“El día de la Mujer”

Este artículo estaba destinado a la mujer en su día, pero si bien, temas más avasalladores lo desplazaron, nunca es demasiado tarde para tratarlo.

Ante todo se debe observar que el día de la mujer carece de especificidad, ya que no se sabe de qué mujer se trata: ¿Del género en abstracto?; ¿De las criaturas salidas de la infancia y en plena adolescencia? Estimamos que alude a la que ya está consciente de que lo que es, de la mujer-mujer, que es la mujer adulta.

Independientemente de la frivolidad aparente que la celebración de “los días de……” posee, hay una profunda razón para tener un día particular de la mujer y es que con ello, se nos da un día entero para nosotras mismas. Finalmente tenemos algo en exclusiva, porque ser mujer, de acuerdo con mi experiencia, que fue la de mi madre, de mi abuelita, la de mis hijas y casi podría decir la de mi nieta, no nos permite tener un día completo para nosotras, porque nuestra condición es la de “darnos” y ello significa perder en cada dádiva un pedacito del “yo”.

Con los hijos, ya nos perdemos totalmente y la primera pérdida está en el espejo, que pasa a ser un objeto inútil. No hay ni tiempo ni ganas de una mirada a nuestro desarreglo. En ese período estamos volcadas hacia algo más valioso y que, física e intelectualmente nos apremia.

Se dirá que de la “adulta” a la que me he referido hay pocos ejemplares, porque el mundo que nos rodea está lleno de las “perseguidoras”, que atrapan a los hombres; de las “posesivas” que los mantienen adheridos a su entorno; de las madres castradoras que mutilan a los hijos; de las suegras que destruyen los matrimonios, de las “vampiresas” que roban novios y maridos, de las “envidiosas” que cierran el paso a quien pueda superarlas; de las “profesionales obcecadas” que están enfermas de trabajo, prestigio y dinero; de las “amigas perversas” que nos clavan dardos en el corazón.

La columna de esas mujeres desfila diariamente ante el televisor, en la trama de las telenovelas; o bien, aparece en la dureza de una Lady Macbeth, o en el rostro de una Lucrecia Borgia, o bien, en la despiadada ninfomanía de Valeria Mesalina; o en la envenenadora Catalina de Medici. Pues bien, lo cierto es que encontrar esos nombres desafortunados no es fácil. He luchado con Google para reunir el summun de la maldad femenina, pero la misma resulta muy limitada porque la mujer, por más que los estereotipos la presenten como una desalmada está siempre por encima de la capacidad afectiva del hombre.

Este es un momento histórico fundamental para las mujeres porque cada año se va encendiendo un nuevo personaje femenino en el campo de la política mundial. Pero no es allí donde aspiramos estar porque la política es un juego que puede volverse tenebroso. Donde queremos aparecer es en el centro de las investigaciones científicas; en las cúspides de los macro proyectos económicos; en las nominaciones a los premios Nobel, en el periodismo real y auténtico; en la docencia universitaria; en la creación de invenciones y nuevos sistemas y adminículos para un mundo mejor.

Especial característica de la mujer adulta: es la capacidad que tiene de ser muchas en una sola, sin que la esencia de cada uno de los personajes que en ella cohabitan, afecte a los restantes ya que, mantiene impoluta su propia identidad.

Lo importante de esta identidad- tiene un nombre y una figura en la esfera teológica-filosófica y es de la “idea” de la “hipóstasis”, que alude a la posibilidad de ser muchos seres en una sola persona, cuya representación más conocida está en el misterio cristiano de las Tres Divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre que guía; el Hijo enviado a su misión y el Espíritu que todo lo ilumina.

Así la mujer ama de casa; madre; hija; trabajadora; jefa o subordinada; autosuficiente y dependiente, todo al mismo tiempo, es la hipóstasis que representa en la forma más elocuente, al auténtico símbolo de los valores de nuestro tiempo.