William Turner

(Ramiro Clemente: Vidas breves, Turner)
(Ramiro Clemente: Vidas breves, Turner)
(Ramiro Clemente: Vidas breves, Turner)

Es invierno. El barco ha zarpado del puerto Harwich. No es un viaje común. Entre los pasajeros, se encuentra el pintor William Turner. Imprevistamente, se ha desencadenado una furiosa tormenta en el mar.

Después de algunas horas en el Ariel, el pintor les pide a los marineros que lo aten al mástil. A pesar del frío y del viento, quiere mirar, desde la insólita altura, la tormenta de nieve.

Estuvo amarrado cuatro horas. En los días posteriores, animado por la experiencia extrema, pinta Tormenta de nieve.

Esta obra no es un medio para el conocimiento del mar tumultuoso o de la nieve nocturna. No es una exacta fotografía. Es el resultado del cruce intempestivo y único entre su mirada y esa tormenta en el mar. Es un palimpsesto de nieve y sensaciones pictóricas.

Un amigo le dice que a su madre le ha gustado el cuadro. Turner le contesta que no lo ha pintado para que alguien lo entienda, sino para mostrar su experiencia del acontecimiento. El amigo, azorado, le cuenta que su madre también ha estado en el barco cuando ocurrió la tormenta. Turner le pregunta: ¿es pintora tu madre? El amigo le dice que no. Turner, taxativo, aclara: entonces tu madre estaba pensando en cualquier otra cosa.

Es claro que Turner está convencido de que la mirada del pintor modifica la realidad. Y piensa, además, que su mirada de pintor es única entre los pintores. La naturaleza sólo existe para la mirada perturbada de un artista.

Por eso, a pesar de la tradición de las interpretaciones que lo califican como paisajista, Turner no pinta la naturaleza. Tampoco la visión abstracta y subjetiva de la mirada. William Turner pinta algo que está entre la naturaleza y nuestros ojos.

El inglés sigue la tradición de Tiziano, de Rembrandt y de Pousin: la luz es el centro de su pensamiento visual.

Antes que para los impresionistas, los colores se definen por la claridad y por la oscuridad, son manchas confusas y móviles. La bruma dispersa la configuración del paisaje. La luz y la sombra son exergos de una misma moneda. Nada es permanente. La geometría de Euclides no preside su obra. Los paisajes de la tela son la cristalización y la síntesis de diferentes momentos del acontecimiento. Una pintura de Turner es la cifra de acontecimientos.

En Venecia, de mañana, después del baile, algunas sombras rojas atraviesan el plano dorado y amarillo. El sol inunda el agua y el cielo. Todo brilla, todo cambia con la luz del alba. La mañana de Venecia ha encontrado al mago que puede transformarla en una pintura. La tela es la ampliación del intersticio entre el ojo y la ciudad de Venecia.

La obra de Turner es la imagen difusa de un miope, la imagen trastornada de un paranoico.

Por Fabián Soberón
@fabiansoberon