Bruno Manara: pasión por las letras, amor por la ciencia

Bruno Manara dicta una conferencia
Bruno Manara Profesor, botánico, excursionista, fotógrafo, dibujante y autor. (Foto cortesia El Universal)

La leyenda cuenta del tiempo en que el valle y el mar no estaban separados, hasta que un día los primeros pobladores decidieron profanar las leyes divinas y la diosa del mar ofendida, desató sobre ellos toda clase de calamidades hasta que no se arrepintieran por la afrenta hecha,  su furia fue tan devastadora que levantó la más grande ola que jamás se había visto y justo cuando esa ola venida de lejos se disponía a ¡arrasar con todo y todos! la gente se arrodilló e imploró perdón y fue en ese momento cuando la diosa se compadeció y convirtió la onda en la gran montaña que es hoy y todos gritaron: ¡Guaraira Repano¡ ¡Guaraira Repano¡ nuestro hermoso e imponente Ávila multicolor como le ocurre al mar con el paso del sol.

Esta historia la escuché durante una excursión al Camino Real que conectaba La Guaira con Caracas. Una experiencia realizada gracias a la labor de la Fundación Historia, Ecoturismo y Ambiente (Fundhea). De hecho fue a través de sus redes sociales que me enteré cuando leía en su cuenta oficial de instagram como despedían cariñosamente al profesor Bruno Manara con estas palabras: “…fue un honor conocerle, ¡El Ávila está de luto¡…”

Bruno Manara, llegó a Venezuela, como tantos y tantos oriundos italianos que durante la postguerra por La Guaira desembarcaron y que de esta tierra se enamoraron. Vino desde la ciudad de Romeo y Julieta, de esa ciudad que ha sido cuna e inspiración de universales y eternas letras, la vida de sus ciudadanos fueron incluso cantadas por el padre de la lengua italiana, al dedicarle algunos versos a la familia de los Capuleto y a la de los Montesco. Bruno Manara nació en esa ciudad que aún hoy ostenta con justo orgullo su anfiteatro romano, quizás del mundo, el mejor conservado y que sigue siendo escenario para extraordinarios conciertos: ¡La Arena de Verona!

Fiel a ese bagaje cultural milenario que albergaba su alma, estudió y se graduó como profesor de literatura en el Instituto Pedagógico de Caracas y completó su formación humanista en la Universidad Central de Venezuela (UCV), al graduarse en Filosofía y Letras.

Su vocación era educar, mostrar, evidenciar  y es así que se dedicó a enseñar latín y griego bíblico en la Facultad de Filosofía y Teología de la Universidad Católica Andrés Bello, así como fue docente de gramática castellana en el Instituto Venezolano de la Audición y el Lenguaje.

Pero Bruno además era un apasionado científico y un extraordinario ilustrador, su padre le había enseñado a dibujar y esa habilidad la había llevado a niveles de excelencia en Venezuela, al punto de ser reconocido como un “insigne botánico”, a pesar de no tener estudios académicos formales en esta área. Leemos en el portal oficial de la Fundación Tierra Viva, una ONG dedicada a la promoción del desarrollo sustentable, las numerosas manifestaciones de afecto y reconocimiento a su labor,  lamentando la prematura partida de uno de los más representativos exponentes de la botánica nacional.

Desde la biblioteca Henry Pittier, el Herbario Nacional, el Instituto Experimental Jardín Botánico “Dr. Tobías Lasser” de la UCV hasta la fundación Avepalmas, a través de su presidenta la Arq. María Teresa Novoa quien con emotivas palabras reseñaba: “…El Maestro Manara siempre nos impresionó por su enorme conocimiento, talento y entrega al estudio de nuestra naturaleza, envuelto en expresiones de humildad, introspección y sencillez…quedo tanto que aprender de él, te recordaremos en medio de las criaturas que amaste”

No pude dejar de pensar al leer esa nota, en el doctor Bruno Mazzani, otro insigne italiano que hizo vida en Venezuela y destacó en el campo de las ciencias sobre todo en el campo de las oleaginosas, pero con una formación humanista de primera línea (era entre otras cosas un apasionado de Dante Alighieri y sus obras), y cuya personalidad albergaba esas mismas características: humildad sencillez y del cual había tanto que aprender. Para mí esto es, o debería ser, el ideal del saber, no puede existir una adecuada formación científica sin una sólida base de instrucción clásico-humanista, porque al consolidar esa formación, desarrollamos definitivamente otra dimensión interior

Para reafirmar este concepto, nadie mejor que Roberto Vecchioni, reconocido cantautor italiano ganador del festival de San Remo 2011, pero también profesor universitario (hoy en día en la Universidad de Pavía). En una reciente entrevista realizada para el Corriere della Sera, destacaba la importancia de los estudios clásicos, de la formación humanista incluso si uno se desempeña en el área científica. En el coloquio con el periodista Matteo Speroni, Roberto Vecchioni aseguraba que es a través del estudio de los clásicos donde uno puede encontrar el origen de aquello que puede darle un sentido a la existencia. La cultura clásica nos hace libres y nos ayuda a entender que no existe una forma de evolución única e inalterable, sino más bien un progreso útil y otro inútil. El estudio de los clásicos sirve para enfrentar no solo la juventud, con sus problemas, sino todo el recorrido que es la vida.

Bruno Manara, era todo esto y más, fue un inquieto excursionista, un apasionado fotógrafo, un dibujante detallista y un prolífico autor, al punto que Monte Ávila Editores, le dedicó también una importante reseña de despedida reconociendo su participación y autoría en innumerables publicaciones.

A medida que leía las notas de afecto hechas por El Nacional, El Universal y un sinfín más hacia este versátil ciudadano, otro insigne italiano vino a mis pensamientos, uno que conocí a través de las conversaciones con el doctor Mazzani quién además era su compadre: el doctor Rene Croizat (RC), fundador del jardín xerófito de Coro. Unas pláticas que me abrieron las puertas para dictar en una Universidad en Aragua, la conferencia sobre la vida y obra de ese controversial personaje y que titulé: RC ejemplo de la versatilidad del genio italiano; una vez más la sólida formación humanista fueron las bases para lo que sería su extraordinario aporte a la biogeografía mundial.

Porque eso era también Bruno Manara, de hecho, la Dra. Yaroslavi Espinoza, declaraba en el portal de Tierra Viva que el profesor Manara era un “Fiel amante y promotor del conocimiento de la naturaleza, la cultura, la historia, la literatura y las lenguas, su corazón ya pertenecía a la montaña y ahora su alma es parte de todo…”.

Bruno Manara dejó su cuerpo pero heredamos de él todo su conocimiento y su saber y al igual que lo canta Roberto Vecchioni en su canción Samarcanda, hoy podemos cantarle a su alma, al alma del profesor Bruno Manara que sin duda alguna está en el Ávila: “…Corri cavallo, corri di là, ho cantato insieme a te tutta la notte, corri come il vento che ci arriverà” una oda a esa intrínseca aspiración del hombre a la eternidad y Bruno Manara se ha hecho eterno en Él Ávila, en su Samarcanda.

Mariano Palazzo

@marianopalazzo

Bibliografia

https://www.antiwarsongs.org/canzone.php?lang=it&id=7914

https://milano.corriere.it/notizie/cronaca/18_febbraio_18/milano-vecchioni-boom-liceo-lo-studio-classico-da-senso-vita-13ecd3f6-140f-11e8-93af-70bfe0994910.shtml

http://monteavila.gob.ve/2018/09/06/monte-avila-editores-le-dice-adios-a-bruno-manara/

http://mayores.uji.es/wiki/index.php?title=Mitos_y_Leyendas