“De las voces electrónicas”

El merecedor del Nobel al Ingenio ineficaz fue quien se puso a grabar voces electrónicas para diferentes fines, el más importante de los cuales era el de liberar a los empleados de las instituciones de servicio, de las llamadas de quienes pueden perder el tiempo. Basados en tal criterio, los monólogos electrónicos están dirigidos a convertirse en un “divertimento” para ociosos. Así, en el reverso de cada contrato de servicios se indica que si usted no quiere continuar con el mismo; o desea hacer un cambio de titular, debe marcar “1”. Si por el contrario, usted a lo que aspira es a una simple información, debe marcar “2”. La tercera opción, se refiere a aquellas personas que no se encuentran en el área Metropolitana. La de marcar 4 alude a los casos no previstos en los números anteriores.


Concertado de tal forma, el juego está perfectamente cuadrado, porque cualquiera que sea “la primera ronda”, es seguro que no vas a encajar en ninguno de los supuestos 1, 2 o 3, por muy específico que hayas sido. En consecuencia, no te va a quedar más recurso que ir al residual en el cual las preguntas van a versar sobre el descarte de los cuatro primeros, y de allí marques lo que marques, siempre pararás en la última hipótesis y ésta solo permite el reenvío a cualquiera de las anteriores.


Indudablemente que el sistema de la información telefónica se está haciendo cada vez más difícil de sostener. Tiene como rival a la tradicional presencia física que siempre podrá lograrse si somos capaces de luchar contra el tráfico y sus colas. El otro rival es “internet”, con el cual se va desplazando de muchos ámbitos a todos aquellos que nacieron en la era pré-informática. Estos sujetos en rápida vías de extinción, que no saben manejar un teléfono digital; ni pueden sacar una fotografía por tal medio; que no conocen las 500 funciones de un Blackberry; que no dedican las ¾ partes de su día a mirar la breve pantalla de un teléfono celular, van a quedar totalmente desplazadas. Por lo menos, incapacitadas de hacer esas labores que llenaban la vida de los pensionados, a saber: ir al banco a buscar una nueva chequera; o el saldo de la libreta de ahorros; o llegar hasta las oficinas de reclamación para quejarse de pagos indebidos.


En este punto, no es posible aceptar las realidades tal como han sido expuestas porque significaría inhabilitar a personas que ya no tienen la oportunidad para “modernizar” su cultura comunicacional; pero la solución existe y no puede ser otra que crear la Profesión de la Ayuda Personalizada que no es otra que contratar asistentes que han superado los cursos que los habiliten para prestar su ayuda a quienes ya han perdido el paso, en el rápido avance de las nuevas tecnologías.


Proponemos así, que sea creado el título de Asistente Informático, accesible a cualquier estudiante que haya superado los estudios de bachillerato y asimismo, responda en forma correcta a un cuestionario preparado ad hoc. Con este certificado, los titulares podrán prestar sus servicios bajo el control directo de las oficinas estadales. Nacerá así, una nueva profesión de cómodo ejercicio para los jóvenes que necesitan obtener mejores ingresos mientras realizan sus estudios universitarios y que, al mismo tiempo, producirá tranquilidad a las personas que, o bien no tienen medios electrónicos, o bien, los poseen pero no los saben manejar. En caso de usuarios carentes de esenciales recursos, el Estado podría cubrirles el costo.
He aquí una idea para echarla al viento, esperando que alguien la recoja, no como se hiciera con las voces electrónicas, para enredar las cosas, sino para desenredarle la vida de quienes pasaron de la era pré-informática a este nuevo estadio.


Por: Hildegard Rondón de Sansó