De magos y charlatanes

El 16 de julio hubo una protesta. Ese acto jamás puede considerarse vinculante para justificar la creación de un gobierno transitorio, como proponen algunos. Por lo tanto, mal puede tenerse como instrumento jurídico para desconocer al actual gobierno. A muchos no les gustará pero es así.

No deseo polemizar, porque creo, como bien lo leí de alguien en alguna de las redes sociales, que debemos sumar, jamás restar. Sin embargo, la juridicidad del proceso del 16 de julio pasado no es suficiente para establecer un acto jurídico válido que permita constituir un nuevo gobierno. Estados Unidos, de hecho, ya ha dicho que no lo reconocería. Esto nos obliga a comprender que en efecto, queramos o no, hay que establecer un diálogo. Si queremos sumar, debemos dejar de lado las majaderías y los egos, y negociar. Estoy al tanto del carácter autocrático y la tozudez de la élite, pero reducir la negociación a un convite con esa cúpula es cuando menos, miope. Es de una simpleza imperdonable.

Las posturas radicales ayudan a esa élite, aunque sus autores se rasguen las vestiduras y nieguen que son ellos, una involuntaria quinta columna. La complejidad del momento actual cuenta entre sus aliados más importantes a la serenidad y la cordura. Posiciones corajudas y gritos estridentes no van a lograr que la sociedad se reúna alrededor de una salida razonable y sobre todo, exitosa. Yo mismo he criticado a la MUD, pero jamás he desconocido su protagonismo en la crisis que hoy tiene al gobierno arrinconado. Cometió errores, desde luego. Reúne en su seno a más de treinta organizaciones políticas con ideologías diversas. Es impensable que no haya discrepancias y que entre sus allegados no se sumen extremistas y lo que en otros días llamaban tibios.

Ni yo ni nadie posee el monopolio de la verdad ni la solución perfecta. La salida a esta crisis pasa por un consenso entre diversos actores, muchos de ellos ajenos e incluso, contrarios a la propia MUD. Y ese consenso supone conceptualmente la negociación. Sin apoyo internacional no hay cabida a una transición. Tampoco sin el apoyo castrense. Sin un pacto para la gobernabilidad que incluya al chavismo light y al disidente será muy difícil la viabilidad de un eventual gobierno de transición. No hay pues una solución mágica que este o aquel puedan sacar del sombrero, como el mago, al conejo. Quienes pregonan tales salidas se ciegan ante una realidad mucho más compleja.

Hay demonios aguardando su oportunidad para dar su zarpazo. Agazapados, esperan los Chávez y los Pérez Jiménez, y claro, los oportunistas dispuestos a azuzarlos. La falta de serenidad y de cordura puede conducir a escenarios mucho peores. Bien decía Murphy, el de la ley, que nada está tan mal que no pueda empeorar. La solución a esta crisis está resultando cruenta pero ya decía Thomas Jefferson: el árbol de la libertad debe regarse de vez en cuando con la sangre de patriotas y tiranos (sobre todo cuando sin pudor, la inteligentzia aupó y dejó florecer a un Bonaparte criollo, a un reyezuelo sin talento). Sin embargo, la imprudencia puede hacer que esa sangre haya sido derramada en vano. Eso sí sería imperdonable.

Francisco Martínez Pocaterra

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