Italia, ¡para comérsela!

Cuando uno piensa en Italia en términos gastronómicos, inmediatamente le saltan a la mente las pastas (rellenas o no), las salsas, el tomate, las berenjenas, la mozzarella, la ricotta… y muchos más ingredientes o preparaciones que le hacen a uno agua la boca o, como diríamos en italiano, che ti fanno venire l’acquolina in bocca.

Sin embargo, todo se presenta en nuestra mente de manera mezclada y desordenada como un torbellino de imágenes, nombres, tipos de pastas, ingredientes, productos, etc.

Si bien podemos percibirlo de esa forma, existe una cierta categorización de las distintas recetas según su lugar de origen. La geografía itálica es muy peculiar: la bota es tan característica que estoy segura de que nadie dudaría, al invocar dicha imagen, en responder sin pestañear: “¡Italia!”.

Esa forma alargada y estrecha le confiere diversos tipos de climas que han influido en el origen y desarrollo de toda su gastronomía: el sur, con sus paisajes rurales, sus verdes colinas, olivos, diversos cultivos de hortalizas, cabras, ovejas, clima templado- no tan frío en invierno y con mucha brisa en verano- ha dado como resultado unas comidas más ligeras con base en vegetales, aceite de oliva, quesos frescos tipo mozzarella y ricotta, en fin lo que se ha erigido como la Dieta Mediterránea, elevada por los entendidos, como el mejor régimen alimenticio para cuidar la salud.

En contraposición, el clima más frío de las regiones norteñas, originó otro tipo de preparaciones más ricas en grasas y calorías para que sus habitantes pudiesen soportar mejor las bajas temperaturas. De allí son originarios los tortellini, los cappelletti, los agnolotti, las lasañas, el ragú (salsa boloñesa) y muchos otros manjares con los que nos deleitamos a menudo.

Por los flujos migratorios internos, las recetas viajaron de región en región homogeneizando el mundo culinario de Italia. Los sureños que migraban al norte para mejorar su calidad de vida, llevaron consigo sus gustos y maneras de preparar la comida y penetraron en la oferta gastronómica del lugar de destino; luego, cuando regresaban de vacaciones a sus lugares de origen, cargaban con un conocimiento gastronómico norteño que se fue incorporando a la comida de sus familiares sureños. Como en todo (cuando hay intercambio cultural) la gran ganadora fue la mezcla final: la cultura culinaria italiana. No obstante todo esto, cada región mantiene sus especialidades y sus fortalezas gastronómicas y por eso es tan rico viajar de Norte a Sur e ir probando unos tortellini en Boloña, unos arancini en Sicilia sin olvidar una pizza en Nápoles.

En esta columna semanal, nos zambulliremos en los recovecos de la gastronomía italiana y profundizaremos en su historia, recetas, ingredientes, detalles y curiosidades que, como toda manifestación cultural, nos ofrece.

Acompáñeme, querido lector, en este viaje “saporito” que inundará nuestros sentidos y sumergirá en el maravilloso mundo de la gastronomía italiana.