¿Es posible salvar la democracia?

Sombras
¿Es posible salvar la democracia?

La democracia en el mundo pareciera estar profundamente enferma. Y nunca como en estos últimos años politólogos, economistas, sociólogos e internacionalistas han realizado estudios profundos para entender cuál es su enfermedad y cómo curarla.

En la hermosa estructura de Casa de América en Madrid, el sociólogo Tomás Páez ha presentado la segunda edición del libro Democracia y Autoritarismo en América Latina (Kalathos ediciones 2019), recopilación de ensayos escritos por el mismo Páez y por Carlos Alberto Montaner, Alejandro Arratia, Trino Márquez, Gustavo Portillo, Carlos Raúl Hernández, Alejandro Oropeza, Leonardo Vivas. Lo acompañaron en la discusión, Manuel Alcántara, catedrático de la Universidad de Salamanca, Manuel Hidalgo Trenado, profesor de Política Comparada e Internacional de la Universidad Carlos III de Madrid y Erika Rodríguez, coordinadora del panel de América Latina de la Fundación Alternativas.

Los análisis que desarrollaron, la animada conversación que siguió con la participación del público, mostraron no solamente diferentes facetas de las fortalezas y debilidades de nuestras democracias sino la rapidez de su transformación y la dificultad, para los estudiosos, de fotografiar en sus páginas, esa actualidad cambiante.

Como dice el filósofo Daniel Innerarity en su último libro “Una teoría de la democracia compleja”, el problema de nuestras democracias consiste precisamente en la incapacidad de entender la complejidad que deriva de las transformaciones de las sociedades.

Por un lado, como muestra el último informe de Oxfam, se agravan problemas viejos como la desigualdad económica. Según el estudio de Oxfam actualmente hay 2153 milmillonarios quienes poseen más riqueza que el 60 por ciento de la población mundial. En América Latina y el Caribe el 83 por ciento de la concentración de la riqueza está en manos del 20 por ciento de la población. Paralelamente está aumentando la pobreza extrema. En 2019 el 10,7 de la población vivía en condiciones de pobreza extrema.

Son cifras que explican, en parte, el malestar de las poblaciones y las grandes manifestaciones que han llenado las calles de diferentes naciones durante el año pasado. Sin embargo, son mucho más numerosas y complejas las razones que están llevando a un auge cada día más preocupante de los autoritarismos. Imposible sería crear una línea única para explicar la rabia que expresan las poblaciones en los diferentes países. No son iguales las protestas que se desencadenaron en Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, de las que llenaron las calles de Hong Kong, o de América Latina. Y tampoco lo son entre los mismos países de América Latina.

Sin embargo, todas llevan a un igual debilitamiento de las democracias y a una creciente demanda de autoritarismo, de reducción de los poderes de las instituciones a favor de una única persona dispuesta a resolver problemas, sin importar su costo.

En los últimos años los investigadores de Latinobarómetro han mostrado el lento pero imparable deterioro de las democracias. Su último informe analiza 2018, un año que Latinobarómetro define “annus horribilis” por la gravedad de las cifras que muestran el altísimo índice de ciudadanos quienes perdieron la confianza en la democracia.

Como bien dice la investigadora Marta Lagos, Directora Fundadora de la Corporación Latinoabarómetro, en su análisis lúcido y exhaustivo “El fin de la tercera ola de democracias” que comenta los resultados del informe Latinobarómetro 2018: “En el mundo entero hay retrocesos de la libertad, la justicia, la equidad, en pueblos que habían logrado avanzar en ello”. Y hablando de América Latina subraya: “Ya no son los autoritarismos militares (que fracasaron con la llegada de la tercera ola democrática), sino que son nuevas formas de dominación autocrática, no siempre identificados como tales en el instante que éstas surgen.”.

Corrupción, narcotráfico, desigualdades son el caldo de cultivo en el cual germina el mal del autoritarismo, pero hay otros factores que no podemos dejar de considerar. Uno de los más importantes es la incapacidad de los gobiernos de dar la más mínima solución a problemáticas tan actuales y urgentes como, por ejemplo, el calentamiento global. Y también a la discriminación que sufren todas las minorías, a las olas inmigratorias, y a la expansión de las religiones. En América Latina en particular, la penetración masiva de la evangélica está determinando el auge de varios presidentes, entre ellos dos muy diferentes entre ellos: Jair Bolsonaro en Brasil y Andrés Manuel López Obrador en México.

Cual espejo que se rompe en mil pedazos reflejando partes de una misma imagen, la democracia tiene múltiples facetas y la mayoría de los textos y artículos que analizan su debilidad abren interrogantes nuevos y pocas veces ofrecen respuestas.

Quizás todos deberíamos replantearnos nuestro compromiso con la sociedad, con la libertad, con los derechos humanos. Posiblemente deberíamos modificar algunos de los mecanismos de la democracia. Sin embargo, lo más importante es evitar la destrucción de lo existente en aras de algo que se halla solamente en los sueños y ambiciones de los nuevos mesías.

Mariza Bafile