El 26/S

¿El 26/s nació otra Venezuela? ¿Al día siguiente del proceso electoral, despertamos en un país distinto? No creemos. No somos de los que comulgan con esta tesis. Al contrario, somos de los que están convencidos de que el país que se expresó a través del voto siempre ha existido. Decimos, Venezuela nunca ha dejado de ser políticamente plural. Entonces, ¿qué ha cambiado? Los venezolanos, a nuestro juicio, han encontrado finalmente un actor político en el cual confiar.
La Asamblea Nacional, a partir de enero del próximo año, volverá a hospedar todas las tendencias políticas; dará nuevamente cobijo a todas las corrientes de opinión. En fin, será un organismo plural. Y la oposición regresará con la misión de hacer olvidar la deserción de la que fue protagonista hace un lustro. En aquel entonces, justificó su resolución aduciendo que el proceso electoral no reunía las condiciones mínimas democráticas. Y aseguró que su decisión «deslegitimizaba» a la Asamblea Nacional que resultara electa. Craso error, como se vio a la postre. Los partidos de Oposición, es nuestra opinión, tuvieron temor a una derrota electoral que pusiera en evidencia el estado comatoso de su sistema anacrónico y clientelar de sobrevivencia y en entredicho su rol en la sociedad. Como sea, entregaron al presidente de la República, y a su Gobierno, una herramienta preciosa para afianzarse en el poder y profundizar el proyecto político que liderizaban.
Son muchas, hoy, las lecturas que permiten los resultados del 26/s. En primer lugar, resulta claro que el Psuv era, y sigue siendo, el mayor partido del País. Los números, al respecto, no mienten. Por otra parte, también quedó en evidencia un hecho irrefutable: su fortaleza reside en los Estados más deprimidos y pobres. En fin, en las regiones en las cuales la movilidad social resulta más difícil y la población depende en gran medida del paternalismo del Estado Central. Dicho en otras palabras, en aquella Venezuela en la cual el electorado es más sensible al discurso oficial, regado de promesas y sazonado de radicalismos.
Los partidos de la Oposición, en cambio, se afianzaron en los Estados más poblados e industrializados. El electorado, en estos, está constituido por obreros, técnicos especializados, profesionales, comerciantes e industriales pequeños y medianos. En fin, dos estratos sociales: la clase pobre y la clase media. En ambos prevalece el deseo de superación y domina un sentimiento arraigado de independencia el cual lleva a rechazar en buena medida los discursos paternalistas. Son estos estratos sociales permeables. En ellos, hunde sus raíces la movilidad social. Por ende, el chavismo pierde terreno. Su discurso deja de ser atractivo. Ya no representa la esperanza.
La Asamblea Nacional, como dijimos al comienzo de esta nota, se transforma nuevamente en el reflejo real de la sociedad venezolana. Chavismo y Oposición tendrán la responsabilidad de devolverle su rol protagónico. El resultado del proceso electoral, para la Oposición, no podía resultar mejor. No obtuvo la mayoría de los escaños. Es verdad. Mas, nadie aspiraba a tanto. No obstante, con sus 65 curules puede considerarse satisfecha. Por su parte, los partidos que respaldan al presidente Chávez, es un hecho, fallaron en su objetivo: el dominio absoluto de la An a través de la conquista de 110 escaños. Decimos, los dos tercios del Parlamento. Por lo tanto, no podrán nombrar a los miembros de los poderes, aprobar leyes orgánicas o promover reformas constitucionales. Tampoco alcanzaron los 99 escaños, las tres quintas partes de la An. En consecuencia, carecen de la facultad de otorgar al jefe de Estado poderes para legislar por la vía administrativa. Cabe esperar de la nueva Asamblea Nacional una vitalidad política mayor. Decimos, la confrontación de ideas; ese debate por años ausente y que todos, como justamente escribió Giordanobruno Vernier el viernes, añorábamos.
Es todavía muy largo el camino para volver a un parlamento equilibrado, plural y maduro. Largo y difícil. Cuesta arriba. El Psuv tendrá la tarea de seguir trabajando para afianzar su proyecto, defender las conquistas alcanzadas y fortalecer su presencia en los movimientos obreros. Para alcanzar el objetivo, a nuestro juicio, tendrá que abandonar el lenguaje radical para transformarse en una fuerza social y política reformista con una amplia base popular. La Oposición, por su parte, estará obligada a transitar del discurso rabioso antichavista a otro más propositivo. Su fortaleza de hace apenas unas semanas es hoy tal vez su mayor debilidad. Será difícil dejar los lemas efectistas y vacíos por propuestas concretas. Aún más, construir una alternativa para las presidenciales.
La Oposición, no nos engañemos, es un conjunto heterogéneo de movimientos, corrientes, organizaciones y partidos políticos. Cementar estas alianzas no será nada fácil. Para ello, será indispensable concretar cuanto antes un programa, un proyecto-país. Pocos puntos, pero claros. De no encontrar un objetivo común, más allá del antichavismo, es posible su implosión. Y el país regresar a un pasado que todos, incluyendo el ala progresista del Psuv, quisieramos dejar a nuestras espaldas.