La enmienda constitucional en el debate político

CARACAS –  Reelección indefinida. Guste o no, sigue siendo el “leit motive” de la diatriba política. Lo fue en los últimos meses de 2008 y lo será en los primeros de 2009. Es más,  estamos convencidos de que el argumento, con tonos tal vez menos encendidos, será tema de debate aún después del 15 de febrero, fecha pautada por el Consejo Nacional Electoral para el referendo.


El Presidente Chávez, a comienzo del año, sorprendió a tirios y troyanos. Su solicitud a la Asamblea Nacional, para que en la propuesta de enmienda constitucional se incluyeran todos los cargos de elección popular – léase, Presidente de la República, Alcalde y Gobernador, entre otros – fue inesperada. La sorpresa fue mayúscula. Había por qué. Representaba un giro di 180 grados. Su iniciativa ya no era excluyente. ¿Quién no recuerda la respuesta al Ppt, el partido que había avanzado la idea de alargar a otros cargos electivos la reelección indefinida?


– No, no, no señor – dijo el Presidente de la República en esa oportunidad -. ¡Claro que no! La reelección continua será sólo para el Presidente.


¿Qué le hizo cambiar de opinión? O, mejor, deberíamos preguntar: ¿quièn? Voces de pasillo, recogidas en los predios de la Asamblea Nacional, dan cuenta de un informe entregado por gente ya alejada del poder. Esta versión es recogida por el Director del diario Ultimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel. Este, en su columna del 11 de enero, escribe:


“Chávez recibió un memorandum dónde alguien cercano, pero fuera del Gobierno, le abundaba en razones a favor de esa apertura”.


Miembros de la Oposición, en cambio, señalaron que el Jefe de Estado, al percatarse de la pobre receptividad que tuvo su propuesta y, sobretodo, al ver el poco entusiasmo de quienes eran llamados a respaldarla, optó por el cambio. Un giro en “U” abrupto, pero necesario. Tan abrupto  que sorprendió, y no poco, quienes, alcaldes y gobernadores, habían acompañado con aplausos y palabras de aceptación incondicional, la propuesta original de unos días antes.


¿Y el “olfato” político del Jefe de Estado? ¿Por qué olvidarlo? Después de todo, el Presidente Chávez, en múltiples oportunidades, ha demostrado ser un verdadero “animal político”. Decimos, poseer esa intuición que pocos líderes tienen y de la que carece definitivamente la mayoría de los que lo rodean.


La propuesta original del Presidente Chávez, como era de esperarse, no fue bien digerida por la Oposición. Ni hablar de la sugerencia de ampliar la iniciativa presidencial a todos los cargos electivos. La recomendación del Jefe de Estado, de inmediato abrazada por los diputados de la Asamblea Nacional, fue interpretada por no pocos como una versión moderna del “Cesarismo Democrático” de Laureano Vallenilla Lanz. En fin, como un nuevo asalto al poder, a través de la reforma constitucional.


Luis Ugalde, Rector de la Universidad Católica Andrés Bello, escribe en el diario El Nacional el 15 de enero que “cuantas veces se presente una contradicción entre lo que quiere el Jefe de la Revolución y la Constitución esta debe ser cambiada por contrarrevolucionaria”.


Casta política, poder vitalicio. De eso se trata, en opinión de voceros de los partidos de la Oposición. O, cuando menos, ese pareciera ser el peligro inminente. Los líderes de Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia, Copei y Acción Democrática, tan sólo para nombrar algunos, advierten sobre el peligro que esconde la enmienda constitucional. A saber, la creación de una casta política vitalicia y el nacimiento del “zamureo político” en quienes tienen aspiraciones. Y Henry Ramos Allup asegura que todos es un problema jurídico.


– Es un problema político muy de fondo – insiste -. Toca  el interés de la democracia venezolana.


La reelección indefinida o la “postulación continua”, este último un eufemismo empleado por los diputados de la AN para expresar lo mismo, pone al país en una encricijada.


Sin duda alguna, como dijo el Presidente Chávez en un acto del Comando de Campaña Simón Bolívar, “la extensión del derecho de un pueblo a elegir sin restricciones y postular a quién quiera” representa un acto de justicia y de democracia. Y resulta difícil no estar de acuerdo cuando señala que ” si un gobernador está haciendo un buen trabajo, el pueblo tiene derecho a reelegirlo cuantas veces quiera”. Sin embargo, no puede dejarse de pensar que, para que un país pueda vivir en democracia, es necesario poner límites al poder de quien gobierna; límites que no le permita pasar el umbral que separa la democracia de la dictadura. Al fin y al cabo, no importa si existe o no la posibilidad de reelegir indefinidamente al mismo líder; lo que realmente importa es que se puedan explorar nuevos caminos para alcanzar el bienestar de la población dentro de marcos teóricos e ideológicos establecidos por la militancia partidista de los aspirantes. Esto es lo que determina el rumbo político, económico y social de una nación. Y, dicho sea de paso, la continuidad del proceso revolucionario, más allá de las personalidades que pudiesen encarnarlo.


Luis Ugalde, en el artículo ya mencionado, comenta:


“Las Constituciones democráticas se inventaron para poner límites al poder (derechos civiles individuales, división de poderes, descentralización, libre iniciativa, pluralismo, alternancia…)”.