Editorial – ¡Señora Díaz Ayuso, no culpe a los inmigrantes!

Inmigración e Isabel Díaz Ayuso

Inmigrantes, el as en la manga. Siempre lo son cuando alguien con responsabilidad en la administración pública, central, regional o municipal, no sabe a quién atribuir sus fracasos. Es un guion harto conocido. Y el que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, interpretó al pie de la letra en la Asamblea de Madrid. ¿De qué otra manera justificar el incremento exponencial de los contagios en la capital del País?

Un trago de su propia medicina. Cuando el presidente Sánchez decretó el Estado de Emergencia, las comunidades acusaron al gobierno de despojarlas de su autonomía. Díaz Ayuso se quejó de no poder gestionar con completa libertad. Ahora, se ha visto desbordada por las circunstancias. Y, frente a las críticas de tirios y troyanos, no encuentra nada mejor que culpar de la segunda ola de la pandemia, por demás previsible y esperada, a los inmigrantes. En su opinión, los contagios “se están produciendo, entre otras cosas, por el modo de vida que tiene nuestra inmigración en Madrid…”

Es un lugar común, el inmigrante es el jolly de la política. Hace algunos meses, fue Santiago Abascal, en sacarlo a relucir. Lo hizo para criticar al gobierno y arremeter contra sus políticas sociales. Nada extraño. Es lo que hace la derecha extrema cuando le faltan argumentos. O sea, casi siempre. Sin embargo, que lo hiciera el señor Abascal quien, olvidando el oscurantismo en el cual precipitó España con la llegada del “Generalísimo”, desconociendo las víctimas de la represión y la tortura fascista y borrando de su memoria el éxodo español una vez que se consolidara la dictadura franquista, no tuvo reparo en afirmar descaradamente que “en dictadura se vivía mejor”, no tiene nada de extraño. Que lo haga una joven política, presidenta de la  Comunidad de Madrid, sorprende.

En Madrid no hay gueto, tampoco hay únicamente barrios de clase media y acaudalada. En el sur de la ciudad, las más de las veces olvidados por quienes deberían preocuparse por ellos, se yerguen los barrios obreros. Ahí viven quienes no pueden permitirse lujosos apartamentos o áticos. Mucho menos, limusinas con chofer. Son obreros, autónomos, cuidadoras de ancianos, estudiantes cuya jornada comienza a las 5, las 6 de la mañana y termina a las 19, con su llegada al hogar. No salen de rumba. No organizan botellones.  Obligados al hacinamiento del servicio público para movilizarse, deben trabajar sin descanso para sobrevivir. Para ellos, quedarse en casa no es una opción. Son padres de familias, madres divorciadas o solteras que viven en apartamentos de pocos metros cuadrados. El hacinamiento, en los barrios obreros, es un lugar común en España. Y lo es en cualquier parte del mundo. La pandemia se nutre de la pobreza, no del modo de vida de los inmigrantes, que no es diferente del del resto de la población. Al fin de cuenta, inmigrantes los hay también en los barrios de familias acaudaladas. Ahí viven profesionales de éxito nacidos en otros países. Incluso médicos, enfermeras especializadas y científicos que no dudaron en exponerse al contagio con tal de salvar vidas.

No es acusando a quienes viven en Puente Vallejas, Usera, Latina, Carabachel o Villaverde que se aleja la pandemia, se reducen los contagios y se resuelven los problemas. Las palabras de la señora Díaz Ayuso hieren. Y hieren a todos nosotros que somos productos de la migración. Su mensaje no es diferente del de Abascal. Está impregnando de un alto contenido xenófobo, aún cuando haya negado que esa fuese su intención. Nunca nos cansaremos de señalar, y aquí volvemos a subrayarlo, la importancia de las inmigraciones en el desarrollo y crecimiento de las naciones. Es lo que enseña la historia. Y es bueno recordarlo.

Mauro Bafile

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