De la Dimensión Existencial de la Verdad

Jean-Paul Sartre (1905-1980)
Jean-Paul Sartre (1905-1980)
Jean-Paul Sartre (1905-1980)

por María Fernanda Guevara Riera
Filósofa

Jean-Paul SARTRE en “Verdad y existencia” (1948) establece que podemos tener como sujetos (para-síes) en situación dos actitudes frente a la verdad. Así, si hemos decidido contemplar la verdad, dicha contemplación para el autor francés implica la asunción de una actitud pasiva frente a la misma: la verdad nos es dada por el contexto y nosotros, simplemente, tenemos que aprehenderla al momento de recibirla. Mientras que si hemos optado por participar en la construcción de la verdad nuestra actitud frente a ella es activa en tanto que nos implicamos en la edificación y en la permanencia de la misma en lo social.

Recordemos que “Verdad y existencia” es de facto un conjunto de notas fragmentarias de Sartre que, con la debida mirada hermenéutica, nos permite construir un hilo conductor a propósito de las preocupaciones sartreanas sobre la posibilidad de erigir en lo social relaciones auténticas, condición necesaria ésta para que las relaciones concretas con el otro no sean un proyecto fallido. Es, además, una obra que puede hacer de puente entre “El Ser y la Nada” (1945) y “Crítica a la razón dialéctica” (1960).

Las relaciones auténticas para Sartre son aquellas guiadas por un compromiso con la reflexión y con la lucidez por parte del sujeto (para-sí) que se hace responsable así de sus decisiones y asume las consecuencias de las mismas. Y para delimitar aún más la noción de autenticidad, Sartre trabaja desde una mirada muy particular lo que va a entender por verdad. Estas consideraciones que expongo en este artículo se encuentran al margen del texto sartreano y no obvian los límites de la filosofía moral de Sartre que he trabajado previamente in extenso en “Los límites de la filosofía moral de Sartre” (GUEVARA RIERA, UCAB: 2000).

De forma tal que en el universo sartreano cuando hablamos de verdad estamos hablando de conocimiento. Como sujetos (para-síes) somos nosotros los encargados de conocer y de transmitir dicho conocimiento. Sin embargo, de entrada, hemos de resaltar lo que a nuestro parecer es el plus radical del autor, a saber, que conocer no es sólo decir una verdad sobre la cosa, sino que, más bien, es la modificación que tenemos nosotros a raíz del conocimiento de la cosa: esa verdad de la cosa se incorpora a nosotros, modificándonos. Conocer es, entonces, existir en tanto que mi existencia se modifica a raíz de lo aprehendido. Más que los enunciados de la cosa, conocer es un ejercicio continuo de modificación existencial: el conocimiento es una dimensión de la existencia que nos ilumina frente a la oscuridad de lo desconocido, transformándonos; que nos ilumina al cuestionarnos desde otros lugares; que nos ilumina al permitirnos la metamorfosis de nosotros mismos.

En esta dirección, además de lo anterior, Sartre afirma que la verdad es la construcción activa de lo verdadero que nos esforzamos por querer y poder ver en la realidad. Parte así, Sartre, de la siguiente convicción: los sujetos (para-síes) tenemos el compromiso de implantar un sentido en el mundo porque somos sujetos de conocimiento en un mundo sin signos de orientación absolutos. Así, que lo verdadero sobreviene luego de una lucha por parte de los sujetos (para-síes) de hallar lo verdadero en lo social, de insertarlo y “no sería tan apasionante buscar la verdad si se tratara únicamente de determinar lo que es el Ser totalmente desvinculado de mí. Tampoco lo sería si la verdad fuera creación. Pero la verdad es el Ser tal como es en tanto que le confiero una nueva dimensión de ser. El Ser es la noche. Estar iluminado es ya otra cosa”. (SARTRE, 1989: P. 55).

De las dos anteriores aproximaciones a la noción de verdad que nos ofrece Sartre en esta obra podemos extraer una lectura sobre nosotros mismos y sobre nuestro posible papel en lo social. Veamos.

Primero que nada, siguiendo a Sartre, si la verdad es conocimiento y necesariamente quien lo ejerce y lo construye es el sujeto (para-sí), asumir una actitud de contemplación frente a la verdad es adoptar una actitud de excusa, de mala fe, de evasión de la responsabilidad que tenemos como sujetos (para-síes) de hacer reales las verdades en lo social. Las verdades no acontecen, las hacemos acontecer; las verdades no son, las hacemos ser; las verdades no están, las hacemos estar porque somos nosotros con nuestra intencionalidad, pasiva o activa, quienes las sostenemos. Así que, contrario a lo que pensamos cotidianamente, si estamos en un mundo injusto, desigual, polarizado, violento, la actitud no es recibir esas verdades sociales pasivamente, contemplarlas como si yo nada tuviera que ver con la construcción y la permanencia de esas verdades en lo social; más bien, si las contemplamos estamos evadiendo la responsabilidad que tenemos como sujetos de contrarrestar la permanencia de dichas verdades en lo social con la acción de nuestro conocimiento: estamos, entonces, igualmente apoyando esas realidades de injusticias sociales al no intentar revertir esa realidad que se erige como verdadera a la luz de nuestra pasividad contemplativa.

Segundo, podemos extendernos aún más con la dimensión existencial del conocimiento que nos dona Sartre. Más allá de la angustia existencial de otorgar un sentido a nuestra existencia en un soliloquio tormentoso, está hablándonos Sartre de que el conocimiento nos modifica, iluminándonos. Dicha iluminación supone que nos hace más transparentes frente a nosotros mismos y, por ende, más lúcidos a propósito de las elecciones y de las actitudes que asumimos en situación y en relación con los otros. El conocimiento es desde ya un conocimiento dirigido a problematizar para aclarar; a problematizar para hallar verdades en relación con nosotros mismos y con el otro en lo social; a problematizar para solucionar las ambigüedades que trastocan nuestra relación con nosotros mismos y con nuestros otros significativos. Podemos ver el supuesto que impulsa y alimenta la propuesta de Sartre: que la reflexión es deseable y requerida si queremos iluminar la relación con nosotros mismos y con el otro en lo social. A su vez, iluminar supone que se ilumina para bien, para construir y ser para-sí-para-otro. Esto no significa que como sujetos no encontremos problemas: la mala fe o la conciencia cómplice de evasión de la reflexión que se ejecuta contemplando las verdades es uno de los obstáculos a vencer.

Finalmente, Sartre nos invita a dejar a un lado la actitud pasiva frente a la verdad con otros argumentos. Como seres-en-el-mundo la verdad en el mundo se celebra gracias a nuestro esfuerzo por verla entre nosotros; la verdad surge porque intencionalmente elaboramos verdades para ser puestas en circulación con el fin de significar y re-significar nuestro mundo; la verdad brota, así, de nuestro atrevimiento por establecer nuevas verdades a nuestra situación y a nuestro proyecto de vida cuando las verdades que teníamos se han resquebrajado o se han vuelto inoperantes. En este movimiento existencial de la verdad nos afirmarnos en las verdades vivas porque estamos vivos al hacerlas vivas en nosotros mismos y en lo social.

Siguiendo con lo arriba mencionado, aunque el mundo se nos presente desde ya significado, es nuestra labor dotarlo de significados que nos signifiquen: si no tienen para mí sentido las injusticias sociales, si no tienen para mí sentido las situaciones que reproducen el dolor de la exclusión, si no tienen para mí sentido la pérdida del reconocimiento inter pares en las relaciones de discriminación, la actividad del conocimiento debe estar dirigida a desintegrar estas verdades para que dejen de ser tales. Es la noción de verdad viva la que nos está donando Sartre en este texto: a la luz de lo que anhelo ver en mi proyecto de vida, en lo social, con los otros significativos, entonces, me comprometo, pongo en juego mi libertad a través de mi proyecto existencial y me hallo en situaciones y en actividades que contribuyan a hacer viva y permanente las verdades por las que estoy luchando.

La dimensión existencial de la verdad es hacernos vivos en la construcción de significados en el mundo: a partir de nuestras convicciones asumimos el peligro, el esfuerzo y los riesgos que esto implica. De allí seguro que alcanzamos un fortalecimiento existencial que se traduce en relaciones auténticas con los otros significativos y, por ende, en relaciones más enriquecedoras. Además, la dimensión existencial de la verdad otorga un sentido añadido al conocimiento: está el sentido pleno y existencial que le otorgamos a nuestra acción cognoscitiva luchando en el mundo porque permanezcan y se fortalezcan unas realidades sociales o se anulen otras por ser negadoras del otro en lo social; está el sentido y la densidad existencial que alcanzamos gracias a la apuesta que hacemos por tener una vida más propia puesto que son nuestras propias verdades las que sostenemos con nuestra acción.

¿Cuál es el criterio para delimitar cuándo y hasta cuándo luchar por una verdad? Nuestras verdades deben partir del reconocimiento de nuestra inherente intersubjetividad para no negar a los otros, es decir, nuestras verdades deben verificarse a través de la consolidación de las relaciones auténticas con el otro. La dimensión existencial de la verdad supone siempre el concurso del otro en la edificación de la misma: es una tensión en la cual hay que trabajar y trabajarse para que ésta relación sea equilibrada y no reproduzca enfrentamientos. ¿Y, hasta cuándo luchar? En el siguiente artículo abordaremos este último punto desde Sartre y, a su vez, tomando distancia del mismo. Por lo pronto, somos los seres en donde se encarna la finitud y la trascendencia: siempre podemos trascender las situaciones por muy cerradas que éstas estén asumiendo las consecuencias de la misma. Si mi lucha por las verdades que rescatan los derechos sociales en el mundo se enfrenta con duros obstáculos, la salida no es desistir: hemos de buscar nuevamente otras posibilidades, trascender las dificultades para que podamos ver en vías reales de concreción nuestras verdades promotoras de los derechos sociales. Se trata, en resumen, de construir y reconstruir el haz de relaciones que nos permitan seguir trabajando en dicha dirección por encima de las resistencias que encontremos en el camino.

Hasta la próxima entrega.

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