Una venezolana en Julliard

CARACAS – En pleno escenario de su concierto de despedida se secaba el sudor de las manos en su vestido de fondo rojo con flores negras. “La niña Vanessa”, como sus más allegados la llaman, posee la sencillez de una tímida quinceañera pero el talento de un violinista profesional. A esta chica la música nunca le ha faltado. De estatura promedio, ojos achinados, cabello castaño oscuro y manos enérgicas, Vanessa Emperatriz Landaeta Carrasco se transforma apenas comienza a sonar su violín. Ella misma decidió que artísticamente debe llamarse Vanessa Emperatriz, pues “quiere triunfar por sus propios retos”. Así lo indica Raúl Landaeta, su padre, quien también es músico y conocido cuatrista monaguense.

¿Cómo se inició en la música?
Vanessa, desde los cuatro años – nos cuenta su padre – ya estaba acariciando las cuerdas de su instrumento. Desde esa edad ella estaba en la escuela de música, pero empezó a estudiar en serio desde los cinco años.
Mi papá – nos dice Vanessa – tenía un grupo que se llamaba “La Camarata Latina” y tenía cantantes. Yo no recuerdo ahorita, pero sí sé que me aprendí las canciones y en uno de los conciertos le dije a él que quería cantar. Así empezó todo. Cuando tenía dos años me metieron en ballet, a los cuatro ingresé a mi primera escuela de música: Luis Manuel Gutiérrez, aquí en Juan Griego y luego pasé por varias. Tuve como profesor al maestro Pedro Rosales, hasta que llegué a la Orquesta Sinfónica Juvenil e Infantil del Sistema de Orquestas Sinfónicas de Venezuela, núcleo de La Asunción.
En esta última logró alcanzar el rango de concertino. Actualmente es integrante de la Orquesta Sinfónica del Estado Nueva Esparta y de la agrupación Trío Latinoamericano dirigida por su padre. Vanessa comenta que siempre ha pertenecido a la música. Entre el ballet y el violín, nunca dudó en quedarse con este último, aunque haya comenzado con el primero.
El camino hacia Juilliard es una especie de proyecto, un reto de Vanessa con apoyo y dedicación total por parte de sus padres. Las risas no se ocultan al recordar la emoción con el recuerdo del momento en que Vanessa fue seleccionada para estudiar en esta academia de artes. Con dos audiciones frente al maestro Lewis Kaplan, la violinista se ganó una beca que cubre el 80% de los gastos para el desarrollo de su carrera (el máximo que da la universidad). La Academia Juilliard (en inglés, Juilliard School), es conocida por su calidad y exigencia en la selección de estudiantes. Según el sitio en internet www.estudiante.org, aproximadamente 800 alumnos realizan carreras artísticas de pregrado y de grado allí. “Sin embargo, son muy pocos los que acceden a esta institución: en efecto, Juilliard ha sido catalogada por el U.S. News & World Report como la institución de educación superior con la tasa de aceptación más baja del país. Aceptando sólo alrededor del 7 por ciento de los aspirantes, incluso deja atrás a universidades de élite como Yale y Harvard”, cita la página. De la misma manera, el artículo online aclara que si bien es muy difícil ser aceptado en esta academia, Juilliard admite estudiantes de cualquier nacionalidad u origen étnico con todos sus derechos, privilegios, actividades y programas disponibles. A pesar de estas exigencias, son varios los venezolanos que han pasado por Juilliard. En Nueva York han sonado nombres como el del maestro Santiago Garmendia, Marcos Granados, Alexis Cárdenas; entre otros músicos que actualmente representan al país en el exterior.
“La niña Vanessa” nació en Porlamar un 12 de mayo, por lo que está próxima a cumplir 16 años. Su vida es bastante agitada: se levanta temprano, va al liceo, regresa a su casa, estudia el violín y si tiene que viajar, lo hace. Frecuentemente viene a Caracas a ensayar. De esta manera tiene que dividir su tiempo entre el liceo, el conservatorio y sus cosas, las cosas que hace como una joven normal. El auditorio de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela (UCV), fue uno de los escenarios que se preparó para despedir a Vanessa y darle la bienvenida a las tierras del norte. Fueron aproximadamente dos horas de derroche de notas, acordes, talento y amigos.

¿Cómo hacen como familia para equilibrar todos estos aspectos?
Mis otras dos hijas ya están grandes y trabajamos en función de un solo interés – confiesa su padre -. Siempre estamos con la música, con todo lo que tiene que ver con el arte. Yo procuro hacer siempre eventos donde estemos juntos, como por ejemplo este concierto, que fue una presentación sobre todo familiar.

¿Vanessa, cuál es tu rutina? ¿Cómo haces para lograr tantas cosas al mismo tiempo?
Yo creo que ya es costumbre, desde pequeña siempre ha sido así – confiesa Vanesa con una larga sonrisa -. Si tengo un concierto en Caracas y falto una semana al colegio, me pongo al día rápido y saco mis notas bien. Es como si trabajara mejor bajo presión.
Con respecto a las dificultades u obstáculos para llegar a Juilliard, la familia Landaeta comenta que no tuvieron ninguna. “Ha sido mucho más difícil conseguirle sus maestros aquí en Venezuela. Viajar todas las semanas a Caracas, eso cuesta una fortuna. Aquí en el país hay muchos problemas culturales todavía. Aunque tenemos un sistema de orquestas, ese sistema no es suficiente para todos los talentos que tenemos. Imagínate que en Margarita los músicos están ganando 900 BsF mensuales. Allá, en Estados Unidos todo es costoso por supuesto, pero se consigue todo, hay otra percepción de las cosas”.
Vanessa toca como si nada, como si el violín fuera una extensión de sí misma y el ejecutarlo se le hiciera tan sencillo como caminar. Esta quinceañera es una chica de retos. Ha tocado en escenarios dentro y fuera del país, como en 2009 cuando, invitada por el reconocido Maestro violonchelista Nicolae Sarpe, participó en la XI Edición del Orvieto International Festival of Strings, realizado en Italia. El 23, 24 y 25 de marzo tocó uno de los conciertos de consagración para los violinistas: el de Tchaikovsky para violín y orquesta; ella se propuso hacerlo a los 15 años. Otra de sus metas era un buen conservatorio y el resto de esa historia ya es conocida.
Actualmente, la familia está residenciada en Margarita. En abril la pequeña violinista venezolana viajará a Estados Unidos.
Marisol Carrasco, quien además de madre es la manager de Vanessa, cuenta que lo que más ha ayudado a su hija es la dedicación en todo lo que hace.
– Estudia de ocho a catorce horas diarias – nos cuenta -. Digamos que ella no hace otra cosa que no sea tocar. Además se presenta con sus respectivas orquestas. Aparte, la apoyamos en todo, su papá es el que provee el dinero y a todos los festivales a los que ella puede ir nosotros vamos. Sacrificamos mucho tanto económica como físicamente, hacemos grandes esfuerzos y grandes inversiones.
Es así como el futuro de este joven talento está más o menos marcado. Vanessa dice que como mínimo deberá vivir 10 años en Estados Unidos ya que quiere hacer su licenciatura completa allí, en Juilliard. Para el postgrado ella ya pensó en irse a Francia.
Mientras tanto, Raúl Landaeta comenta que para lograr el éxito, la gente necesita plantearse retos, proyectos y trabajar en función de ello. Esta es la manera en la que Vanessa trabajó para comenzar uno de los suyos. Vanessa Emperatriz seguirá “acariciando las cuerdas” en un espacio que también ha sido ocupado por actores como Val Kilmer, Christopher Reeve, Kevin Spacey, Robin Williams y músicos, como el violonchelista Yo Yo Ma; los jazzistas Tito Puente, Chick Corea y Miles Davies; entre otras figuras.

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