Más allá del dar

Una mano estirada
Es increíble la solidaridad de muchísimas personas, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras

Frente a la crisis que vivimos en Venezuela es increíble la solidaridad de muchísimas personas, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Es verdad que ciertas cosas deberían estar garantizadas por quien le corresponde esa responsabilidad (salud, educación, alimentación y seguridad), y aparentemente no sería necesario que tuviéramos que apoyarnos entre nosotros. Pero más allá de todo el análisis macro-social y político, y del deber ser o no ser, les comparto que es fantástico ser receptor de la solidaridad.

Las últimas semanas he estado enfermo, tuve que entrar tres veces a quirófano por un problema renal y posteriores complicaciones. Unas veces porque simplemente me tocaba, y otras por negligencia del personal médico de guardia y de enfermería, frente a los cuales experimenté largos episodios de dolor. Un sufrimiento muy intenso que no vale la pena detallar. Sin embargo, quisiera retomar dos cosas que me impactan ahora que estoy saliendo de ese período tan complicado.

En primer lugar, quisiera rescatar el valor del dolor cuando se ofrece por algo más grande. Desde el inicio de esta enfermedad no me ha faltado nada. Medicinas, médicos, instrumentación y sobre todo familia y amigos que han estado a mi lado. Esto no es obvio en Venezuela hoy en día, por eso recuerdo en esas noches de dolor mi plegaría rezando el rosario y ofreciendo por todas las personas que sufren y mueren por no tener medicinas, por quienes no tienen amigos como yo que mueven cielo y tierra para que no me falte nada. Igual era explícito mi agradecimiento por todo lo que tengo, así como mi petición por la salud de todo el mundo.

Aunque he experimentado dolor en mi vida, es increíble cómo sólo escribiendo esto (que es la ayuda que necesito para hacer consciente lo vivido), descubrí que algo que escribí hace un tiempo sobre las palabras de Davide Rondoni en relación al dolor ,eran letra muerta para mí. Rondoni dice que “De cómo un hombre se coloca ante el problema del dolor se comprende cómo se coloca ante el problema de la existencia por entero”.

Me recordaba también de una querida amiga que en un momento complicado de su vida me decía: “yo le pido a Dios que no pase esta situación hasta entender qué quiere Él de mí”. Yo no soy tan valiente, ni místico  y lo primero que pedía es que se me quitara el dolor, y luego todo el resto, pero creo que la pregunta es más que pertinente: ¿por qué tenemos que sufrir? ¿vale la pena pasar por estos momentos? He descubierto que vale la pena vivir TODO, porque todo lo que pasa tiene un significado, lo bueno y lo malo, lo placentero y lo doloroso, lo útil y lo que pensamos que no lo es. Dios se vale de toda la realidad para que nos pongamos “ante el problema de la existencia por entero”.

Lo segundo, es experimentar ser objeto de la solidaridad de otros. Ser objeto de la bondad, del amor. Siempre he intentado ayudar a los demás, pero estar indefenso y ser destinatario de esa ayuda es una cosa del otro mundo. ¿Por qué me toco a mí? Es la primera pregunta que me hago, y no tanto sobre por qué me enfermé, sino por cómo se ha dado todo en este tiempo: conseguir médico, las medicinas que pedían, el dinero que apareció, que haya alguien que me cuide, etc. en un país donde todo falta. En mis delirios con fiebre muy alta y leyendo los mensajes de muchísimas personas me daba cuenta de que, sin habérmelo propuesto o proyectado, yo he acompañado y tratado de ayudar a mucha gente. Nunca lo hice pensando en un resultado que me diera un retorno personal, como el típico “hoy por ti y mañana por mí” que al final es un gran chantaje; o pensando que todo lo bueno y malo se devuelve (de hecho, respeto a quien lo hace, pero yo no creo ni un milímetro en el karma); o siquiera para sentirme bien con mi conciencia “haciendo el bien” o para hacerme un “selfie” solidario.

Estoy de acuerdo con Fito Páez cuando dice: “Dar es dar … No cuento el vuelto, siempre es de más … Dar es dar, lo que recibes es también libertad”

Pero me resulta insuficiente la canción cuando sigue diciendo: “Dar es dar … es solamente una manera de andar; … Y no explicarle a nadie, no hay nada que explicar…”; porque yo sí necesito explicaciones, darme respuestas a mí mismo de dónde nace este “Dar es dar”. (Fito Páez, Dar es Dar)

Mi respuesta al por qué recibo y doy ha sido el reconocimiento, una vez más, de que yo no soy el señor de la historia. Puedo hacer el bien y el mal, pero al fin de cuentas todo lo bueno que hago es gracias a Otro. Yo no me di la vida y no elegí nacer en 1971 de mis padres en una dictadura en el cono sur, tampoco decidí llegar de pequeño a este hermoso país, no me auto-eduqué para aprender a aprovechar las oportunidades y esforzarme a vivir a tope. Es cierto que sin mi esfuerzo, trabajo, dedicación y decisiones no llegaría muy lejos, pero, al igual que el aire que respiro, el resultado final de lo que hago no depende de mí. Hay Algo más grande que permite que todo suceda y tenga un valor. Porque es verdad que una persona desesperada (con una dosis de valentía) o que sufra una enfermedad, puede decidir quitarse la vida, pero para vivir no todo se puede reducir a decisiones, propósitos, planes, sueños y la propia voluntad. Todo eso es necesario, pero sin ser consciente de ser objeto del Amor de Algo más grande que nosotros, nos quedaríamos a mitad de camino.

Para los cristianos todo el sufrimiento y la muerte ya fue vencida por Jesús de Nazareth, y hoy llega a cada uno de nosotros si estamos disponibles y sencillos a ser objetos de Su Amor. Por eso además de “Dar es dar” me gusta “Grace” de U2, porque ese Amor, esa Caridad es una Gracia:

“Y cuando ella camina por las calles … puedes oír los acordes … Gracia encuentra el bien en todo.

Lo que una vez hirió, lo que una vez causó fricción, lo que dejó una marca ya no pica …

Porque Gracia hace bellas las cosas feas”. (U2, Grace)

Alejandro Marius

www.linkedin.com/in/alejandromarius
www.trabajoypersona.org