La soledad de los hondureños

Gente en la calle en manifestación contra la corrupción.
Gente en la calle en manifestación contra la corrupción. (Foto Celarg)

por Mariza Bafile

Se debilita en Honduras la Misión contra la impunidad y la corrupción (Maccih) de la OEA encabezada por el jurista peruano Juan Jiménez Mayor. Con una carta muy dura en la cual responsabiliza al Secretario General de la OEA Luis Almagro de escaso interés y respaldo, Jiménez Mayor dimitió del cargo de Jefe de la Misión, seguido por sus más estrechos colaboradores, el procurador Julio Arbizu, y el juez chileno Daniel Urrutia.

Es un duro golpe para la sociedad hondureña.

Tras dos años de trabajo intenso los diez abogados que integraban el Maccih habían logrado destapar una red de corrupción en la cual estarían involucrados sesenta diputados, cuyo número podría duplicarse, incluyendo al Presidente de la Asamblea. En la mira estaban también el ex Presidente Porfirio Lobo y su esposa por sus aparentes vinculaciones con el cártel de los Cachiros, el que manejaba la concesión de los proyectos hidroelétricos. Es el mismo cártel contra el cual están luchando arduamente los ecologistas y las comunidades indígenas. En los últimos tiempos también había filtrado la información según la cual existirían pruebas de corrupción de algunos políticos ligados al Partido Nacional del actual Presidente Juan Orlando Hernández en relación con estas y otras concesiones.

Recordamos que la lucha contra los trabajos de las multinacionales que están amenazando la vida y el hábitat de los indígenas, le ha costado la vida a varios ecologistas, entre ellos a Berta Cáceres, valiente representante del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), que reúne a 120 comunidades nativas del pueblo Lenca, el más importante del país.

Muchos los obstáculos que tuvo que superar la Misión contra la impunidad y la corrupción, entre ellos la reforma de ley, denominada “pacto de impunidad” que transfirió gran parte de sus competencias al Tribunal de Cuentas controlado por los partidos políticos. Una estratagema que frenó muchas pesquisas, entre ellas la que investigaba la red de sobornos de la constructora Odebrecht a funcionarios de los últimos gobiernos.

Honduras es un país dramáticamente pobre. Según el informe de la Cepal, es uno de los más pobres y de los más desiguales de América Latina. La situación se vuelve aún más dramática en las zonas rurales. Es también una nación con un altísimo índice de emigración. Hambre, violencia, falta de oportunidades, empujan a niños, jóvenes, familias enteras, a buscar fuera de sus confines mejores oportunidades. La mayoría trata de llegar a Estados Unidos pasando por México. Escapan, aún a sabiendas de que muchos no lo lograrán, que muchos morirán o desaparecerán, víctimas del tráfico de seres humanos que es tan lucrativo como el de la droga.

El anillo más débil de una cadena ya de por sí marcada por el dolor, son las mujeres. En Honduras el índice de violaciones de niñas y adolescentes es altísimo, como testimonian los informes del Observatorio de la Violencia de la Universidad Autónoma de Honduras y de organizaciones feministas. A pesar de eso el aborto está terminantemente prohibido. Las penas pueden llegar a los diez años de cárcel. Muchas veces las denuncias llegan de los mismos médicos quienes reciben a mujeres en graves condiciones de salud a causa de los abortos que se realizan con métodos caseros.

Con la últimas elecciones los hondureños también perdieron todo rastro de democracia. El actual Jefe de Estado Juan Orlando Hernández asumió la Presidencia en medio de graves irregularidades y de protestas sofocadas con violencia. Catorce personas murieron y casi novecientas mil fueron encarceladas. La falta de transparencia en el proceso electoral ha sido denunciada por muchos organismos internacionales, entre ellos la misma OEA, la Unión Europea, la Ong Human Rights Watch y también, con la tibieza que lo caracteriza, el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres.

Único silencio estridente el de los Estados Unidos. Después de las elecciones el gobierno norteamericano no solamente consideró que en Honduras se estaban respetando los derechos humanos sino que aprobó un paquete de ayudas económicas para el combate del narcotráfico. Oxígeno para el gobierno de Juan Orlando. Según algunos analistas la posición de Estados Unidos se debe al temor que suscita la cercanía del candidato opositor Salvador Nasralla con el ex Presidente Manuel Zelaya y con el chavismo.

Sean cuales sean los juegos que la política nacional e internacional está desarrollando detrás de bastidores, la realidad es que la sociedad hondureña está cada vez más sola, en un país pobre, violento y sin democracia. En el mientras, la política migratoria de Trump vuelve cada vez más inalcanzable la ilusión de una vida mejor en Estados Unidos. Los únicos que celebran tanto dolor son los traficantes de seres humanos quienes los esperan en el camino a sabiendas de que cuando la desesperación supera los miedos, un pequeño sueño es todo lo que queda y por él vale la pena arriesgar la vida.