La importancia de la forma en el ejercicio periodístico

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El rapto de Proserpina, de Gian Lorenzo Bernini

Dentro del gremio de la Comunicación Social e incluso en el de la Educación Superior hay quienes consideran que para el Periodismo la ortografía es un elemento dispensable, que el contenido tiene prioridad sobre la forma y que en ese sentido la correcta escritura es una nimiedad estética que debe ser omitida del proceso formativo y evaluativo, juicio que considero errado.

La corrección es una de las características omnipresentes de la información periodística en todo manual sobre el tema: además de la concisión, la claridad, el interés público y otros atributos igual de importantes, los textos escritos por los profesionales de los medios de comunicación deben ser correctos en el uso del lenguaje.

La escritura correcta puede resumirse en un concepto: ortografía. Temida, odiada y obviada por muchos estudiantes, cuando se le considera como un criterio de calidad del trabajo periodístico suele convertirse en un filtro educativo para quienes estudian Comunicación Social. Es una traba que debería ser ineludible, puesto que los profesionales de esta área trabajan con el discurso audiovisual razonado, que siempre debería pasar por el papel y la tinta.

La ortografía es una herramienta y un deber para quien trabaja en un periódico, pero igual para quien labora en una empresa de radio o en una de televisión, en una agencia de publicidad o en el desarrollo de una película de ficción, pues siempre habrá un guión, un mensaje, un correo o un informe que escribir que otros deberán leer y comprender, es decir, la claridad del trabajo del comunicador está en directa relación con la corrección.

Si bien la existencia de la ortografía depende de su condición de construcción social, pues la escritura es obra del hombre y el concepto de lo correcto cambia constantemente con el tiempo, no debe subestimarse su importancia: la ortografía es necesaria para la comprensión y pronunciación de los mensajes desde que la historia existe, desde la invención de la escritura. Si bien se trata de una convención, cuenta con un trayecto milenario que difícilmente puede omitirse por el capricho de unos cuantos.

Es fácil entender que la escritura correcta no sea una prioridad ni una necesidad aparente para los jóvenes que no han sido formados en su importancia y cuyo discurso diario es improvisado y oral, pues como ellos dicen, nunca la han necesitado y los entienden. Se trata de una de las características del lenguaje como un hecho cultural: los individuos se asocian con base en similitudes, como la edad y el conocimiento, y se apropian de elementos de la cultura de su sociedad, generando nuevos códigos e interacciones que pueden formar parte del ámbito discursivo, y aunque la jerga pueda ser comprendida por su grupo, representa una brecha lingüística con otros que comparten el mismo idioma, pero no las mismas particularidades.

Entonces, una de las virtudes de la ortografía como convención social es favorecer el diálogo, el encuentro de las ideas, la misión que posee el comunicador social de fungir como intérprete entre los grupos de su sociedad. No es en vano que algo tan relevante se enseñe desde los primeros años escolares y tiña con tanta frecuencia al sistema educativo: la correcta escritura genera argumentos claros y precisos, textos que favorecen el desarrollo de un mejor lector, de un mejor pensador y de un mejor ciudadano.

Por eso, el trabajo periodístico no se trata solamente de puntos, comas, acentos y problemas de concordancia, pero tampoco está exento de ellos. La correcta escritura para el profesional de la Comunicación pasa por ahí, pero examina también la selección de las palabras y de las frases para distintos públicos, el efecto que puede tener una expresión u otra, la pluralidad de la información escrita, la adaptación a los códigos propios del soporte en el cual aparecerá la información y muchos otros aspectos de importancia indiscutible que no les restan importancia a la puntuación, a la acentuación y a esos otros aspectos que se piensa son trabajo exclusivo de los literatos, los editores,  los profesores de Castellano y los perfeccionistas.

No quiero decir con lo anterior que la correcta escritura sea sinónima del lenguaje culto o un refugio de eufemismos. Al menos para el Periodismo, el lenguaje debe ser accesible para todo público, debe ser representativo en forma y contenido de quien habla y de quien escucha, y no debe tener espacio para la propagación de prejuicios, mentiras ni analgésicos informativos. No obstante, tampoco debe ser un insulto a la audiencia ni a las instituciones educativas; de hecho, no es un misterio que el Periodismo cumple una función pedagógica y que en ese sentido también debe favorecer la propagación de códigos lingüísticos consensuados, un mejor léxico y una cultura más profusa y diversa.

El comunicador social tiene que comprender que aunque los medios masivos no son instituciones educativas por esencia, su audiencia aprende a través de ellos. Hoy en día y desde hace mucho tiempo, las personas coexisten con la prensa, la radio, la televisión y sobre todo con internet durante más horas al día que con las escuelas o las universidades. Los niños y los jóvenes hallan sus modelos de comportamiento social en la información mediática que consumen, quizás más que en sus padres, y la gente en general conoce acerca del mundo, de lo que sucede, de lo que se piensa y cómo se piensa a través de noticieros o productos similares: un periodista que escribe incorrectamente insulta a su audiencia, a los colegios, a las universidades, a su profesión y al medio en el cual trabaja.

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Bloque de mármol sin trabajar

Incluso en términos estéticos la ortografía es relevante. Es un error simplificarla a una decisión de belleza. La ortografía es un código que permite la correcta transmisión de las ideas. En las matemáticas un signo mal ubicado o un número distinto genera resultados disímiles; en las Bellas Artes, como la música, una nota grave produce un efecto que se puede diferenciar de la misma nota cuando es aguda y si queda alguna duda, en la escultura, es la forma la que permite que El rapto de Proserpina, famosa escultura de Gian Lorenzo Bernini que captura incluso la presión de las manos de Plutón en los muslos de una diosa, se pueda diferenciar de un cubo de mármol precariamente trabajado.

La perfección y la admiración que causa el uso correcto de la forma le dan valor al contenido y viceversa: de nada sirve un texto correcto que carece de información valiosa, al igual que de nada sirve la mejor de las historias cuando no se puede comprender ni disfrutar. Por todas estas razones considero que la ortografía debe ser tomada en cuenta en la formación y la evaluación de todo estudiante y profesional del Periodismo con la ponderación que merece: ni más ni menos que el contenido.

José Luis Pérez Quintero

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