Tócame

Tócame
Tócame

—¡Tócame!

—¿Cómo? — pregunto.

—Así…—Coge mi mano y la apoya sobre su verga.

Enseguida la quito.

—¿Estás loco? Aquí, en la calle, con toda esta gente— le contesto desde mi asombro.

Miro alrededor con la esperanza de que nadie nos haya visto.

—¿Sabes cuánta gente practica sexo por la calle sin que nadie los vea? ¿Por qué te sorprendes? — Retoma mi mano.

—¿Y a cuántos les graban y terminan en las redes sociales? — me apresuro a contestar

—¿No te gusta saber que te miran mientras me acaricias? — Sigue con su tono provocador

—¿Pero…qué te has tomado? — Aún no entiendo si está de broma o si está hablando en serio.

—Tengo ganas de algo diferente— Me lleva hacia él y me aprieta fuerte. —Sabes cuánto me gusta el sexo. ¿Qué tiene de malo probar cosas nuevas? —Me susurra con voz sensual acariciándome el pelo.

—¿Quieres saber lo que haría en este momento? — No me deja contestar, sigue —Te besaría. Mi lengua en tu boca, pasando por tus labios, mojándolos con mi saliva mientas mi mano escudriña por debajo de tu camiseta buscando tus deliciosas curvas, sentir cómo el pezón crece entre mis dedos. ¿Lo ves? ¿Ves cuánto te deseo?

—Para— le ordeno jadeando. Apretando aún más mi cuerpo al suyo noto su polla dura entre mis piernas.

—Intenta pararme. ¿Te gustaría sentirla dentro? —Huele mi pelo entre el cuello y la oreja.

—Vamos a casa—le digo con la esperanza de haber tenido una estupenda idea.

—Bésame— me calla con sus labios.

Las manos frías por debajo de mi camiseta me provocan escalofríos de placer y de miedo al mismo tiempo. Menos mal que es de noche, pienso.

Alrededor nuestro, las voces de la gente en la calle parados en el mismo bar, con copas de vino y cervezas, nos hacen compañía. Aun así, no son sus voces y su presencia lo que me pone nerviosa, sino el deseo incontrolable que siento hacia este hombre y su poder sobre mí, llevándome a hacer todo lo que no haría con nadie más, o por lo menos, que no he hecho con nadie hasta ahora.

—¿Lo ves? ¿Por qué no la acaricias como sabes hacer tu? —lleva mi mano por encima de su vaquero —¿Ves qué dura está?

Cedo. Escondo su cuerpo tras el mío. Lentamente bajo la cremallera y con los dedos toco el tejido de los calzoncillos. Debajo me encuentro un cúmulo de carne y venas que se agita con el toque de mi mano. Cuelo los dedos entre la goma y la pierna, encuentro los primeros pelos. Voy más adentro, noto la piel suave y tiesa. Gimo en su boca donde ahogo mis placeres.

—Adoro tu polla. Es perfecta. ¿Sabes lo que daría ahora por tenerla en mis labios? — Pierdo el control.

—Dímelo. Dime lo que me harías—Me suplica a través de un suspiro.

—La apretaría fuerte en mi mano para controlar sus espasmos, sintiendo sus venas engordando. La apoyaría en mis labios sintiendo el fuego de su capullo, mojándolo con mi lengua…

La noto crecer cada vez más. La acaricio de arriba abajo, recorriendo cada su curva, hasta llegar a llenarme la mano con sus huevos.

—Continúa— me ordena.

—Estoy de rodillas, frente a tu ofrenda. Bajo los calzoncillos, dejo al descubierto tu capullo brillante, mojado por mis labios, por debajo, por arriba y por los lados. Te estoy mirando, te veo, sabes, sé lo que estás pensando.

—¡Hazlo! — me incita a seguir con mi cuento susurrándome al oído con su polla en mis manos.

—Tengo ganas de que me folles la boca, de chupártela, de apretártela. Dejarla apoyada en mi lengua y empujarla hasta el fondo. Tenerla en la mano empujando la piel arriba y abajo mientras mi lengua chupa el capullo.

—Es justo lo que estaba pensando. Agárrala con las dos manos—Me dice frotando su cadera con la mía.

—Estoy toda mojada— le contesto.

—Déjame sentirlo. Deja que mis dedos se mojen de ti, de tu sabor. Quiero chuparlos de uno en uno.

Su mano acaricia mi pierna. Desde la rodilla sigue subiendo. La falda, no muy larga, esconde la obscenidad. Los escalofríos acompañan su mano mientras sigue subiendo.

—Pídeme que no pare—me susurra.

Los dedos apartan el encaje y acarician los labios—Estás mojada, muy mojada. Me gusta. ¿Sigo?

—Si no lo haces te mato—contesto rápidamente sorprendiéndome a mí misma. No me reconozco, estoy fuera de mí, excitada y deseosa.

—¿Tenéis fuego? —Una voz detrás de mi espalda me trae de vuelta a la calle. Salto por el susto. Me rio como una adolescente pillada en el acto mientras nuestras manos vuelven a su sitio.

El diario de Lilit