Carlos Paolillo o cómo amar la danza sin ser bailarín

CARACAS  –  El deseo de seguir bailando, expresarse a través de la danza y compartir las coreografías sobre los escenarios y con un público, ha fomentado en tiempos de pandemia la filmación de videos “caseros” y grabaciones cotidianas, que han generado una avalancha de producciones “artísticas” con diversas calidades, según las posibilidades técnicas de sus realizadores.

Sin embargo, son muchas las manifestaciones que han sido posibles disfrutarse, gracias justamente a esas filmaciones subidas en línea, que aunque a veces algo precario, resultan alternativas interesantes  para los espectadores y los propios bailarines.

Para Carlos Paolilllo, un ítalo venezolano que sin ser bailarín obtuvo el Premio Nacional de Danzas, y es considerado uno de los mayores conocedores sobre este arte en Venezuela,  comentó que el ballet y la danza  atraviesan una situación compleja a causa del Covid, pero a pesar de ello, se siguen haciendo cosas y han logrado sobrevivir con algunas iniciativas en línea y las audiencias han roto fronteras, lo que resulta un hecho bastante positivo.

Dijo que en los actuales momentos el área dancística ha casi desaparecido, no obstante, en 2020 a pesar de ser un año complicado, logró la realización de 2 video arte. El primero relacionado con “El libro danzante” que patrocinó la Fundación Sonia Sanoja y Alfredo Silvestrada, cuya publicación se editó en 1963 por la Fundación Newman, y en el que documentan una compañía que funcionó dentro del Museo de Bellas Artes entre 1961 y 1964, del cual hicieron un video con imágenes del libro y fragmentos de textos  leídos por 9 mujeres vinculadas con el mundo de la danza.

El segundo video arte se realizó sobre el gran coreógrafo José Ledezma como un homenaje que le rinde la Compañía Nacional de Danza.

Además de esto, explicó el experto que se  han dado algunas iniciativas culturales interesantes de manera virtual y aunque es contradictorio porque en Venezuela la actividad ha estado paralizada por la cuarentena y no ha tenido el mismo impacto, el hecho de ser en línea ha permitido llegar a todas partes del mundo.

El descubrimiento

Este Abogado, periodista, gestor cultural, profesor y experto en danza, de madre venezolana hija de un Coronel tachirense y de padre taliano llegado de Nápoles por los años 20, luego de la primera guerra, es en la actualidad una de las figuras con más conocimiento de la danza en el país, y ha desarrollado una interesante carrera en el ámbito de la comunicación y la cultura, además de la promoción, difusión y protección del hecho artístico.

En entrevista para la Voce d´Italia, relató que su primer trabajo en cultura fue en la Galería de Arte Nacional en la Plaza Morelos, Caracas, donde trabajó en el departamento de Proyección Didáctica en una época en que los museos a nivel mundial habían despertado su interés por la educación a través del arte.

En ese momento (cerca de 1975), los muesos dejaron de ser espacios de exhibición que la gente veía de lejos para asumir una labor educativa y recobrar esa misión de trasmisores de cultura, dando paso a nuevas actividades que incluía publicaciones, vistas guiadas y exposiciones interactivas que permitía tocar las obras.

Paolillo para ese momento realizó un trabajo corporativo en prensa, junto a María Elena Ramos, crítico de arte, quien fue además tutora de su tesis de grado (UCAB); de allí pasó al Consejo Nacional de la Cultura y después a Fundarte, gran institución cultural de Caracas que tenía muchas actividades y era modélica en ese sentido y momento.

En Fundarte estuvo  4 años, y aunque entró como periodistas, en relativamente poco tiempo ascendió y  llegó a director del departamento.

“Para aquel momento las oficinas quedaba en PH del edifico Tajamar en Parque Central y conectaba al edifico Catuche, donde funcionaban varias agrupaciones del danza vinculadas con el estado, como el Ballet Internacional de Caracas que dirigía Vicente Nebreda y Sandra Rodríguez era la primera bailarina; la escuela de ballet Gustavo Franklin y el Taller de Danza Contemporánea  de José Ledezma (el negro Ledezma). Estaba rodeado de bailarines por todas partes y como espectador curioso yo había ido apenas a ver algunos espectáculos de danza, pero no tenía conocimiento ni pertenecía a ese medio”, relató.

Indicó que al estar rodeado de tanta gente relacionado con las artes y tener vínculos con Fundarte, le tocó establecer estrategias de promoción, hacer los programas de mano e involucrarse con los espectáculos y diseñadores, hechos que lo llevó a interesarse cada día más en ese medio.

“Mi siguiente paso fue quedarme a ver clases, para ello pedía permiso  a medio día y así fui aprendiendo y conociendo ese mundo a través de los ensayos del Ballet Internacional de Caracas, del Ballet Nuevo Mundo cuando Sandra Rodríguez se quedó con la compañía y fui construyendo relaciones muy cercanas con todos”.

Al dejar la dirección de Fundarte por cambios de gobierno, a Paolillo le ofrecen irse al Instituto Superior de Danza como coordinador académico. Allí conoció a  la Directora que era Belén Lobo, mujer promotora y maestra de la danza, y comenzó a integrarse con el medio de la danza, el ballet clásico, contemporáneo y el popular teatralizado. Allí trabajó desde 1984 hasta 1997 cuando dejó de funcionar la institución, momento para el cual ocupaba el cargo de Director.

Explicó este amante de la cultura que una vez que el Instituto cierra, el Estado pasó sus activos a un instituto universitario que dependía del Conac, y que desde 2008 por decreto presidencial pasa a ser la Universidad de las Artes (Uneartes).

Con una trayectoria como profesor, Carlos Paolillo ha impartido cátedras en distintas universidades sobre historia de la danza; apreciación critica de la danza; seminarios de investigación, seminarios para tesis y diversas materias electivas, a pesar de no ser bailarín.

Acumula 21 años dando clase en pre grado y postgrado de la Escuela de Arte de la Universidad Central (UCV) y en la maestría de teatro de la Facultad de Humanidades, además de impartir seminarios de investigación y otras materias electivas, que ahora debido a la situación por la pandemia dicta en línea.

Asimismo, su carrera académica pasa por otras casas de estudio nacionales, además de actividades especiales en distintas ciudades del territorio y también fuera del país.

Sin dejar de escribir

Comentó que paralelamente al tiempo de danza, empezó a escribir sobre cultura como colaborador en el diario El Universal, y de tanto escribir, terminado ofreciéndole un cargo en la redacción. Así estuvo 10 años  haciendo entrevistas a bailarines y compañías de artistas internacionales que venían a Venezuela en esa época.

Dijo que estuvo en las páginas culturales del prestigioso diario cuando la directora era Sofía Imber, cubriendo artes escénicas, cultura, música, ballet, políticas culturares etc , y en 1986 cuando Imber deja el periódico, decide irse y de inmediato le ofrecen una oportunidad para trabajar en El Nacional, medio donde tiene una columna todos los miércoles desde hace 24 años y se mantiene activo como periodista.

Afirmó que ahora es difícil escribir porque el arte casi ha desaparecido con la pandemia, pero desde hace algún tiempo escribe lo que le interesa, muchas efemérides, historiografía y acontecimientos de la danza importantes.

Agregó que en 2018 compiló una serie de trabajos y publicó un libro digital sobre la historia de la danza venezolana llamado  “Caminos del cuerpo, una visión de la danza escénica venezolana en el siglo XX”, editado por Uneartes y de acceso libre.

El experto quien ha dedicado su vida al baile, y es también asesor el área de Danza y de la Dirección Ejecutiva del Teatro Teresa Carreño (TTC), aseguró que si bien es cierto que en el país no hay un gran público conocedor del  ballet, sí existe público para ver los espectáculos, y citó el caso del Cascanueces que se llena con todo tipo de gente y es un clásico en navidad que hace muchas funciones corporativas en el TTC. El resto de la danza tiene un público bastante amplio y lo popular también, sin embargo, la contemporánea en muy elitista y cuenta con un público muy específico.

Comentó que lamentablemente los artistas no han escapado de la diáspora, pero se sigue haciendo un trabajo virtual muy interesante que ha dado una proyección nunca imaginada, y se ha retomado lo que veían haciendo los medios y la gestión.

Una de los más interesantes aportes de este investigador  y experto en gestión cultural, fue la creación del Festival de Jóvenes Coreógrafos que organizaron por 31 años sin parar, el proyecto arrancó durante su paso por el Instituto Superior de Danza y luego fue una Asociación Civil que continuó hasta 2015 cuando fue la última edición. De haber comenzado como un evento pequeño, llegó a ser un gran festival internacional muy reconocido cuyo objetivo era promover nuevos coreógrafos.

“Actualmente no hay tantos coreógrafos en el país, sólo algunos emergentes pero les ha tocado una etapa complicada, además de la pandemia”, advirtió.

Pura sangre

Paolillo quien lleva sangre italiana en sus venas y es un apasionado del arte, la cultura y el conocimiento, relató que su padre también fue un estudioso e investigador, pero su sabiduría era muy distinta, pues fue un gran experto en hipismo, conocedor de caballos de pura sangre y carreras profesionales.

“Cuando empecé a tener conciencia ya mi papá estaba jubilado del hipódromo de El Paraíso, eran los años sesenta y habían inaugurado la Rinconada. Recuerdo que veía las carreras de caballos todos los domingos por televisión y los sábados íbamos a los traqueos (entrenamientos) para las carreras de los sábados en la tarde y del domingo”.

“Éramos 4 hermanos y cada sábado nos llevaba a cada uno a ver las carreras. Recuerdo que íbamos en carrito desde Sebucán a Chacaíto, otro al Silencio y otro a la Rinconada y veíamos los traqueos. En esas salidas aprovechaba para llevarnos a cada hermano al barbero”.

“Mi padre era un hombre muy hermético y nunca contó nada de su vida previa a Venezuela, sólo sé que adoraba los caballos y tenía una biblioteca grande de libros rojos empastados cuyo contenido eran sobre pedigrí y datos de caballos pura sangre en el mundo, poseía una gran colección y fue funcionario del hipódromo”, comentó.

Dijo que la afición ecuestre la heredó su hermano mayor, y su padre quien era mucho mayor que su madre, tenían una vida muy asimilada a la venezolana, no mantenía las tradiciones italianas, era de pocos amigos y de pocos amigos italianos, sólo paisanos y conocidos, y en la casa preparaban comida doble (para el padre y el resto de l familia), porque su papá nunca aprendió a comer criollo y se mantenía con su dieta mediterránea, aunque los domingos iban al “Restaurante Italiano “en Campo Claro y compraban pasticho.

Como tantos migrantes, don Aquiles Mario Paolillo Da Dio nunca volvió a Italia, aunque había un proyecto de retornar con su esposa, pero falleció justo una semana antes del viaje. “Se vino solo y nunca vinieron familiares a visitarlos: siempre fue muy callado y nunca comentó sobre su Italia”, lamentó Paolillo.

“Tengo la visión de mi papá de un hombre familiar, muy legal, buena gente y bondadoso”, destacó.

Este amante de la danza, aseguró sentirse un ítalo venezolano a pesar de no haber tenido contacto con su familia en la bota, pero la sangre llama y eso lo impulsó a cursar estudios de idioma italiano y a disfrutar del bel paese en cada uno de sus viajes.

Entre los próximos planes, comentó a La Voce que espera terminar el ciclo investigaciones historiográficas sobre danza y expandirlo hacia Latinoamérica, aunque ya ha adelantado algunas cosas y ha trabajado en México, Colombia, Ecuador y Cuba, y junto a un grupo de colegas, busca fomentar el interés investigativo en el continente  y vincular los intereses para hacer un movimiento más fuerte.

Este valioso personaje que ha dejado su huella en el arte y danza del país, con un amplio curriculum, un cúmulo de experiencias, grandes sapiencias y merecedor de diversos reconocimientos, fue galardonado con el Premio Nacional de Cultura 2010-2012 mención Danza que otorga el estado venezolano a través del Ministerio de Cultura. “Ese premio fue muy honroso porque se lo dan a grandes bailarines, coreógrafos y maestros y yo no soy bailarín (…) pero me lo otorgaron por mi trabajo como gestor, comunicador,  investigador, promotor y editor de las revistas La Danza y Danza Escénica”.

“Lo que más me honra es que el jurado de postulación y el de premiación que eran destacados bailarines y coreógrafos, decidieron por unanimidad otorgármelo, y si fue así, bienvenido es”, puntualizó.

Letizia Buttarello