Orriols: “Excluir los partidos nacionalistas de la aritmética parlamentaria genera inestabilidad”

Orriols

MADRID – La percepción del ciudadano de a pie es la de un Gobierno con dos personalidades. En él parecieran convivir dos almas en permanente contraste. En la oposición, hay quien asemeja la personalidad del primer Gobierno de coalición a la doble identidad del protagonista de la novela del escritor escocés Robert Louis Stevenson “El extraño caso del Doctor Jekill y Mister Hyde”. Por supuesto, es tan sólo una hipérbole. Ni el Psoe es el doctor Jekill, ni Unidas Podemos es el señor Edward Hyde. Sin embargo, las diferencias ya no son tan sutiles y silenciosas como al comienzo de la legislación. La pregunta es: ¿Hasta qué punto pueden convivir dos almas aparentemente en polémica constante? ¿De qué manera la presencia de Unidas Podemos está condicionando las decisiones del Gobierno?

– En primer lugar, si bien es verdad que esta sea la primera vez que tenemos un Gobierno de coalición a nivel central, también lo es que en España hay una cultura de coaliciones. Han habido muchísimas a nivel local y a nivel autonómico. Es más, el Partido Socialista y Unidas Podemos ya se han encontrado en distintos niveles de Gobierno. Por lo tanto, no partimos vírgenes – precisa Lluís Orriols, politólogo, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y profesor en la Universidad Carlos III -. Ahora bien, es obvio que entre socios haya diferencias. Menos normal es que las haya a principios de una legislatura. Las coaliciones funcionan generalmente con muchas tensiones durante la campaña electoral y con silencios en las negociaciones. Después del acuerdo, sigue un período de convivencia pacífica. Los conflictos vuelven justo antes de las elecciones. Cabe señalar que el acuerdo de investidura entre el Partido Socialista Obrero Español y Unidas Podemos se firmó tres semanas antes, o muy pocas semanas antes, del Estado de Alarma y del inicio de la crisis sanitaria. El Gobierno de coalición se ha visto enfrentado a la mayor crisis económica de nuestro país y a una pandemia mundial de efectos devastadores. Ahora bien, en este contesto, no diría que el Gobierno de coalición sea inestable; más bien afirmaría lo contrario.

– Sin embargo, las estridencias son cada vez más agudas. No hay mejor ejemplo que la bronca entre el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero en los pasillos del Congreso.

El docente universitario subraya que la crisis sanitaria “echó por los aires los acuerdos alcanzados” pocas semanas antes de la difusión del virus. En fin, en su opinión, a raíz de la situación de excepcionalidad, en el Gobierno “ya no existe una hoja de ruta”. Añade:

– Hay un gobierno de coalición, pero los grandes resortes del poder los tiene el Psoe. No le hace falta hacer mucho ruido para ser poderoso. En cambio, los poderes de Unidas Podemos, aún estando en el Gobierno, son muy limitados. Lo que les queda, para visibilizarse, es hacer ruido; reivindicarse como parte importante cuando, en realidad, lo es de forma muy modesta. Ser socio minoritario de una coalición siempre es duro. Te impide obtener réditos políticos de las iniciativas del Gobierno. Por lo tanto, hay que entender su comportamiento.

– No obstante, al ciudadano de a pie pareciera que Unidas Podemos tiene la fuerza suficiente para imponer sus criterios. Por ejemplo, la presencia de EH Bildu. El apoyo de este a los presupuestos ha provocado reacciones encontradas en el mismo Psoe. Y, después de todo, sus votos no eran necesarios…

– El Psoe está en una posición mucho más pivotante – explica Orriols -. Es capaz de pactar tanto con la izquierda como con la derecha, con el centro-derecha. Unidas Podemos va a tratar de que los socios de coalición sean lo más parecidos posible a su perfil ideológico. La mayoría de investidura es una creatura del Psoe; no ha sido creada por Unidas Podemos. El Psoe se ha apoyado en ella, para que se aprobaran los “presupuestos” de este año. Es la misma de la moción de censura, no es una mayoría nueva. Ahora, es verdad, se podía haber optado por otra. Por ejemplo, en una mayoría alternativa con Ciudadanos. Hubiese permitido al Psoe empujar un poquito las políticas hacia su posición ideal y contrarrestar a Unidas Podemos y su sector de izquierda. A lo mejor, ante un proceso de desmembramiento de Ciudadanos, habría permitido absorber parte de sus votantes. Pero, insisto, estaba en juego la continuidad de la mayoría de investidura. Lo que quiero dejar claro es que el “status quo” era la mayoría que apoyó los presupuestos. No otra. La mayoría con elementos de la izquierda nacionalista y los nacionalistas periféricos se presenta más estable en el tiempo. Dentro de 4 años es muy probable que quien quiera formar Gobierno en España requiera la ayuda de esos partidos. Apoyarte en Ciudadanos puede resolverte esta legislatura. Pero ¿la próxima? Unida Podemos ha hecho de escudero al Psoe. A lo mejor, le ha hecho el trabajo sucio. ¿Cuál? Que, en el tiempo, sea digerible pactar con los partidos nacionalistas. Si se consigue eso, sin que haya muchos costes; si el Psoe puede configurar mayorías parlamentarias con Bildu y con Esquerra Republicana, entonces se le hace todo más fácil en esta y en las siguientes legislaturas. Esos partidos seguirán siendo los que van a decidir las mayorías en el Parlamento. Su presencia ayuda a maximizar las opciones de poder.

 

EH Bildu y el recuerdo de Eta

Si nos guiamos por la reacción generada en el mundo político y fuera de él, el respaldo de EH Bildu al presupuesto tomó a todos por sorpresa. No sólo, irritó a tirios y troyanos. Un huracán de críticas embistió al Gobierno Sánchez, habida cuenta de que los votos de Bildu no eran necesarios para la aprobación del “Presupuesto General del Estado” para 2021. Manifestaciones de malestar se registraron hasta en el Psoe. Y las exteriorizó Felipe González. Por eso preguntamos a nuestro entrevistado:

– ¿Qué tan profundas son las heridas provocadas por Eta?

– Muy profundas. Cuando se le pide a un partido que sea claro y meridiano en la condena al franquismo o que lo sea en el rechazo a ETA, los titubeos no ayudan. Tampoco que repudies algunas acciones concretas de Eta, pero luego alabes a presos etarras que vuelven a sus pueblos. Eso genera desconcierto y enfado en una parte importante de la población. No estamos hablando de un partido que no tiene reserva en romper con el pasado de forma tajante y de condenar sin paliativo alguno lo que pasó. Hay zonas grises. Ayudaría que los partidos fueran más claros en sus posiciones y no dejaran margen a dudas. El tema es importantísimo para una parte significativa de la población que ha vivido la cuestión etarra de manera muy traumática.

Por otra parte, nos dice que “excluir de la aritmética parlamentaria a los partidos vascos o catalanes hace ingobernable el país”. Comenta:

– En los últimos 30 años, la estabilidad de España se sustentó en gobiernos monocolores apoyados por partidos nacionalistas periféricos. Es la razón por la cual España gozó, hasta 2015, de los gobiernos y de las legislaturas más longevas de Europa. Los partidos pivotes, en el Parlamento, eran los nacionalistas. Jugaban a la aritmética parlamentaria y ofrecían estabilidad a cambio de transferencias a las autonomías o de más descentralización. Esa, guste o no, fue la receta que ha funcionado. La correlación de fuerzas no ha cambiado. Solo lo ha hecho una vez en la historia del país. Fue en abril de 2019, cuando los partidos Ciudadanos y Psoe alcanzaron la mayoría absoluta. Al margen de eso, los partidos nacionalistas han sido importantes. Excluirlos de la aritmética parlamentaria solo generaría inestabilidad.

– Después de que el Partido Popular se distanciara públicamente de Vox, parecía que Casado hubiese decidido regresar a posiciones menos radicales. Hasta se habló de un posible acercamiento. El debate sobre los presupuestos demostró que no es así. ¿Qué busca Casado con su intransigencia?

– El Partido Popular, ahora mismo – comenta el docente universitario -, está desorientado. No tiene una dirección clara porque está siendo agredido por dos frentes. Conseguía ganar elecciones por ser el primer partido entre los moderados, entre los electores que no tienen ideología. Hoy es un partido residual en ese espacio.

– También lo es Ciudadanos. En las últimas elecciones ha sufrido una debacle y su presencia en el Parlamento ha mermado abruptamente…

– Pero, aun así – afirma -, sigue siendo un partido con presencia en el centro; más que el propio Partido Popular. Ciudadanos, desde que hizo irrupción en la escena política hasta hace muy pocos meses, era el primer partido de centro. El Partido Popular, hasta la entrada en escena de Vox, consideró que podía gobernar España, aunque no tuviera electores de centro. Se consideraba el partido hegemónico en todo el espacio de la derecha. Y dejó desatendido al votante moderado que le apuntalaba la mayoría. En la actualidad, la receta a la que apostó, la hegemonía en la derecha, se evaporó por la llegada de Vox. Se encuentra en un dilema: ¿qué hacer? ¿Intentar apuntalar los viejos votantes de centro, que perdió hace 5 o 6 años, o intentar recuperar la hegemonía en el espacio de la derecha? Se encuentra en esos dos mares. No tiene claro qué hacer -. A veces actúa como partido de Gobierno, pensando que volverá a ganar las elecciones al recuperar el espacio moderado. Otras, en cambio, considera que es imprescindible competir con Vox para poder ser un partido de Gobierno. No tienen claro el diagnóstico.

Orriols confiesa que tampoco él lo tiene claro. Sin embargo, de lo que está seguro es que Casado tiene que actuar.

– Apostar por A o por B – afirma convencido -. No hacer nada conduce al fracaso garantizado. Le recomendaría no ser ambivalente en su estrategia.

Hacemos notar que el Partido Ciudadanos pareciera estar en la misma ambigüedad. Albert Rivera abandonó su espacio natural, el centro, para competir con el Partido Popular. Quería ser el líder de la derecha. El resultado lo conocemos. Ahora, Inés Arrimada está tratando de regresar al centro, de enamorar nuevamente aquellos electores que Rivera abandonó. Y no le resulta fácil. El politólogo, al otro lado de su escritorio, escucha atentamente. Sin interrumpir. Tiene su tesis y nos la expone. Lo hace subrayando las palabras con su voz y poniéndoles énfasis con el movimiento de las manos.

– Rivera, en un momento determinado – explica -, piensa que es posible desbancar el Partito Popular; convertir a Ciudadanos en el primer partido de la derecha. ¿Fue un diagnóstico erróneo? Bueno, ahora sabemos que lo fue. Pero… ¿lo era en marzo de 2019? ¿Lo era teniendo en cuenta de que en abril tan solo sacó unas decimillas menos que el PP? Ahora su proyecto nos parece una quimera. Pero estuvo a punto de conseguirlo. Sin duda – añade -, fue un plan muy arriesgado. ¿Pudo haber salido bien? Quizás, no lo sé. Lo que sé es que no conseguirlo significaba perder las bases cultivadas desde 2015. Si las abandonas para conquistar nuevas tierras, esas bases naturales acaban castigándolo.

Otra vez Vox. Es inevitable pensar en ese partido. Y en qué hubiera pasado si el partido de Santiago Abascal no hubiese hecho irrupción en la escena política con la fuerza con la que lo hizo. En fin, ¿qué responsabilidad tuvo la presencia de Vox en las decisiones de Rivera? Lo preguntamos a Orriols quien no tiene dudas.

– Muchas.

De inmediato explica:

– Ciudadanos, antes de la aparición de Vox, era capaz de romper la hegemonía del Partido Popular en la derecha. Fue afianzando las bases conservadoras del Partido Popular, sin que se enfadaran excesivamente sus votantes de centro. Cuando apareció Vox; cuando la competición para el votante enfadado del Partido Popular se convirtió en una batalla ideológica, Ciudadanos ya no pudo ganar al votante conservador sin perder al del centro. Ahí es cuando se recolocan todas las piezas. Ciudadanos acabó pagando el intento de competir con Vox por el espacio conservador. Lo mismo pasó con el Partido Popular.

Orriols considera que la irrupción de Vox en la arena política española refleja la desafección hacia la política. Algo, asegura, que muchísimos politólogos veíamos venir.

– El Partido Popular  – continúa – se equivocaba al pensar que la desafección, que la anti-política, que el enfado de los ciudadanos eran sentimientos pertenecientes a la izquierda. Con ver las encuestas era muy fácil percatarse de que la derecha también estaba altamente enfadada con las élites políticas. Al final, el dique, que todos pensaban que era seguro, se rompió.

Las elecciones en Cataluña

Preocupación y nerviosismo. No es para menos. Corre la voz, en los corrillos políticos, que Vox, en las elecciones del 14 de febrero en Cataluña, podría superar el Partido Popular. De ser así, el tablero político regional cambiaría. El efecto, se comenta, sería igual al de un Tsunami. Obligaría al reposicionamiento político. ¿Cómo afectaría el espectro político nacional? Lo preguntamos a nuestro entrevistado.

–  En el caso de Cataluña – explica -, hay indicios de que Vox se está transformando en el nuevo punto focal para el votante antinacionalista catalán. En las dos últimas legislaturas Ciudadano fue la expresión del rechazo al nacionalismo catalán. Ahora Ciudadanos se está desvaneciendo. En Cataluña, más de la mitad de sus electores, no lo volverán a votar. ¿Hacia dónde irán esos votos? Hacia Vox.

– ¿Se sienten atraídos por el discurso populista…?

– Claro – admite -. Pareciera que poco a poco Vox esté logrando convencer a los electores de derecha.  Si consigue que los votantes digan que Vox es el más duro, el que tiene un mensaje más claro en la dimensión nacionalista, es probable que acabe superando también al Partido Popular. En este momento, la política económica resulta irrelevante.

– ¿Qué efectos tendrá a nivel nacional?

– Pues, quien se convierte en primer partido, en Cataluña, acaba recibiendo un impulso en el resto de España. Es el efecto visibilidad. Le ocurrió a Ciudadanos en dos oportunidades. Podría ocurrirle a Vox. Creo que ver a Vox por delante del Partido Popular y de Ciudadanos podría tener un efecto de onda expansiva.

 

Los contrastes en la sociedad

El profesor Orriols habla con soltura. La política nacional es su pan de cada día. Sus investigaciones, las cuales se centran en el campo del comportamiento electoral y opinión pública, se han publicado en revistas académicas influyentes, como “European Journal of Political Research”, “Electoral Studies”, “European Union Politics & Politics” entre otras. Es colaborador acucioso de numerosos diarios destacados. In primis, El País y Eldiario.es.

– La sociedad española pareciera presentar dos caras. Es una sociedad muy abierta, tolerante, casada con la igualdad de género, con los derechos de los LGTBIQ+, que acepta la eutanasia y, al mismo tiempo, lo suficientemente conservadora como para permitir la presencia de Vox en la arena política… ¿Cómo explicar esta contradicción?

– Ocurre en muchas partes – afirma -. Los avances sociales en derechos y libertades a menudo generan reacciones. El elemento central es si las élites políticas politizan el tema o no. Por ejemplo, la inmigración. Considero que va a ser un argumento crucial. Por ahora, el tema no se ha politizado; no en exceso. Y no porque los españoles sean más tolerantes que los portugueses, que los franceses o que los italianos. Simplemente no ha sido llevado a la arena política. No hay un actor que legitime posiciones que puedan ser consideradas políticamente incorrectas. Esto permite que la gente no lo considere crucial.

Nos dice que cuando emergió Vox, escribió un artículo para El País: “Vox visto desde Vic”.

– Vic – explica – es un pueblo de Cataluña. En el artículo trataba de demostrar que señalar que España es tolerante con la inmigración, por ejemplo, es no leer bien los datos. Una sociedad tolerante puede convertirse rápidamente en todo lo contrario. Depende de los flujos migratorios. Y, sobretodo – subraya -, de la presencia de un actor que impulse ese discurso. A veces hay sentimientos que no se activan hasta que alguien los conecta con desafección política, con inmigración, con nativismo, con batalla cultural. Vic era una sociedad tolerante, burguesa y nacionalista catalana. El primer partido populista de extrema derecha de España consiguió transformarse inesperadamente en la segunda fuerza política, en las elecciones locales. Se llamaba “Plataforma per Cataluña”. Si hace 5 años, preguntabas a los catalanes y a los habitantes de Vic si “Plataforma per Cataluña” hubiera podido llegar a ser la segunda fuerza en el Ayuntamiento, todo el mundo te hubiese dicho: “no puede ser que en la cuna del nacionalismo catalán, alguien que militó en ‘Fuerza Nueva’, que es manifiestamente franquista pueda llegar a ser la segunda fuerza en ese consistorio”. Pues, ese argumento resultó irrelevante. Lo fue porque no se hablaba de franquismo sino de inmigración.  Vox es lo mismo.

Asegura que el partido de Santiago Abascal aún no sabe dominar bien su discurso. Considera que está atrapado en la disyuntiva, ser un Partido Popular duro o transformarse en una expresión claramente de extrema derecha.

– Creo que ellos querrían ser un partido populista de extrema derecha – continúa -. Sin embargo, al ser sus integrantes ex cuadros del Partido Popular, no pueden evitar vínculos emocionales con esa formación política. Por eso, son incapaces de gestionar bien el proyecto.

– ¿Cómo valora la polémica Monarquía- República? ¿Cree que los republicanos lograrán llegar a algo más que una mera confrontación verbal y de ideas?

– Para que hubiera un referéndum en España – asegura -, alguien de la derecha debería cambiar de bando. Es poco probable que ocurra.

– ¿Está tan arraigada la tradición monárquica?

– En la derecha sí – afirma sin reserva -. Ahora mismo, la monarquía en España es una monarquía de parte. Ha perdido la izquierda. Quizás la vuelva a recuperar en el futuro; pero no será hoy, ni mañana, ni pasado mañana. Es cuestión de tiempo, de que baje la polémica provocada por los escándalos.

En su opinión, hoy, no hay alternativas a la monarquía. Y no las hay porque, sostiene, el “status quo” está blindado. Lo explica como haría el docente con sus alumnos.

– Para que hubiera cambios en la forma de Gobierno – nos dice -, se necesitaría el apoyo de la tres cuartas partes del Parlamento y elecciones. Luego, las tres cuartas partes del nuevo Parlamento tendrían que ratificar ese cambio. Y, finalmente, se llevaría a cabo el referéndum. Claro, el referéndum podría ganarse. Sin embargo, esa votación popular debería ser aprobada por las dos terceras partes del Parlamento, en dos oportunidades. Con que solo haya un partido conservador monárquico que consiga al menos un tercio del Parlamento, no habría referéndum.

– La posición de Felipe VI es muy delicada. ¿Cómo conciliar ser jefe de Estado y ser el hijo de un “Rey emérito” presuntamente implicado en manejos ilícitos?

– La monarquía, como institución, atraviesa una crisis tremenda – admite – La institución y la persona están estrechamente vinculadas. No ocurre o es poco probable que pueda ocurrir en una democracia con un presidente de la Republica, un presidente de Gobierno. Un primer ministro corrupto degrada las instituciones. Pero, puede remplazarse.  Además, su sucesor puede ser militante de otro partido. Las oportunidades de regeneración son tantas. En un sistema democrático, las instituciones están blindadas contra la coyuntura. Con las monarquías es distinto. El rey Felipe VI tiene una situación muy complicada. De momento ha conseguido estar al margen. No está valorado tan mal. La mayoría considera que, aunque conocía los hechos, no se ha lucrado personalmente. Mientras haya esa percepción, tiene un pequeño flotador. Ahora, ¿podemos asegurar que no se ha beneficiado? Los monarcas deberían estar conscientes de que están en una situación muy delicada. Para sobrevivir, tienen que ser exquisitos. Callar. No hacer ruido, porque el signo de los tiempos los arrolla.

La renovación de los poderes públicos

Mucho se habla hoy de la renovación del Poder Judicial. Es un tira y afloja que mantiene en vilo la sociedad civil. Y no le hace bien a la política.  ¿Cómo afecta la imagen del Gobierno y del mismo Partido Popular?

– Los españoles – explica Orriols – somos capaces de aceptar cosas que, en condiciones normales, no toleraríamos. Siempre pongo por ejemplo el debate sobre los presupuestos. Algo que, como politólogo, me irrita muchísimo es escuchar a Sánchez afirmar que, con estos presupuestos, se ha salvado la Legislatura. ¿En qué momento renunciamos a la idea de que los presupuestos se tienen que aprobar anualmente? Al no lograr su aprobación, debería asumirse que ya no se goza de la confianza de la Cámara. Por lo tanto, habría que convocar nuevas elecciones. ¿En qué momento perdimos eso? La gente asume que se pueden prorrogar los presupuestos uno o dos años sin que pase nada.

– En una economía sin sobresaltos, tal vez…

– Ese es un diagnóstico económico – afirma categórico -. ¿Puede la economía, pueden las cuentas públicas sobrevivir con un presupuesto prorrogado? No tengo idea. Mi pregunta es: ¿puede un gobierno continuar ejerciendo el poder sin gozar de la confianza de la Cámara? Moralmente… Ya sé, la Cámara no puede promover una moción de censura porque esta debe ser constructiva. La ciudadanía, los medios de comunicación, al respecto, deberían ser muy tajantes. Y señalar que el Gobierno ya no goza de la confianza del Parlamento.

Considera que, lo acontecido con el presupuesto, está pasando con la renovación del Poder Judicial.

– No pasa nada porque, en el fondo – acota -, no hay sanción por parte de la ciudadanía. La gente se acostumbra; se acostumbra a esta inestabilidad. No se puede dejar al Poder Judicial en la más absoluta indefensión. El Poder Legislativo bloquea al Poder Judicial.

 

– El poder Judicial podría renunciar y obligar al Legislativo a nombrar nuevos miembros…

– Claro, podría – admite -. Pero, tampoco es garantía de su renovación. No puede ser que, por culpa de un bloqueo en el Legislativo, se perjudique el Poder Judicial.

Concluye tajante:

– Considero que sería un atentado contra la separación de poderes.

Mauro Bafile