La Guerra Económica y la Justicia

 

En una oportunidad sostuve una conversación en la cual se puso sobre la mesa la tesis de la “Guerra Económica” advertida por el Presidente Maduro, y ello puso a la orden un debate entre creer o no en la tesis del primer mandatario, o sencillamente endilgarle su total responsabilidad en el fracaso de sus políticas públicas en la materia. Ante la falta de pruebas sobre la primera de las dos teorías, la segunda es la última la que toma mayor consistencia.

Mi postura al respecto fue que, independientemente de los argumentos que afloraron, la importancia de creer o no creer en la Guerra Económica” dista mucho de las consecuencias que padecemos aquellos que nos encontramos en medio de la refriega; verdaderas víctimas de los daños colaterales que producen los estragos de las “mil y un batallas” que según se han desatado durante las beligerancias.

A la vuelta de tres años de aquella conversación, la realidad es una y se refleja en millones de hogares venezolanos, donde los padres y las madres de esta Patria centramos nuestra atención en idearnos la mejor manera de satisfacer sus demandantes y crecientes necesidades.

El Presidente Maduro combinó esas dos palabras apenas recibía el gobierno en abril de 2013, aludiendo que los combates comenzaron en el año 2012 cuando el Presidente Chávez aún ejercía la Presidencia. Casualidad entonces que el desplome de los históricos precios del petróleo coincida justamente con esos días.

Las calles hablan. El ciudadano común es el que más padece los efectos de este desastre y muestra las visibles cicatrices de la guerra: No por moda ni vanidad el venezolano está perdiendo tallas y kilos de peso; les comienza a sobrar tela en todas las ropas, los cinturones alcanzan la trabilla posterior de los pantalones, y hasta los zapatos quedan holgados. Contrariamente es lo que de aprecia en las altas esferas del poder donde este tipo de heridas de combate ni se aprecian.

No me considero calificado para hablarles de indicadores macroeconómicos ni de las soluciones que deben darse para que el País agarre vuelo nuevamente, aunque como padre de familia si tengo sobradas razones para tocar el trillado tema. Pero si manejo información para presentarles las consecuencias de la “Guerra Económica” en la Justicia.

El día a día de los corrillos de tribunales tienen sus propias heridas. La soledad se hace presente en el “otro lado de la acera”, es decir del lado de los que acuden a requerir sus servicios. Salas de espera, de lectura y taquillas de atención al público se aprecian desiertas durante horas, incluso durante días.

Y por favor, que nadie imagine que la explicación este raro fenómeno está en lo expedito y ágiles que son nuestros procesos judiciales. Hablemos entonces con números y muy recientes, tomando como ejemplo el caso de la justicia laboral.

Durante este año he manejado dos casos de índole laboral, uno numerado como 771 y el otro con el 907. También conozco otro del cual no soy parte, que es de número 1200. El primero tiene fecha de inicio 18 de abril, el segundo del 10 de mayo y el tercero del 16 de junio, todos del año en curso. En líneas gruesas tenemos una muestra de 3 casos iniciados en 3 meses consecutivos y cuya numeración correlativa es estrictamente contigua, todos ellos en el Circuito Judicial del Trabajo del Área Metropolitana de Caracas.

En este recinto hay 45 Juzgados de Primera Instancia con competencia para iniciar esos casos (se llaman de Sustanciación, Mediación y Ejecución), a quienes se les distribuyen equitativamente todas las causas nuevas que se consignan en sus taquillas. Lo anterior quiere decir que en los períodos antes determinados recibieron entre 36 causas al mes; cifras las anteriores que hace 3 años podían contabilizarse con frecuencia diaria.

Otro indicador es el que revelan las cifras recogidas del portal de internet del Tribunal Supremo de Justicia, donde las estadísticas indican que uno de los más eficientes de esos 45 Tribunales Laborales de Caracas, en el primer semestre del año 2014 emanó 97 decisiones; en el año 2015 dictó 77; en el 2016 publicó 27 y en lo que va de 2017 firmó 31. Es decir, ocurre un declive en la producción de decisiones de más del 68% entre los resultados del primer semestre de 2014 y en igual período del 2017.

Estos “numeritos” muestran parte de las heridas de la “Guerra Económica” en el campo de batalla de la Justicia, específicamente en uno de las especialidades del Derecho que históricamente es la de mayor conflictividad.

Las lecturas que cualquier “numerólogo” puede darle a esta situación son plurales. Unos creerán que hay menos juicios laborales, porque no existe conflictividad socio-laboral gracias a las medidas de seudo protección dictadas por el Ejecutivo Nacional.

Otros, en cambio, opinamos que no es así ya que hoy en día la conflictividad existe y decrece por dos razones que no se excluyen entre sí: una es que las partes prefieren soluciones rápidas, donde el trabajador reciba sus prestaciones laborales de inmediato para que la inflación no se coma sus pretensiones en un juicio; y la otra es que porque proporcionalmente hay menos puestos de trabajo que la alienten a causa del desempleo formal.

Lamentablemente la muy defendida herramienta de la estabilidad absoluta (gracias a los Decretos contra la “Guerra Económica”) no se debate en los Juzgados ni en las Inspectorías del Trabajo, quedando solapados los procedimientos por los acuerdos forzados debido a la necesidad del llamado “débil jurídico”.

También hay que ponderar el castigo que el Banco Central de Venezuela (BCV) imparte a los trabajadores venezolanos, gracias a que no sincera sus las cifras de inflación lo cual repercute negativamente en la futura indexación de las cantidades demandadas.

Como siempre la historia la escribirán los vencedores de las guerras y otra cosa es la historia contada por sus protagonistas al mejor estilo de Herrera Luque, pero por el momento sólo se contabilizan los caídos y los heridos.

Quién sabe si de esta guerra quede alguien que cante victoria.

Maurizio Cirrottola Russo

Abogado

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