Clap, le borse della fame

Prosegue la serie di “reportages” che La Voce d’Italia pubblica in collaborazione con la “Cátedra de Investigación Periodística” a carico del professore Alejandro Ramirez. L’obiettivo è offrire ai nostri lettori una visione ancora più amplia della realtà del Paese attraverso la ricerca approfondita e seria realizzata dai futuri giornalisti del Paese.

Hambre empaquetada

CARACAS – “De donde vengo no hay nada, se lo llevó algún ladrón. Y ahora el café nos toca endulzarlo con un toque de papelón… “Si supiera Alí Primera que todavía hay techos de cartón”. Así hace referencia Alessandra Abate, vocalista del grupo caraqueño La Pagana Trinidad acerca de Venezuela. El lugar de su procedencia que ha atravesado las fronteras con sus innumerables historias increíbles, relacionadas en torno a economía, política pero por sobre todas las cosas a la sociedad y derechos humanos.

Endulzar los jugos, café y demás recetas que necesitan azúcar con panelas de jugo de caña, se ha convertido en una adaptación forzada para el venezolano. Como este ejemplo miles más de la sustitución obligada de productos por otros. Arepa de la conocida y más buscada “Harina P.A.N” por arepa de maíz pilado, yuca por pan, carne mechada por raspadura de plátano maduro, tres comidas por una sola y temporada de mango para llenar el estómago.

De dónde venimos, los caraqueños, los venezolanos en general, hemos aprendido a ver el surgimiento y decadencia de todo lo que nos rodea. Inseguridad, escasez, malandros en cada esquina, niños comiendo de la basura, personas bien vestidas hurgando en los residuos de las panaderías de Plaza Venezuela a las siete de la noche, el metro y sus horas pico y por supuesto las colas interminables en cada rincón de ciudad o pueblo del país del tricolor nacional.

Las riquezas las pudieron ver mis padres. En su juventud era mucho más sencillo aspirar a comprar un apartamento, carro y viajar. Comer en restaurantes era un plan fijo en los años 80 y posible para el bolsillo de cualquiera. Mientras que ahora la espera no es por entrar a un local de comida, la espera ahora se convirtió en una cola “pa’ ver qué llega” y como último recurso buscar en la basura de ese mismo restaurante.

Ahora la realidad es otra. Año 2017, con apenas un mes de haber iniciado el año la situación toma un rumbo drástico. Y es que desde el 2012 los venezolanos empezaron a añorar los productos que solían consumir. La reacción al inicio fue como un “qué extraño que no lo haya conseguido”, pero lo que no sabían era que se avecinaba solo el inicio de un infierno alimenticio.

¿Hambre empaquetada? A esto voy, parece extraño hacer este tipo de aproximaciones, pero para Venezuela ya ninguna situación es imposible. Ningún plan del régimen socialista con ideologías castrocomunistas va en pro de la libertad económica y más allá de esto, de cualquier tipo de permisión para el venezolano. Así como cada ciudadano se puede sentir atrapado por la inseguridad, de esta forma pasa a sentirse “amarrado” al momento de hacer mercado para su familia.

Si bien el sueldo mínimo de Bs. 104.358 del país petrolero no alcanza para cubrir otros gastos que no sean los relacionados a alimentación y transporte, aunado a esto se suma la búsqueda y lucha constante por conseguir productos regulados. El sistema de compra o salir simplemente a buscar algún producto o alimento consiste en hacer largas colas a partir de la noche anterior al día que toca comprar por número de cédula. Sí, hay un día para cada terminal de identificación y las personas pueden en ocasiones asistir a la cola “a marcarla” desde las 9 pm del día anterior, en ocasiones desde las 2 am o madrugar a las 5 de la mañana esperando que con suerte puedan llegar a comprar algo.
De esta forma los venezolanos deciden buscar los productos de necesidades básicas a un precio asequible, de lo contrario tendrán que comprarlo a bachaqueros (conocidos como revendedores) o conseguirlo a precios impagables para el bolsillo.

Una de las tantas colas para conseguir alimentos

Esto es producto de una guerra económica para muchos, o mejor dicho, para los adeptos al gobierno nacional y sus figuras principales. De esta forma, el periodista Alexander Kordán asegura en el portal Aporrea que, “la causa de tal situación se atribuye a la incapacidad productiva de quienes producen, a quienes generan tales bienes de consumo, toda vez que disminuyen la producción, acaparan la producción, la monopolizan, la distribuyen arbitrariamente, incluso la venden en el mercado a clientes privilegiados, a empresas que especulan con sus precios, la redistribuyen obteniendo ganancias extraordinarias por sobreprecios valiéndose de la escasez del bien, éste fenómeno se viene observando con la caída de los precios del petróleo, con la menor disponibilidad en divisas y en especial con la desaparición física del Hugo Chávez Frías, sin embargo el factor decisivo ha sido la corrupción capitalista, la especulación cambiaria, el fraude de las importaciones, la fuga de capital, la sustitución de la producción por la especulación cambiaria, el afán del dinero fácil, el saboteo a las políticas chavista de control inflacionario (políticas de control de precios y cambiarios), la inoculación del neoliberalismo salvaje, el papel de las casas de cambio colombianas, el bachaqueo (desabastecimiento). En una palabra todo debido a la desgracia de la guerra económica. Las consecuencias de dicha política del capitalismo especulativo venezolano, del capitalismo improductivo con la conspiración del capitalismo colombiano y de los Estados Unidos ha sido la desestabilización de las políticas de seguridad y soberanía alimentaria del Estado venezolano, la negación del acceso a los alimentos a la población, de manera permanente y oportuna, el deterioro de la calidad de vida, la conculcación del derecho a la alimentación, la violentarían del artículo 305 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el libre acceso a los alimentos de manera sustentable y sostenible”.

Pueden parecer lógicos algunos de sus comentarios pero en realidad no es más que parte de una corriente nefasta que ha ido creciendo en el país y que por falta de políticas económicas autosuficientes y que solucionen la crisis alimentaria, el gobierno nacional decide atribuir a las pocas empresas privadas que quedan la responsabilidad del desabastecimiento. No es más que la búsqueda de la creencia de los demás ante esta nueva idea, y además otra acusación ilógica a la irresponsabilidad y lamentable adaptación del pueblo venezolano ante esta crisis.

Para explicar un poco más a qué se debe esta situación de crisis alimentaria y llegar al tema de la comida que parece una especie de entrega a domicilio con todo contado y en bolsas, resulta interesante mostrar la contraparte de la opinión del periodista de Aporrea. El día 7 de junio de 2016, la Asamblea Nacional en el marco de la conformación del comité encargado de la determinación de la posible violación a los derechos humanos por parte de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, mejor conocido como CLAP, encabezada por los diputados Mariela Magallanes, Carlos Valero, Gaby Arellano, Dennis Fernández Y Julio Borges, señalan cómo La Fundación Bengoa, el Observatorio Venezolano de la Salud (OVS) y el Centro de Investigaciones Agroalimentarias (CIAAL), explican la aproximación del país a estas condiciones, asegurando que, “sumado al excesivo control para la obtención de divisas, la inestabilidad se debe a un cambio en las relaciones de la propiedad, en el que el Estado es o pretende ser el único dueño de tierras, fábricas, empresas y expendios, eliminando así la posibilidad de que existan mecanismos alternativos de producción, de compra-venta productiva y de libre comercio que favorezca, mediante el incentivo, la calidad y la oferta de los productos.”

Para disminuir la falta de alimentos y su alcance en la población, el gobierno nacional decide crear “Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción” (CLAP), los cuales “constituyen la nueva forma de organización popular encargada, junto al Ministerio del Poder Popular para la Alimentación, de la distribución casa por casa de los productos regulados de primera necesidad”, así se define en el portal web del canal de televisión Telesur. En realidad, se podría entender como una especie de mayor control sobre la ciudadanía, esta vez en materia alimentaria.
Estas bolsas de comida o los CLAP, son distribuidos y los representantes de cada comunidad son los encargados de este proceso. Además, entre otros responsables de que los mismos paquetes lleguen a la población se encuentra la Unión Nacional de Mujeres (Una Mujer), Unidad de Batalla Bolívar-Chávez (UBCH), Frente Francisco de Miranda (FFM) y los distintos consejos comunales de cada entidad. También tienen una participación directa el Ministerio de Agricultura Urbana, los Consejos Comunales, jefes de calle, la red de productores, sector de bodegueros, líderes de comunidad y un miliciano.

El presupuesto invertido para los mismos fue de ocho mil 400 millones de bolívares. El presidente de la República, Nicolás Maduro Moros, aseguró en la presentación del plan de distribución de alimentos en abril de 2016 que los recursos otorgados garantizarían los productos esenciales en las redes de distribuciones tanto públicas como privadas.

La distribución de los CLAP, se ha convertido en una tarea diaria para adquirir alimentos y ha sido presentado como sustituto al poder asistir a cadenas de supermercados y abastos. La desnutrición, problemas de salud y deserción escolar son apenas algunas de las principales causas de la falta de comida que hay a nivel nacional.
Los mismos pueden incluir productos como leche en polvo, margarina, aceite, azúcar, arroz, pasta y pollo, de los cuales algunas veces solo contienen menos de los mencionados o no llegan a los hogares que lo adquirieron. Por un costo de Bs. 500,00 hasta Bs. 5.500,00 se puede adquirir el mismo en sectores populares de la ciudad de Caracas y en el interior del país. En diciembre de 2016, se pretendía distribuir pernil y juguetes “como sorpresa”. El pernil fue entregado el 31 de diciembre y los juguetes no alcanzaron ni para la mitad de los niños de distintas calles de Catia, barriada de Caracas.

Si bien la distribución de los CLAP es a nivel nacional, decidí acudir a una de las barriadas caraqueñas más grandes, Catia. La calle Bachiche forma parte del Consejo Comunal Alianza y es apenas una de las 5 calles del sector, entre ellas Bolívar, Lozada, Calle Lozada y la Av. Principal norte y sur.
Específicamente en la calle Bachiche, hay 464 familias que fueron censadas por parte de los voluntarios del Consejo Comunal junto a los encargados de los CLAP, de PDVAL y MERCAL. Estos organismos públicos conocidos por su red de alimentos, son los encargados de prestar apoyo a la gestión de Freddy Bernal en la gran misión de abastecimiento y producción.

Resulta interesante tener las opiniones de los vecinos junto a los del personal de la Gestión Socialista del Ministerio de Alimentación. Para empezar menciono el testimonio de una madre de familia de 49 años que prefirió proteger su nombre. Dedicada al arreglo de uñas, vive con su esposo, hija de 9 años e hijastro. En una conversación amena lloró al contar que jamás había dejado de comer para que su hija lo hiciera. En ocasiones su hija que está en pleno crecimiento solo podía desayunar, almorzar y cenar pan. Luego de horas de haber hecho cola por comprar dos canillas, la mayoría de las porciones de la misma eran para ella.
“Las clientas son las que a veces me salvan por ahí y me traen un arroz o un paquete de caraotas y con eso comemos”. Los pantalones arreglados con máquina de coser con tallas menos se pueden apreciar mientras comenta que nunca le informaban los jefes de calle cuando llegarían las bolsas CLAP. Señalo el detalle de los pantalones, por la delgadez extrema que muchos venezolanos han ganado gracias a la falta de alimentos. “La otra vez se armó un tiroteo a las 3 de la mañana cuando estábamos haciendo una cola, y eso que nos sacamos el carnet de residencia con el Consejo Comunal, se supone que con eso solo los de esta calle podemos comprar en los abastos de por aquí”.
El conseguir comida se ha convertido en una rutina de repartición del tiempo entre los miembros de las familias a nivel nacional. Esta madre de familia asegura que o hace cola o trabaja para obtener dinero y poder comprar algo para comer.

En el trasfondo de esta planificación del gobierno, existen familias con problemas realmente graves y pasan de vivir a subsistir. Las realidades de los CLAP son contradictorias y aunque el distribuir de una forma tan limitada la alimentación sea un alivio para algunos, la corrupción no se descarta. Aunque uno de sus fines sea disminuir el bachaqueo y el hambre, ambos continúan y se prestan para el mismo fin.
Este primer testimonio al que seguiré mencionando lo llamaré “X”, aseguró que su Consejo Comunal no se comunica, ella no se entera cuando van a llegar y en algunas oportunidades ha visto como algunas mujeres reciben más bolsas de las que debería. En diciembre, “X” no pudo retirar su bolsa por estar de viaje, pero días anteriores a su partida llegaron las bolsas CLAP y su vecina que tiene dos hijos menores de 6 años recibió dos bolsas, mientras que “X” ninguna. Su hija de 9 años al ver esto reaccionó diciendo “¿me voy a tener que encoger para poder comer?”
Desde que empezó la distribución de los CLAP en 2016, el sector de “X” sólo había recibido 3 bolsas CLAP, distribuidas en septiembre, octubre y noviembre. Para un censo de 464 familias al inicio llegaron las bolsas completas pero con falta de rubros. Es decir, para una bolsa de Bs. 5000,00 que incluye 2 litros de aceite, 3 harinas, 3 arroz, 3 pasta, 2 leches, entre otros, llegaron incompletas.

Carol Sarmiento, Jefa de Calle y voluntaria en el Consejo Comunal Alianza de Catia y perteneciente al comité de cultura, asegura además que es totalmente falso que en las bolsas CLAP han llegado artículos de aseo personal y medicinas así como el Presidente Nicolás Maduro anunció al inicio de esta misión en abril de 2016. Sarmiento aseguró además, que todos los integrantes del Consejo Comunal deben estar inscritos en un partido político del gobierno para participar, en este caso, se requiere ser militante del PSUV y ninguna persona con posición política distinta puede participar en los Consejos.

A pesar de que Sarmiento, ama de casa de 49 años, con un hijo de 19 años y uno de 10 y con un esposo que trabaja para Corpoelec asegura que se ha distribuido de forma correcta las 464 bolsas (aunque con rubros incompletos), afirmó que la distribución no se hace de forma frecuente como debería ser cada 15 días y que en efecto la crisis alimentaria ha afectado también a su familia pero que la situación es culpa de una guerra económica. ¿Contradictorio no?
Por otra parte, decidí acudir a los encargados de prestar apoyo a esta misión. Belén Guerrero, Coordinadora de la Gestión Socialista en el Ministerio de Alimentación, quien no supo confirmar la información acerca del presupuesto destinado para los CLAP. Cuando le di la cifra y pregunté por la distribución del monto a nivel nacional, su respuesta fue un claro “no tengo idea, no sabría decirte”. Mi curiosidad latente por este monto que no iba en concordancia con la cantidad de alimentos distribuidos en las bolsas no terminaba de encajar. De hecho, su solución ante mi duda fue enviarme unas láminas de Power Point con información que sale en internet acerca de la conformación de los CLAP.

Guerrero afirmó que los CLAP eran un proyecto únicamente revolucionario y que todos los voluntarios que ahí participaban debían estar con el proceso.
Me llamó con especial atención la participación del Frente Francisco de Miranda y del miliciano, esto deja a entender la presencia tanto del militarismo como de los paramilitares o “colectivos” en la distribución de la comida. Son además, fuerzas de control apoyadas por el Gobierno Nacional. Consulté si efectivamente el Frente Francisco de Miranda eran colectivos y la respuesta tanto de Belén como del analista del mismo departamento, Eduardo Casquete fue un rotundo no a la defensiva.

Casquete, quien interrumpió la entrevista con Belén aseguró con gran convicción que podría acercarme cada 15 días al centro de acopio o Consejo Comunal que quisiera, porque seguro en ese momento estarían llegando las bolsas CLAP como regularmente sucede. Además, aseguró que las empresas privadas apoyan esta misión, entre ellas Polar, Locatel, Farmatodo y Fundeca, esta última sustituye a MERCAL y PDVAL en el momento en que no puedan distribuir.
“Estas empresas privadas, entre otras que apoyan los CLAP lo hacen de forma voluntaria”, añadió. Pensé enseguida que de seguro sería una obligación, por el tema de evitar que el Gobierno Nacional arremeta en contra de estas empresas, aunque Farmatodo ya fue expropiada aproximadamente hace 3 años.
“¿Opina que el bachaqueo y el hambre ha disminuido con la distribución de los CLAP?”, ambos respondieron que era imposible que hubiese espacio para el bachaqueo.
“Es ilógico porque si yo compro la bolsa es para mí consumo, no tiene sentido que la bachaquee”, aseguró Belén Guerrero, mientras que su compañero añadió que no se podía bachaquear y en ese caso, el Consejo se los notificaría a ellos.

En cuanto a la comunicación entre los Consejos Comunales y PDVAL/MERCAL, se podría asegurar que no existe. Cuando faltan rubros en las bolsas o no llegan las 464 en el caso de la calle Bachiche, Carol Sarmiento lo ha informado y lo que hacen es tomar un reporte que queda “estancado ahí”. Sarmiento se ha acercado a conversar inclusive con Reinaldo Simancas, el jefe del Estado Mayor en La Pastora encargado de los CLAP y la solución no ha sido ninguna. Según Sarmiento y Katy, vecina de “X” las personas de la Gestión Socialista se encargan de llevar la mercancía, tener el control y retirarse del área. Inclusive quienes se encargan de armar las bolsas al bajar la comida de los camiones son los mismos voluntarios y el control y “vigilancia” lo llevan los mismos vecinos.
Katy además de asegurar que es una corrupción continua entre los jefes de calle, el Consejo Comunal y el no saber por qué no llegan los rubros o bolsas completas en su calle, también ha tenido que resolver con la comida. Katy tiene dos hijos y una madre de 80 años, opinó que cuando arman las bolsas los vecinos tienen que estar pendiente para que los mismos organizadores no se “agarren nada”. Posterior a esto, me invitó a su casa y me enseñó cómo rinde la comida. En una olla grande, tenía aproximadamente 5 pedacitos de carne, plátano verde y pimentón. “Así nos resolvemos y la sopa rinde”.

“La situación es horrible, yo estoy desempleada, mi hija de 22 años no ha conseguido trabajo y debo mantener a mi hijo que es adolescente y a mi mamá de 80 años”, añadió Katy. Además aseguró que se han presentado enfrentamientos en el sector. Ante estas situaciones se les ha informado también a los encargados de PDVAL y MERCAL y no han hecho nada al respecto. Cuando le señalé a Casquete que si habían tenido denuncias de situaciones violentas aseguró que era normal que las personas se enfrentaran, pero que ningún hecho había sido violento. También agregó que era normal que la gente comiera de la basura, “porque en todo el mundo pasa, todo el mundo come de la basura y siempre hay gente que critica todo, somos unos inconformes”.

El sociólogo Juan Manuel Trak opinó que los CLAP suponen una adhesión al proyecto político del gobierno que parte del control, lealtad política y el cambio de beneficios por el voto. Además, que ha sumado a la segregación del país, a la discriminación social, al aumento del desabastecimiento para todos porque no hay políticas eficientes que controlen el desastre económico ni políticas sociales que vayan en pro de los desfavorecidos.
Mientras Carol Sarmiento asegura que su tarea como voluntaria es impecable, Katy comenta anécdotas en dónde pudo ver cómo los encargados controlaban la mercancía. Trak afirmó ante este comportamiento que es un efecto colateral de mecanismo de dominación y que por parte del gobierno puede ser un caos aprovechable, una especie de situación prediseñada que lleva a la militarización del sector alimentario que ha llevado a estallidos sociales como los de junio de 2016 en Maracaibo y Cumaná. Estas demostraciones de rechazo social seguirán presentándose en la medida en que no se tomen en consideración nuevos cambios, y no cesarán hasta que disminuya la incapacidad del gobierno al no saber producir.

La cantidad de productos distribuidos en las bolsas CLAP según Casquete, son administrados tomando en consideración la cantidad de calorías que una persona puede consumir diariamente. En 1984, novela de George Orwell, basada en la crítica a los totalitarismos y a la opresión del poder de una sociedad inglesa, bajo el mando del Gran Hermano que todo lo veía y que castigaba inclusive por el delito del pensamiento, se presenta un hecho similar al del consumo de alimentos. Parecida a la opresión de Oceanía, ciudad de la novela de Orwell, se podría adaptar a la realidad venezolana, en donde la propaganda desmoralizante elimina el pensamiento crítico y aún y cuando se tenga la certeza de que algo está mal se continúa admitiendo una corriente ideológica opresiva.
Como Oceanía, la ciudad de la novela 1984, un lugar deprimente y dominado, nunca hay suficiente comida y la que hay es repugnante. De igual forma, los alimentos son administrados y limitados para cada ciudadano. Entre los anuncios del gobierno, se puede observar cómo se aumentan la cantidad de gramos o calorías a consumir diariamente y es un acto de celebración para sus habitantes.
¿Control, represión y alimentación? Se llegó al momento en donde deciden por los venezolanos qué comer, a qué hora y cuándo. En definitiva, todos hemos pasado por un nuevo tipo de administración.
“¿Qué vamos a comer hoy, mamá? ¿Pan?”

Studente: Andrea Franchi
Professore: Alejandro Ramírez
Universidad Católica Andrés Bello

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