Venezuela, Oposición en el caos

Oposición en el caos

Oposición en el caos. Los indultos otorgados por el presidente de la República, Nicolás Maduro, a poco más de un centenar de presos políticos sorprendió a quienes no comulgan con el “chavismo”. Y, en las filas de la oposición, se armó la de tirios y troyanos.  Decimos, salieron a flote todas sus contradicciones y se pusieron en evidencia las debilidades y las limitaciones de los líderes actuales.

En 2015, cuando los candidatos de la “Mesa de la Unidad” lograron un triunfo tan aplastante como inesperado, al gobierno no quedó más remedio que aceptar la derrota. La tierra tembló bajo sus pies. Fue una campanada de alarma. Entendió que había desestimado el poder de la Unidad. Y supo que, si quería seguir con las riendas del poder, tenía que desarticular la Oposición. Fue lo que hizo.

En primer lugar, gracias a la ayuda de la Alta Corte, despojó, trasladándolo a la Asamblea Nacional Constituyente, al Parlamento de su poder. La Asamblea Nacional, a pesar de los esfuerzos de sus diputados electos democráticamente, se tornó en un cascarón vacío. Lo que el Parlamento hacía, el Tsj lo deshacía. Acto seguido, persiguió y encarceló a la mayoría de los líderes de la Oposición que habían hecho posible aquel triunfo. Muchos fueron obligados al exilio y otros tantos a encontrar refugio en Embajadas de países democráticos y amigos. La Oposición buscó nuevos liderazgos, sin mucho éxito. En los últimos meses, el gobierno, siempre con la complicidad del Tsj, se encargó de “expropiar” a los mayores partidos antagonistas. Impuso nuevas Directivas, en sustitución de las que había escogido la base.

Al éxito obtenido por la Mud, gracias a la paciencia de Ramón Guillermo Aveledo y la pericia de Jesús “Chuo” Torrealba, siguió una agonía lenta e ineludible. Comenzó el largo ocaso de la Oposición, enredada en sus propios fantasmas.

La estrategia del gobierno alimentó el incipiente caudillismo, reforzó las corrientes radicales, hizo imposible el diálogo con la disidencia “chavista”  y sembró los gérmenes de la división. Así dio al traste con todo vestigio de una posible transición pacífica hacia el restablecimiento de un régimen democrático.

Todos sabíamos que, como hoy señala el ex Gobernador Capriles Radonsky, un presidente “ad interim”, sin ejército y con escaso apoyo político interno, no tenía posibilidad de alcanzar el objetivo deseado. Y todos sabemos que, como ha señalado Luis Vicente León en repetidas oportunidades, solicitar la intervención militar no pasa de ser un exabrupto. Las mismas corrientes políticas que hasta ayer sugerían la violencia de las armas, para poner fin al actual gobierno autócrata, ahora acusan de injerencia en los asuntos internos de sus partidos a quienes, representantes de otros países, critican tantos disparates.

Las elecciones parlamentarias de diciembre no toman a nadie por sorpresa. El gobierno Maduro venía anunciándolas desde hace tiempo. No obstante, la oposición, liada en sus rencillas, no ha sido capaz de archivar las diferencias y prepararse al desafío de diciembre. Las distintas posturas frente al proceso electoral lo dicen todo. Hay quienes, desde un principio, manifestaron su disposición a participar. Hay quienes, en cambio, decidieron retirarse al Aventino. Y hay quienes todavía dudan.

El gobierno, a la vista está, tiene todas las de ganar. A través de una Alta Corte cómplice, escogió un Consejo Nacional Electoral a su medida. Permitió que un número infinito de movimientos políticos, pequeños y desconocidos, pudiera participar en la contienda electoral, atomizando el espectro político. Aumentó el número de parlamentarios, violentando la Constitución. Y expropió a los partidos político molestos, sean del color que sean – léase Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular, Copei, Tupamaros sólo para nombrar los más conocidos -. Y, ahora, sorprende con los indultos a políticos que nunca tuvieron que estar presos, refugiados en Embajadas o al exilio. En su mayoría, nunca fueron condenados por un Tribunal. Por ende, el sentido común indicaría que, en sus casos, no tendría lógica el indulto.

El camino que ha de recorrer la Oposición para devolver el país por la senda de la democracia es cuesta arriba. Serán tantas las dificultades y la complejidad de los desafíos que tendrá que superar. Pero antes, y a prescindir de los resultados del 6 de diciembre próximo, deberá transitar por una profunda autocrítica, reconocer los errores y empezar con buscar los elementos que los unen más que con señalar los que los divide. En particular, todo será en balde de no encontrar la fuerza para dejar atrás el caudillismo y las ambiciones personales. En fin, deberán buscar las bases para un pacto que les permita derrotar a la autocracia, asegurar la gobernabilidad, afianzar un sistema realmente democrático y, dulcis in fundo, garantizar una mejor calidad de vida a los venezolanos. Democracia y welfare, es lo que hoy reclama el país.

Mauro Bafile

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