Un viaje de ensueño: saliendo del Paraíso Terrestre con llegada al Paraíso Celeste (I)

Dante e Beatrice.
Dante e Beatrice.

Primera parte: La estación de despegue

Por @aldosognando

Comienzo mi disertación de hoy parafraseando lo escrito por uno de los más importantes dantistas del siglo XX, Vittorio Sermonti: “Juntos, amigo mío plural, hemos descendido con Dante-Pecador al embudo del infierno hasta el disco de hielo que lo tapa, nos hemos trepado con Dante-Penitente por el monte purgatorio hasta el pinar, espeso y vivo que lo corona. ¡Como Dante (y como yo, dice Sermonti), probablemente también tú… tú! ¡tú! ¡yo!… nosotros! Hemos tenido mayor dificultad para subir que para bajar y ahora nos toca despegar en vertical con Dante en predicado de beatificación. A través de los siete cielos planetarios más dos cielos adicionales en ruta hacia la sede de los beatos, de los ángeles y de ¡Dios!”

Pero antes de navegar en las profundidades del universo, revisemos una vez más la estación de despegue del paraíso terrestre, lugar de encuentro entre nuestro Dante-peregrino y la hermosa dama que nos guiará en este viaje interestelar.

Cuando en el canto XXVII dejamos las abruptas pendientes del monte purgatorio, para irrumpir a través de un ardiente muro al Edén original, nos topamos con una figura femenina misteriosa y fascinante que para muchos expertos dantistas, como Emilio Pasquini, simbolizan la prodigiosa convergencia entre el mito pagano y el cristiano: Matelda la llamó el Dante-autor.

Este encuentro sucedía bajo un fondo musical el Beati, quorum tecta sunt peccata, o en otras palabras Bienaventurados aquellos cuyas depravaciones han sido perdonadas y cuyos pecados han sido velados, la música coral fue una constante durante todo el ascenso por la colina del arrepentimiento, la música cristiana inundaba cada terraza, la misma melodía que le da entrada a la gran procesión cristiana que representa toda la historia de nuestra Iglesia

Desde los siete dones del Espíritu Santo descritos por Isaías: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y amor de Dios que irrumpen cantando el Hosanna, palabra de júbilo de origen hebreo y que pasó a otras lenguas a través del latín y que equivale a ¡salve!, ¡salud!, ¡viva!, usada por la Iglesia Católica en varias oraciones y de modo especial en el himno del Domingo de Ramos, le siguen los veinticuatro viejos-libros del Antiguo Testamento según el canon de los Hebreos, todos ellos cantando el Tú, bendita eres en las hijas de Adán y bendecidas sean eternamente tus bellezas, continúan cuatro formas animalescas que representan a los cuatro evangelios: San Juan en forma de águila, El león de San Marcos, el buey de San Lucas y el mismo ser humano personificado en San Mateo,, según como fueron representados por el profeta Ezequiel (1: 4-14), todos ellos además con alas en sus espaldas simbolizando la rápida difusión de la Buena Nueva. En medio de ellos, un carro, al igual de aquellos que se usaban en los triunfos romanos, con sus dos ruedas, el AT y el NT o que pudiesen significar también la vida activa y la vida contemplativa, este carro triunfal estaba jalado por un Grifo, que siguiendo la simbología medioeval inventariada por Isidoro de Sevilla, representa Nuestro Señor Jesucristo con sus dos naturalezas: la humana y la divina, alrededor de la rueda derecha bailan tres damas: las virtudes teologales, la dama roja que representa la caridad, otra mujer de color verde que simboliza la esperanza y finalmente esta la fe vestida de blanco, mientras que en la rueda de la izquierda eran 4 las que hacían fiesta: las virtudes cardinales: el ritmo lo marca la prudencia, que es aquella que conserva una buena memoria de las cosas vividas y conoce las presentes, avizorando adecuadamente las acciones futuras, ella junto a la Justicia, Fortaleza y Templanza están vestidas de púrpura, tal y como lo describe en su Suma Teológica, santo Tomas de Aquino, I-II, q. 65, a 2, quien afirma que sin la caridad la función de estas no sería posible.

Van cerrando este séquito dos viejos con ropas diferentes, pero ambos de actitud honesta y firme quienes representan los dos textos bíblicos fundamentales: los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas de San Pablo en la forma (no en el cuerpo) de san Lucas y la del mismo Saulo de Tarso, siguen cuatro de apariencia humilde que simbolizan las epístolas de San Pedro, San Juan, Santiago y San Judas o porque no los grandes doctores de la Iglesia: San Gregorio Magno, San Jerónimo, San Ambrosio y San Agustín.

 

Para cerrar un anciano algo apartado, absorto en visiones místicas, es el Apocalipsis de San Juan y un poco más atrás, para finalizar, los restantes libros del Nuevo Testamento, la santa biblia al completo. Cerca del carro del Magisterio, aparece luego la bella Beatriz-teología que increpa duramente al Dante vivo, resonando por primera, y única vez, en todo el poema el nombre de nuestro poeta, para reclamarle su desvío terreno, que casi lo condenan en perpetuo, desoyendo incluso los consejos que en sueños ella le profería. Es imperativo entonces un arrepentimiento sincero, completo y sólo una vez hecho esto, nuestro astronauta medioeval, estará puro y dispuesto para subir a las estrellas.

Las mismas estrellas que vimos cuando salimos del infierno, las mismas que disfrutaremos durante nuestro viaje una vez que despeguemos de nuestra estación espacial habiendo cumplido con todos los requisitos de embarque y podamos realizar nuestro viaje sideral hasta llegar, de la mano del místico San Bernardo, al primer Amor, y al igual que todos aquellos que ven algo mientras sueñan y que tras ese sueño la emoción de ese encuentro permanece impresa, así nos sentiremos, compartiendo la exasperación de nuestro Dante-Poeta cuando ya su verbo se haga corto y débil para poder describir lo que nosotros a través de él veremos, y junto a él experimentaremos, nutriéndonos del Amor che muove il sole e le altre stelle (Paraíso XXXII, XXXIII).

 

Un viaje interestelar que trataremos de hacer sin perder el rastro que van dejando nuestros guías para no extraviarnos en ese vastísimo mar del ser, que es el universo del conocimiento teológico-filosófico, pero esto lo haremos una vez nos embarquemos…