El tomate: el fruto de oro de Italia

Es innegable que en todo intercambio cultural hay enriquecimiento de lado a lado; por ende, el descubrimiento de América (o el encuentro de dos mundos, como se le conoce en la actualidad) fue uno de los eventos mundiales más significativos de esa reciprocidad. 1492 fue el año bisagra donde todo cambió: si fue para bien o para mal, cada parte tiene su opinión al respecto; pero, el aporte culinario fue positivo en demasía. En esta entrega semanal, nos centraremos en el enriquecimiento de Europa, más específicamente de Italia, por ser el tema que nos compete. La gastronomía italiana se vio beneficiada profundamente por los productos traídos de ese “nuevo mundo”. ¡Y cómo!

Los historiadores establecen que el tomate, usado milenariamente por los Aztecas y Mayas, llegó primero a España como ornamento ya que se decía que sus plantas eran venenosas y sus frutos, de color amarillento, eran muy atractivos a la vista. De este modo llegan al norte de Italia, para ornar las casas señoriales de las zonas norteñas de la península itálica. Precisamente por ese color dorado, a mediados de los 1500, el botánico italiano Mattiolo lo bautiza como Pomo-d’oro (fruto de oro).

Luego, la ósmosis gastronómica ocurrida entre los diferentes reinos que componían el país (Italia per se no existía aún) da como resultado una distribución homogénea del pomodoro. El clima mediterráneo, por naturaleza más cálido, produciría su maduración y le otorgaría ese lindo color rojo, tan característico de él. Así, en los años 700 ya todo el país lo conocía y lo incorporaba en sus platillos.

No hay hogar italiano que no tenga una passata en su despensa que saque de apuro cuando se va a preparar alguna salsa. Es un ingrediente imprescindible que, cuando no lo tenemos a mano, provoca desespero, y una salida urgente al supermercado. Por eso, en verano en Europa -o todo el año en América- las familias italianas compran guacales rebosantes de tomates para luego hervirlos y colocar en frascos esterilizados. Es una actividad que se realiza en familia, comparable, en Venezuela, con la elaboración de las hallacas. En Italia, solo en los meses fríos se usa el envasado comercialmente.

Así que, si Colón no se hubiera topado con ese desconocido continente, la gastronomía italiana no se habría beneficiado con ese fruto de oro que enriquece, sustancialmente, su oferta gastronómica… ¡y nuestras papilas gustativas lo agradecen profundamente!

Grazie mille, Christoforo!

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