dolor, tumefacción, equimosis (morados) y derrames. Los esguinces típicos son los de tobillo y rodilla, siendo el primero más frecuente, que ocurre cuando un atleta ha «pisado mal» en terreno desigual o ha metido el pie en un orificio, lo que provoca la distensión y a veces la ruptura de ligamentos del tobillo, en forma leve, moderada o severa. La importancia de no tratar este tipo de lesiones a tiempo y en forma adecuada, estriba en el hecho de que pueden quedar como secuelas dolor crónico en la articulación o inestabilidad articular, lo que da lugar a esguinces a repetición en la misma articulación. Existen varias medidas de tratamiento para estas lesiones dependiendo de su gravedad. Para los casos leves o moderados, en los que no se espera gran inflamación, bastan las tobilleras elásticas usadas por los deportistas. Estas no deben ser demasiado ajustadas pues producirían edema (aumento de volumen por cúmulo de líquido) del antepié y dolor. Es conveniente alternar con períodos de reposo, manteniendo el pie afectado en alto y con hielo local las primeras 24 horas posteriores a la lesión. Pasado el primer día, el complemento de 2 ó 3 baños diarios con agua moderadamente caliente y sal, no más de 15 minutos, goza de aceptación general.


Otra alternativa de tratamiento en esguinces leves o moderados, es la venda elástica, que debe ser de buena calidad y debe colocarse en forma ascendente, dejando los dedos libres y a moderada tensión. Este vendaje debe removerse en la noche y la pierna debe permanecer elevada. Los esguinces severos, con dolor intenso y equimosis (morados), previo estudio radiológico, deben tratarse con una bota de yeso que deberá colocar un médico, ya que esta técnica abunda en pequeños detalles, por lo que no se recomienda sea efectuada por al-


guien que no los conozca.


En todo paciente a quien se le coloque un yeso, debe vigilarse los siguientes aspectos: coloración de los dedos, pérdida de la sensibilidad (dedos anestesiados) y dolor persistente. Ante cualquier signo de alarma debe consultarse con urgencia al médico tratante.


Veamos otros tipos de traumas físicos que puede sufrir quien practique cualquier tipo de ejercicios.


La distensión muscular. Ella supone una ruptura o desgarre incompleto o fibrilar del músculo, siendo muy frecuente en los tobillos, en el cuádriceps (muslo) y en la región lumbar (parte baja de la espalda). La edad madura o la falta de entrenamiento facilitan su producción. El desgarre muscular completo es raro. Pero puede verse en futbolistas a nivel del músculo cuádriceps. El desgarre total de un tendón es algo más frecuente, como ocurre en los dedos de las manos, produciendo, en consecuencia, lo que coloquialmente conocemos como «dedo en martillo».


La luxación. Es la pérdida de contacto total entre las superficies articulares y supone una lesión importante de los ligamentos de la articulación en cuestión. Las más comunes son las de hombro, codo, tobillo y cadera, que de alguna manera pueden estar asociadas a la fractura de alguno de los huesos de la articulación afectada. La luxación es una urgencia y debe ser atendida tan pronto como sea posible. En estos casos, el dolor, la deformidad y la posición especial que adopta el miembro, son evidentes.


¿Y qué hay de las fracturas? En ocasiones, algunos traumatismos pueden producir la pérdida de la continuidad o solución de continuidad de un hueso bruscamente. Esto es lo que llamamos fractura. En otras palabras, el traumatismo sufrido ha sido lo suficientemente intenso como para romper un tejido tan duro como lo es el tejido óseo. En los niños se puede ver un tipo de fractura especial denominada «fractura en tallo verde» donde un hueso (generalmente del antebrazo) se angula y se rompe sin lesionar la membrana que lo recubre (periostio), a semejanza de lo que ocurre cuando doblamos un tallo verde.


Cuando ocurre una fractura, existen una serie de signos clásicos para reconocerlas. Ellos son: el dolor, descrito como un «dolor exquisito» (intenso y localizado). Cuando se palpa al paciente en el sitio de la fractura, es como si se tocara un timbre: la respuesta dolorosa intensa es inmediata. Hay tumefacción, es decir, aumento de volumen o hinchazón local. Puede haber equimosis (morado) y crepitación, que es una especie de crujido, que se percibe al movilizar el miembro afectado. De cualquier manera, el diagnóstico definitivo se hará mediante un estudio radiográfico y el médico determinará el tratamiento adecuado según el caso.


Por otra parte, las fracturas pueden clasificarse en: inestables, cuando tienen tendencia a desplazarse si son inmovilizadas con yeso simple, y estables, cuando no tienen dicha tendencia. Puede hablarse de fracturas complicadas, cuando al producirse la fractura se ha ocasionado también la lesión de un vaso sanguíneo importante, de un nervio, de un órgano (como la vejiga, el hígado, etc.).


¿Cuáles son los principios del tratamiento de las fracturas? Hay tres principios: la reducción, que es llevar los fragmentos del hueso roto a su lugar, la inmovilización y la


preservación de la función, que es como decir la rehabilitación. Además, hay que calmar el dolor y combatir la infección asociada (si la hay). Finalmente, no todas las fracturas pueden resolverse con la simple colocación de un yeso. En ocasiones, debe operarse al paciente (reducción cruenta) para colocar un clavo, alambres o placas con tornillos, según el caso.


Como se ha visto, la práctica deportiva acarrea el riesgo a sufrir algunas lesiones. Sin embargo, bien vale la pena correrlo, ya que el deporte es la mejor vacuna, aunque no infalible, para evitar males sociales tan terribles como el consumo de drogas o el abuso en el consumo de alcohol.


Dr. José Manuel Martín G.


Director Médico de Clínica Amay