De La Macorra: “La transición, deseos de democracia”

José Ignacio De La Macorra

MADRID – La “Transición” es una de las páginas de la historia contemporánea española que sigue marcando profundamente el presente y el futuro del país. Permitió cerrar definitivamente uno de los capítulos más doloroso y trágico, caracterizado por el oscurantismo, la persecución, la represión y los fusilamientos y comenzar otro, en el cual las palabras democracia, libertad, participación, tolerancias, igualdad y derechos sociales no representan ya peligro alguno. Han sido rescatadas del olvido y han vuelto a ser parte de nuestro vocabulario.

José Ignacio De La Macorra, a la muerte del dictador, era un joven universitario hijo de una familia acaudalada. Simpatizante, mas no militante, del Partido Socialista Popular, cuyo liderazgo pertenecía a Enrique Tierno Galván, vivió los años en los cuales España comenzó a dar sus primeros pasos hacia una democracia plena como cualquier joven de su edad: con entusiasmo, ilusión y esperanza. Y con el mismo entusiasmo nos abre la puerta de sus recuerdos. Repasa con nosotros aquellos años convulsionados, a veces con nostalgia y otras aún con ilusión. Era, aquella, una época teñida de agitación y crispación política.

– Cuantos años tenía cuando se supo que la muerte de Franco era un hecho ineludible, próximo…

– Nací en 1954 – nos dice sonriendo -. Así que en 1975 tenía apenas 21 años y conciencia plena de lo que estaba pasando.  Al dictador se le mantenía con vida, pero sin vida. Sabíamos que algo iba a pasar; pero, no sabíamos qué. El Ejército no quería oír hablar de democracia. Franco había dejado atada la continuación de su régimen totalitario a través del Rey Juan Carlos quien fue muy inteligente en no enseñar sus intenciones. En fin, en no manifestar sus deseos de abrir el país a un régimen democrático. En la vida – continúa –, las cosas pasan porque se dan las condiciones. No un solo factor, sino un conjunto de factores. El Rey estuvo rodeado de gente muy válida. Por ejemplo, Adolfo Suárez quien tenía la determinación de colocar nuestro país al nivel de las democracias europeas, aunque fuera con una monarquía parlamentaria. Querían una democracia en la que todas las ideas tuvieran cabida y todas las tendencias políticas pudieran ser escuchadas…

– ¿Acaso el Rey tenía alternativas? ¿No era ese el único camino posible?

– ¡Claro que tenía alternativas! – nos dice convencido – Por lo menos el 80 por ciento de la cúpula del Ejército respaldaba al Rey Juan Carlos. Por supuesto, tenía otra salida: la continuidad.

– El Rey había sido testigo de como los militares habían tratado a su padre después del golpe. La continuidad tal vez era el camino más fácil, pero implicaba aceptar ser un títere en manos del alto mando militar. Apostar por la transición democrática era la alternativa a callar y a obedecer; a ser poco más que un jarrón decorativo.  

– No creo – insiste -. Era el jefe del Ejército, tenía una formación castrense y la cúpula militar le valoraba positivamente. No creo que hubiera sido un mero jarrón decorativo. Pero sí, estoy convencido de que tenía otra salida.

Nos dice que el Rey Juan Carlos había viajado mucho siendo príncipe. Había visitado las democracias europeas. Por lo tanto, en opinión de nuestro entrevistado, es probable que haya pensado: “quiero que mi país sea así como Francia, como Alemania o como Holanda”.

– Franco, 6 años antes de su muerte, escogió al Rey Juan Carlos como su sucesor. ¿Por qué Juan Carlos? Se barajaban otras casas reales. ¿Por qué se decidió por la familia Borbón?

– Lo ignoro – admite De La Macorra para luego subrayar:

– Soy un republicano convencido. Es evidente que algo vio en él. Me lo he preguntado muchas veces. ¿Qué vería Francisco Franco en Juan Carlos para nombrarle? No tengo la respuesta.

– En 1975 se constituye un Consejo de Regencia. Este asume la jefatura del Estado de manera transitoria. El 22 de noviembre Juan Carlos es proclamado Rey. En uno de sus primeros actos confirma en su puesto al entonces presidente de Gobierno Carlos Arias Navarro. ¿Por qué? Carlos Arias Navarro era muy franquista…

– Estoy convencido de que no quería mover el avispero – comenta -. Toda la cúpula militar estaba mirándole, tenía los ojos puestos en él. Carlos Arias Navarro fue el mal menor. De esa manera, evitaba que la situación se volviera problemática. La cúpula militar hubiese podido pedirle que abandonara España por incumplir lo pactado con Franco. Al fin y al cabo, el Ejército tenía el poder de las armas. Cuando murió Franco yo estaba en el Ejército, en las milicias universitarias. Tenía el grado de sargento. Nos dejaron encerrados 4 meses, listos para intervenir. Así que puedes imaginarte la situación.

– Llama la atención que el proceso de democratización no se produce luego de una ruptura violenta. Franco fue uno de los pocos dictadores que murieron en su cama, en su país y todavía al mando. Es algo raro. Al conocerse la noticia de su fallecimiento no hubo una sublevación. Pareciera que los españoles no pasaron de ser simples espectadores.

– La gente intervino – nos corrige -. Por supuesto que intervino. Esa ilusión por la nueva situación se refleja en muchas cosas. Por ejemplo, en las canciones como “Libertad sin ira”, del grupo Jarcha. Se respiraba el cambio, había un movimiento social que empujaba.

Las dimisiones de Carlos Arias Navarro

En el amplio salón de reuniones del bufete Avco-Legal, puesto a nuestra disposición por el letrado Diego Viñal, se respira un clima de tranquilidad y sosiego. Apenas se oye el eco del bullicio exterior. El vaivén de coches y autobuses y, muy de vez en cuando, los gritos de alegría de algún niño o adolescente nos llegan apagados, lejanos.

– En 1976, el Rey exige las dimisiones de Carlos Arias Navarro y le sustituye por Adolfo Suárez, que tampoco era expresión de los movimientos democráticos. De hecho, venía de las filas de la Juventud falangista.

– Sí, es así – admite -. Y las avispas no salieron del nido. Es decir, creo que el Rey fue muy inteligente. No dio motivos para que el Ejercito pudiera intervenir. Además – añade -, nadie de la cúpula militar imaginaba que este hombre, que había sido de los suyos, tuviese ideas democráticas.

– Se aprueba una reforma política que se atribuye a Adolfo Suárez, aún cuando no falta quien señale al presidente de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda, al vicepresidente del gobierno, Alfondo Osorio, y al ministro de Justicia, Landelino Lavilla como los verdaderos cerebros de la reforma.

–  Suárez y Fernández Miranda querían democracia – asegura -. El Rey quería democracia. ¿Por qué? Porque era gente culta. Habían viajado. Habían visto como se vivía en democracia. Habían estado en Italia, en Bélgica, en Holanda, en Inglaterra. Tenían claro que estábamos ubicados geográficamente en un continente en el cual no podía haber una dictadura. Ya no. Estaban conscientes de que teníamos que incorporarnos a Europa. Creo que toda esa gente pudo ser protagonistas de la transición precisamente por su pasado,

– Entre los que hicieron posible el regreso de la democracia en España hay personajes como Carrillo, el mismo Felipe González…

– No te olvides de Alfonso Guerra – precisa -. No está considerado como un padre de la Constitución. Pero, lo fue. Se consideran padres de la Constitución: Manuel Fraga Iribarne, Gregorio Peces-Barba Martínez, Jordi Solé Tura, Miguel Roca i Junyent, quien después fue ministro y candidato a la presidencia de Cataluña, Gabriel Cisneros Laborda, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, José Pedro Pérez-Llorca Rodrigo. Pero hay dos más a quien no se les considera padres de la Constitución y, sin embargo, hicieron casi más que los anteriormente mencionados. Me refiero a Fernando Abril Martorell y Alfonso Guerra.

– En aquel entonces, los republicanos y los comunistas entendieron que para derrotar al franquismo había que hacer un sacrificio y, por el momento, aceptar la monarquía. Por su parte, los que estaban en contra del ingreso de los comunistas y de los socialistas juzgaron necesaria su inserción en la vida política… Llama la atención la renuncia de Santiago Carrillo, quien era profundamente republicano…

– ¿Puedo darte mi opinión? – pregunta para de inmediato contestarse:

–  Carrillo fue muy inteligente. Tenía claro que el momento más peligroso de la transición era la inclusión del Partido Comunista a la vida política española. Muchos de la cúpula militar dijeron que no lo iban a consentir. El Partido Comunista era el gran enemigo del fascismo. Carrillo supo proceder con mucho tino. Adolfo Suárez tuvo una entrevista con él. Le dijo: “mira Santiago si no eres capaz de entender que tienes que entrar con un silencio humilde en la vida política, todo esto puede irse al garete”. Por eso, Carrillo cedió a todas las recomendaciones que le hicieron. La canción aquella que mencioné decía: “Libertad sin ira, libertad. Cómete tu miedo y tu ira porque hay libertad y si no la hay sin duda la habrá”. No hay nada que yo haya leído que indique que, en esas conversaciones privadas de Adolfo Suárez con Santiago Carrillo, hubo algo más.

– ¿Cómo transcurre ese período de gobierno de Adolfo Suárez?

Nos dice que “todo era nuevo”. Era la ilusión que trae la novedad. En las Cortes estaban presentes todos los partidos. Había debates, participación, confrontación de ideas.

–  Decíamos, ¡joder, esto es una democracia! – recuerda – Era muy joven. Después de terminar mi paréntesis en el Ejército y los estudios de marketing, decidí trabajar en la fábrica de mi padre quien era muy franquista. Recuerdo que, al entrar en la fábrica, a la derecha, había el cuarto en el cual los obreros se ponían su mono. Eran 47 empleados. Me presento de repente y los veo bebiendo champán, brindando por qué Franco había muerto y el Partido Comunista había sido legalizado. Muchos eran de izquierda, gente humilde, trabajadora. Se quedaron paralizados. Escondieron inmediatamente la botella. Yo era el hijo del jefe, tenía 22 o 23 años. Entonces les digo que también me alegraba que el dictador hubiera muerto y que estuviéramos finalmente en democracia. Brindamos todos. Ese es el espíritu que había en ese momento…

–  La dictadura de Franco fue muy larga y dolorosa. Después de la guerra civil, del éxodo de los republicanos, de las “purgas” y de las venganzas ¿cómo vivían los españoles…?

– Cuando nací España salía de la posguerra – relata -. En esta vida, nadie lo hace todo mal o todo bien. Siempre hay luces y sombras. En un régimen totalitario hay muchas más sombras que luces. ¿Qué cosas hizo bien Franco? Adormecer al pueblo políticamente. No había inquietudes. Y quien las tenía era reprimidos o se iba del país. Además, construir y entregar, a precios realmente accesibles, muchas viviendas de carácter social. La propaganda se encargaba de crear la sensación de que se estaba en el sitio correcto; que éramos gobernados por la gente correcta y que todo iba bien.

– La dictadura acostumbra a realizar grandes obras sociales para justificar su permanencia en el poder…

– Cuando murió Franco – añade -, muchos tuvieron la sensación de quedar huérfanos. Se preguntaban: “¡qué va a pasar, Dios mío!… ¿Sin Franco, qué somos?”. Me acuerdo de mi hermano César que es 4 años menor que yo. Trataba de tranquilizarlo, le decía que no iba a pasar nada. Un país no depende de una persona, por muy influyente que haya sido. Al final, algunos tenían esas sensaciones. Yo, en cambio, pensaba: “Dios mío, es nuestro momento”.

– En dictadura, siempre hay movimientos que luchan por la democracia… En España había el Eta y el Grapo. Los maquis habían sido barridos por la guerra civil y la represión… ¿Qué fuerza tenía la lucha armada?

– En efecto, nacieron el Eta y el Grapo – admite -. Los Maquis, los republicanos que se habían retirado a la montaña, habían sido eliminados. El Ejército los había aniquilados. Quedaban los dos grupos terroristas. Hicieron mucho daño. Pero ese es otro capítulo de la historia de España.

 

El golpe del 23F

Fue como un relámpago en la quietud de una noche de verano. La irrupción del Teniente Coronel Antonio Tejero al Palacio de las Cortes avivó los fantasmas del pasado. El país estaba nuevamente en la encrucijada: dictadura o democracia. Recordamos con De La Macorra ese momento que marcó definitivamente el rumbo de España.

– Regresemos a la renuncia de Adolfo Suárez. Se reúnen las Cortes y se va a elecciones. En ese momento, hay el intento de golpe del 23 de febrero. ¿Cómo es recibido? ¿Era posible un regreso al pasado?

– Pues, es lo que te digo… las avispas – insiste -. Pero, ya no tenían tanta fuerza. Si ese golpe hubiese sido organizado cuatro años antes… Ya habrás leído sobre el tema. Los golpistas se reunían en una cafetería Galaxy, al lado de Princesa. Se reunían vestidos de paisanos para hablar de cómo estaba España. Eran militares que conspiraban permanentemente.

Recuerda que el golpe del 23F lo “pilló” en Barcelona. Estaba en viaje de negocios. Nos dice que pasó toda la noche pegado al televisor, junto con representantes de otras fábricas. En aquel entonces, sólo era posible comunicarse a través de los teléfonos fijos, los móviles todavía no habían hecho su ingreso al mercado español. Habrá que esperar 10 años antes del lanzamiento en el mercado del primer servicio de telefonía móvil. La tecnología en el país no era tan avanzada como en nuestros días y las comunicaciones tampoco eran todo lo fluidas que cabía esperar.

– Llamaba a mi mujer que estaba muy asustada – comenta -. Le decía que se tranquilizara que no iba a pasar nada. Y así seguí, hasta que en la madrugada apareció el Rey Juan Carlos en televisión, para tranquilizar a la gente y asegurarle que se habían tomado las medidas oportunas. El golpe había fracasado… La intervención del Rey fue determinante, fue absolutamente determinante.

– Es difícil pensar que unos militares se aventuraran a un golpe sin tener suficiente apoyo interno…

– El Rey salió y tranquilizó a la población, pero hubo presiones… yo sé que las hubo – asevera -. Hay una historia que está oculta, clasificada. Cuando se liberen los documentos clasificados, tal vez sabremos lo que ha pasado realmente… Imagino las presiones a las que estuvo sometido el Rey esa noche…

Destaca que el Rey era el Capitán General de las tropas. Está convencido de que si hubiese triunfado el golpe, seguiría siendo el jefe del Estado.

– Después del gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo, comienza la etapa de Felipe González. ¿Cómo fue recibido el cambio? Habría que remontarse al año 1936, a la “revolución social española”, antecámara de la guerra civil, para encontrar un gobierno de izquierda…

– Con incertidumbre – admite -. Era la primera vez desde la desde la Segunda República…

– ¿Cómo manejó Felipe González ese momento particularmente delicado?

– Había un clima tenso. La sensación es que iba a pasar algo. Estaban los “rojos” en el gobierno. Recuerdo la llamada de mi hermano. Me dijo: “Nacho la calle está llena de rojos”. Le pregunté: “¿Dónde estás?”. Me dijo que estaba en la calle Príncipe de Vergara. Entonces, le dije en broma, para tranquilizarlo: “No te preocupes que ahí casi todos son de los tuyos”. Yo siempre he dicho que el cerebro de Felipe González era Alfonso Guerra.

– En qué sentido…

– Pues, a ver… si tú cogías las partes positivas de Felipe González y de Alfonso Guerra, obtenías un súper hombre político – asegura -. Felipe González tenía la presencia y el verbo fácil. Alfonso Guerra tenía las directrices; sabía cuáles decisiones había que tomar para que el período socialista fuera exitoso para la sociedad. Y, sobretodo, para que desapareciera el miedo. Alfonso Guerra era un cerebro. En aquel entonces – recuerda -, estaba yo en las Juventudes del Partido Socialista Popular que lideraba Enrique Tierno Galván. Este partido desapareció por las maniobras de Alfonso Guerra. Yo dependía de Raúl Morodo. Tierno Galván me enamoró porque parecía un patriarca. No había crispación en sus palabras. Una vez estuvo hablando conmigo. Me dijo: “Nacho, tú tienes más mérito que los demás… los otros nacieron de familias muy humildes, para ellos es más fácil ser revolucionarios. Tú has nacido en una familia acomodada, con mucho dinero… El hecho de que tengas esa sensibilidad social tiene doble mérito”. Es verdad, había vivido en una burbuja. No sabía lo que era pasar necesidad.

 

Un país adormecido

No resulta fácil a nuestro entrevistado buscar en el baúl de los recuerdos. Desempolvar el pasado a veces despierta nostalgias, otras evocaciones dolorosas y, otras más, sensaciones y sentimientos extraviados en el curso de los años. Es un ejercicio que nos lleva a su experiencia universitaria.

– ¿Qué estudió?

– Marketing – contesta de inmediato para luego precisar:

–  Bueno, empecé estudiando Ingeniería Técnica Industrial pero no terminé la carrera. Me di cuenta de que la grasa de las máquinas manchaba los dedos. No era lo mío. En cambio, disfrutaba ir a los clientes a venderles el producto.

– ¿Cómo era el ambiente universitario?

– ¡Te puedes imaginar! – sonríe al hurgar en sus recuerdos -. Ahí estaban los sindicatos, en la Universidad era donde la gente hablaba. Estaban los “grises”, la policía de Franco, que pegaban unos porrazos que te destrozaban. Entraban a golpear porque sabían que en la Universidad estaban todos los movimientos de la nueva sociedad. Estaban los comunistas y los socialistas. Había mucha inquietud, como en todas las universidades del mundo.

– ¿Cómo vivía la clase media?

Confiesa que estaba adormecida. Nos dice que la economía funcionaba y que el dinero rendía más que en nuestros días.

– Se lograba ahorrar – afirma con un dejo de amargura -. Hablar de cambios provocaba inquietud y malestar. El 25% del salario se iba en los gastos de vivienda. No sé por qué todo eso ha cambiado. En un comienzo, los españoles se posicionaron con Adolfo Suárez. Desde un principio hubo tendencia al bipartidismo: Alianza Popular y el Psoe, con una carga hacia el centro. Estoy convencido que la masa social más numerosa es la que se mueve sin ideología.

–  Es un lugar común, cuando se ingresa a la Universidad se comienza a debatir, a tomar conciencia y a simpatizar por uno u otro partido. ¿Qué pasó con Usted?

–  Empecé a ir a mítines, porque me invitaban mis amigos – nos dice -. Iba y escuchaba. Los más eran mítines de líderes de izquierda. Ahí empecé a oír a Enrique Tierno Galván, que era el presidente del Partido Socialista Popular. Sus tesis me gustaban. Las explicaba de manera muy sencilla. Me sentí atraído. Y lo pagué en mi propia familia. Se burlaban de mi. Por ejemplo, en la cena de Navidad. Yo cogía un trozo de jamón y me decían: “a los rojos también les gusta el jamón”. Yo contestaba: “Pues, seremos rojos, pero no tontos”. Eran bromas hechas con mucho cariño. También para ellos, todo eso era algo nuevo. Ese período lo viví de una manera normal, natural.

– Nunca llegaste a militar en el partido….

– No llegué a militar, aunque estaba en las Juventudes Socialistas – admite -. Me desencanté de la política cuando Tierno Galván aceptó, por maniobras de Alfonso Guerra, la alcaldía de Madrid a cambio de la fusión del PSP con el PSOE. Reconozco que era una tontería que existieran dos Partidos Socialistas. Pero yo era del Psp, no del Psoe. Me pareció muy feo que Enrique Tierno Galván dejara que las siglas del partido desaparecieran.

La política lo sigue atrayendo. Tal vez más de lo que quiere reconocer. De hecho, nos dice que, junto con otros, está creando un “partido político de régimen local”. Se llamará “Juntos por Fuente El Saz” y su fundación se anunciará próximamente.

– Somos un partido independiente – subraya -. Tenemos muy claro que queremos estar al servicio de los ciudadanos. No queremos posicionarnos ideológicamente.

De hecho en el account en Facebook se definen como “grupo independiente compuesto por vecinos de Fuente el Saz de diferentes ideologías, que tienen como objetivo trabajar para que Fuente el Saz sea un municipio mejor y más atractivo”

Nos dice que cuando se milita en un partido hay que acatar las directrices que vienen desde arriba. Es la disciplina de partido.

– No queremos eso – afirma -. Tenemos la perspectiva de ser mayoría absoluta. Este movimiento no tiene otra pretensión que ser un movimiento local. Seré el Secretario General pero no estaré en las listas. Es decir, no voy a optar por ninguna concejalía del Ayuntamiento. Estoy asesorando en el tema de marketing, en su funcionamiento. Ahora estamos concentrados en los estatutos. El objetivo es que se sepa lo que hagamos. Por ejemplo, dar a conocer si hemos arreglado una calle o hemos hecho ajustes al polideportivo. En dos años queremos lograr el 60% de los objetivos en el programa. La idea del marketing es que salgamos todos desnudos; desnudos pudorosamente y empapados en agua. Queremos que se entienda que “nos mojamos por Fuente la Saz”. Es una idea muy impactante. Tenemos una clara vocación social.

Para concluir, conociendo los orígenes de la “Voce”, José Ignacio De La Macorra no deja pasar la oportunidad para una referencia a Venezuela:

– Ojalá, consiga una transición a la democracia como la española. Que no haya muertos, que no haya una convulsión social. Pues, que no haya violencia. Ojalá los venezolanos vivan una transición pacífica hacia la democracia.

Mauro Bafile