Delgado Flores: “La red está transformando la información”

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CARACAS – A principios de 1999, cuando el extinto presidente Chávez se disponía a recibir la banda presidencial entre bombos y platillos, nadie hubiese podido imaginar los cambios profundos que iba a experimentar el país en los años venideros. Tampoco, quienes se ufanaban de pertenecer al estrecho entourage del ex Coronel golpista, elevado a jefe de Estado por el voto popular.

Hegemonía comunicacional, libertad de prensa, censura. El país, en los últimos 15 años, ha experimentado una transformación profunda. Metamorfosis kafkiana que ha trastocado la estructura política y desordenado el desarrollo económico. La política, impulsada por la demagogia y el populismo, ha desempolvado el vocabulario tan de moda en los años ’60, construido una organización política piramidal y transformado el Estado paternalista en “todopoderoso”, benefactor y concentrador de poder y riquezas. Nunca antes la economía había sido tan dependiente de los ingresos petroleros. Las promesas de bienestar y diversificación industrial quedaron en el pasado.

La información, como era de esperarse, quedó también expuesta al tsunami del cambio. ¿Evolución o involución? La hegemonía informativa del Estado se ha vuelto instrumento de propaganda política al tiempo que la prensa disidente ha sido arrinconada. Lucha por no perecer. Y la información digital irrumpe con prepotencia, rompiendo paradigmas.

– La información en Venezuela ha cambiado mucho en los últimos 15 años. Lo ha hecho en el contenido y lo ha hecho en el sistema de producción de esos contenidos. Esos cambios se tornan más evidentes aún si observamos la demanda. Si pensamos en el proceso de producción de la comunicación social a través de una cadena de valores, es evidente que todos los factores del proceso experimentaron cambios.

No es tan solo el irrumpir del formato digital; no es tan solo la hegemonía comunicacional; no es tan solo el contexto de la emergencia en la cual hoy se desenvuelve la sociedad del conocimiento. No. Es todo; es la combinación de todos los elementos en nuestro contexto-país particular. Y que, precisamente por ser particular, es histórico – el profesor Carlos Delgado Flores, Director del Centro de Investigación de la Comunicación de la “Universidad Católica Andrés Bello” es de hablar expedito. Mas, no atropellado. Analista acucioso, explica a la Voce las características del fenómeno comunicacional en el País.

– ¿ Cual ha sido la evolución de la comunicación en Venezuela?
– En primer lugar, desde el lado de la demanda… – nos dice -. Hay que preguntarse: ¿hay “millenium” en Venezuela? Si. Por supuesto que los hay. Y los hay aun cuando los análisis socio-económicos indiquen que los niveles de pobreza tienden a crecer.

– ¿Se puede establecer una coincidencia entre niveles de pobreza y niveles de tecnificación en el país?
– Hay una información relevante la cual aparece en los análisis que adelantan los “Indicadores de Penetración y Uso en Venezuela y en América Latina” – explica –. En el caso de Venezuela, el 25 por ciento de los usuarios de Internet se ubican entre los 18 y los 32 años. Y se sitúan en el nivel económico D y hasta en el E. Eso significa que el incremento de la demanda es general. En otras palabras, el usuario concibe el ingreso a Internet como una necesidad. El 59 por ciento del acceso a internet se realiza a través de la telefonía móvil; el 45 por ciento de los hogares. Los infocentros están en franca decadencia. La gente prefiere “llevar” la comunicación; hacerla “personal”.

– A diferencia de Europa o Estados Unidos, los infocentros fueron muy numerosos…
Delgado Flores nos dice que el modelo tuvo mucho éxito al comienzo de la comunicación digital.
– Es decir – explica -, hasta tanto la infraestructura de la comunicación no estuvo suficientemente desarrollada. Fue una manera de permitir el acceso a internet. La calidad de la conexión ha ido mejorando – admite -.

Pero, no mucho. De hecho, los indicadores de redes revelan que los venezolanos tenemos la peor velocidad de conexión y ancho de banda del continente. Aún así, la conectividad ha llegado a los hogares.
La “parabólica de América Latina”. Así, en una oportunidad años atrás, el artista Pedro León Zapata bautizó nuestra capital. Era el “boom” de las parabólicas. De aquellas estructuras metálicas inmensas que transformaban cada azotea, en una peculiar “Cape Cañaveral”.

Hoy, Las ciudades del País, desde las urbanizaciones “in” hasta los cerros poblados de viviendas humildes, rebosan de antenas. Las hay de todos los modelos, de todos los tamaños y hasta de todos los colores. Y las calles, grandes y pequeñas, muestran las cicatrices dejadas por el paso de las operadoras por cable.

Es por eso que preguntamos:
– ¿Las mejoras del servicio internet van de la mano con la demanda de la televisión por cable o satelital?
La respuesta es afirmativa.
– Una investigación que realizamos, tomando como punto de partida los datos censales – nos dice el investigador y docente universitario -, determinó que existe una correlación entre el desarrollo de la televisión por cable y el acceso a internet. Cada hogar que tiene acceso a Internet, tiene televisión por cable. Y eso, independientemente de que sea el mismo proveedor. En consecuencia, en el caso de la televisión , la gran pregunta es: ¿qué pasa con los canales de señal abierta? ¿Qué pasa con los medios de comunicación de masa tal y como nosotros la entendíamos?

Explica que estamos frente al fenómeno de la ruralización. En otras palabras, la televisión de señal abierta está donde no hay internet. El fenómeno de la televisión por cable es urbano y transversal.

– ¿Pueden competir los canales de señal abierta con las demás televisoras, habida cuenta de la crisis económica?
– Eso, en parte, es lo que ha ocurrido – explica -. La demanda exige un contenido de calidad. Del momento que tienes el cable, tienes una programación diferenciada. Y la televisión con señal abierta entra a competir. Su capacidad está limitada por la estructura de costos; y el principal costo es la señal, porque siguen empleando el espectro radioeléctrico; siguen siendo televisoras de señal abierta. Están perdiendo audiencia a diario.

– ¿Y la información en este contexto, come se desarrolla?
– Hay presiones en los medios de comunicación para que diversifiquen las fuentes de información – nos dice -. La idea de construir la opinión pública a través de la agenda es muy difícil de manejar, cuando tienes una gran variedad de fuentes. Una es más confiable que otra; pero, todas están presentes y a la disposición de la audiencia que, gracias a la red, ahora está empoderada para escoger.

-Y hay el bombardeo diario de los mass-media del Gobierno, en los cuales los periodistas se transforman en propagandistas políticos…
– En efecto – admite -, el sistema de medios públicos se ha transformado en un instrumento de propaganda. Es lo que entendemos por “hegemonía comunicacional”. Este es un término acuñado por el proprio gobierno; por Andrés Izarra, siendo ministro de Comunicación e información. El declaró que para construir el socialismo, era necesaria la “hegemonía comunicacional”. Pero no la hegemonía al modo gramsciano; no para promover los valores de una clase y para construir consenso entorno a sus valores, sino con la intención de copar el imaginario, de colonizar el imaginario por vía del control del espacio mental.

– Transmitir ilusiones…
– Exactamente.

La pregunta es casi obligada. Nace espontánea, alentada por los acontecimientos dentro y fuera del país. ¿Cómo no recordar el rol de la red en la “primavera árabe”? En fin, ¿han resultado anti-hegemónicos los medios digitales?

– No, los medios digitales no – contesta el Director del “Centro de Investigación de la Comunicación”, para luego precisar:
– Sin embargo, las redes sociales, en algún momento, sí. Eso, por la condición dialógica de la misma tecnología. Es la condición dialógica del ser humano y su capacidad de intercambiar roles, de generar interlocución. Cuando las redes hacen eso, le permite a cualquiera añadir su voz a otras voces y generar corrientes de información alternativas instantáneas.

– Pero no confiables… – comentamos.
– ¿Por qué no? – objeta.

– Porque la confianza la genera el medio… el medio de comunicación que tiene una historia y una tradición; que tiene autoridad, y no es anónimo – explicamos -. La red no genera confianza. A veces los mensajes que transmite carecen de veracidad…
– Todo debe ser verificado – replica.

– Sin embargo, sabemos que no siempre es así – glosamos -. Los medios de comunicación, antes de hacerse eco de una información que circula en la red, verifica su autenticidad. Es la razón por la cual, en ocasiones, publican mucho después de los tuiteros. Estos no verifican… simplemente retuitean. Rebotan la información.
No está convencido. Pareciera más bien estarlo de lo contrario.

Insiste:
– Depende de cuenta y cuenta; depende del grado de sensibilidad que tengas como hablante. Si afirmo algo sin prueba, es una opinión; en cambio, si lo hago con pruebas, es una opinión documentada. ¿Cuándo es verdad la información que difundimos? Cuando podemos verificarla. La red empodera esa posibilidad en un ciclo que es menor, mucho menor a las 24 horas que tardaba un periódico en salir.

Entonces, había tiempo para verificar, había tiempo para darle calidad al contenido. Estoy de acuerdo, hoy no tenemos ese tiempo. En cambio, tenemos un volumen de información mayor; información que nos ayuda a construir el contexto. Además, podemos encontrar informaciones contrastadas en un tiempo relativamente menor.

Y trae a colación lo acontecido el 6 de diciembre, objeto de una investigación acuciosa titulada: “¿Contra-hegemonía? Comportamiento de los medios digitales y Twitter durante el proceso de las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015”.

– Analizamos 18 medios digitales – nos dice -. Estos produjeron en promedio, una información por hora. En algún momento, la conversación digital llegó a tener una frecuencia de 20 mil tuits por segundo. ¿Cuál es el trabajo que hay que hacer aquí? El mismo que hemos hecho los periodistas toda la vida.

– ¿Cómo convertir a los tuiteros, quienes envían información y retwittean, en verdaderas fuentes de información?
– Contrastando la información, y no saliendo a retuitear de inmediato – explica -. Hay que tomarse su tiempo, generar contenido con mejores argumentos.
Sostiene que los comunicadores sociales son “constructores de sentido común”.

– Entendemos la democracia como el gobierno del sentido común – nos dice para concluir -. No hay nada más democrático que un espacio en el cual la norma es consensuada. Y esas son las comunidades que pueblan internet. En Twitter, Facebook, Wikipedia…, para nombrar algunas de las más conocidas, las normas están consensuadas. Y tienden a tener una validez universal. Si es así, se imponen los mejores argumentos, los cuales son los más contrastados, los mejores contextualizados. Es lo que hacemos con la información.

(Mauro Bafile/Voce)

La era digital

Es la pregunta que todos se hacen. Y cada quien tiene su respuesta. Algunas son muy bien fundamentadas; otras, por el contrario, no. Mas, todas son valederas. Oponerse a los cambios tecnológicos es imposible. La modernidad es un tsunami que todo lo arrastra. Nadie y nada tienen la fuerza y el poder para oponérsele. Por eso, es lógico preguntarse: ¿Con la era digital, cuál será el futuro de periódicos y libros? ¿Desaparecerán, cuando menos en su versión en papel? ¿Cómo cambiará la profesión del periodista?

– En primer lugar – nos dice el profesor Carlos Delgado Flores -, la dinámica profesional. ¿Qué es un periódico? ¿El periódico es una línea de producción o una plataforma de servicios informativos? Pongo un ejemplo, hay dos procesos de convergencia digital en Venezuela que podemos comparar: El Universal y Ultimas Noticias.

Comenta que en ambos casos se procede a la creación de una redacción unificada en la cual cada periodista produce para la web y para la edición impresa.
– No hay competencia – afirma -. Se considera el Diario un espacio de salida del servicio. Es distinto a una redacción que forma parte de la línea de producción de un producto que va a ser distribuido al día siguiente, temprano en la mañana. Hasta ahora nuestros medios han trabajado así.
Nos dice que en nuestros días, el periódico se complementa con las cuentas en twitter y en YouTube, con la página Facebook, y con los blogs.

– Entonces – precisa -, la unidad de negocio se multiplica. De esta manera, la rentabilidad es mayor. Ahora bien, ¿todo esto qué significa en termino de relación profesional? Significa que el periodista es más dependiente que nunca de su nombre. Con los canales adicionales, la exposición de su nombre es mayor; también lo es la responsabilidad personal, individual.

Sostiene que el periodista necesita replantearse y replantear las relaciones profesionales con el medio.
– Un periodista con buen nombre, que tenga buenos contactos – comenta – puede prescindir del medio para vivir..

Y saca a relucir el caso de medios de información digital que generan contenidos de alta calidad que venden a “mass-media” en el exterior; “portales” que han logrado transformarse en verdaderos productores de periodismo de investigación que generan reportajes, crónicas, entrevistas para revistas y diarios más allá de Venezuela.

Censura y autocensura

El tema no es nuevo. Siempre ha sido materia de preocupación. Lo ha sido desde hace casi dos décadas. Y más. Sin embargo, en los últimos meses se ha vuelto el “leit motive” en el mundo político, en el económico y en el social. Se habla en los corrillos de los partidos de la Oposición, en los círculos intelectuales y hasta en las largas colas en las puertas de los supermercados y farmacias. ¿Están realmente en peligro las libertades de prensa y de expresión? ¿Hay censura en Venezuela? Nadie mejor que el profesor Carlos Delgado Flores para aclarar el tema.

– De acuerdo a los cánones tradicionales – nos dice -, no.
Sin embargo, añade:
– No hay una Junta de Censura. Es cierto. No obstante, los periódicos, las radios, las televisoras son contribuyentes especiales. Hay una oficina en el Seniat que revisa con mucha atención y de manera discrecional la facturación publicitaria. Las presiones sobre los medios se ejerce de esa manera.

El profesor precisa que los medios tienen una estructura de costos con una fuerte exposición a la inflación. Y esta termina neutralizando su acción “y recortando su incidencia pública”.

– Con lo cual – concluye – hay autocensura. La hay en los medios, en su línea editorial, y la hay en los periodistas. Están expuestos al poder de la burocracia y al poder del partido en función de gobierno. Hay indefeción del comunicador social quien al final decide no tomar riesgos.

– En un pasado reciente los periodistas estaban expuestos al escarnio público y los medios, quienes hoy han reducido dramáticamente su tiraje, amenazados.

– La lista es larga – admite -. El gobierno, hoy, ha pasado de la censura a la adquisición de los medios. Ya no controla el financiamiento a través del subsidio publicitario. Hoy controla la estructura accionaria. En fin, la toma de decisiones.

– ¿Cuál es la situación actual?
– Es evidente que los medios han ido perdiendo su independencia – observa.

– ¿Qué queda de la libertad de prensa?
– Queda el entorno digital el cual ofrece un abanico de posibilidades.

– Los periódicos están perdiendo lectores y están reduciendo su tiraje. Son cada vez más los que potencian su división en la red y los que, como hizo la “Voce”, deciden apostar en la Web… ¿Desaparecerá el periódico impreso? ¿Desaparecerá el libro tradicional?
– Es la tendencia global – admite -. “The Guardian” ya no sale en su versión empresa. El País está reduciéndola y reforzando su presencia en internet.

El profesor Delgado Flores está convencido de que los periódicos desaparecerán en los kioscos, mas no los libros en las librerías.
– ¿Por qué? – preguntamos.
– Hay que entender que el libro es una psico-tecnología – explica -. Dura en la mente. Y es una de las estructuras más viejas. Internet también es una psico-tecnología. Sin embargo, es diferente – añade -. Estamos modificando la manera de procesar las informaciones. En Occidente, leemos de izquierda a derecha, de arriba abajo, en orden correlativo y ascendente. ¿Cuál es su ventaja? Pues, voy dosificando la información generando una evocación suficientemente consistente como para generar una suerte de meditación. Uno escucha lo que va leyendo, evoca la voz del que narra, evoca las imágenes que va desplegando la escritura.

Sostiene que nada de esto ocurre con el periódico.
– De entrada – comenta -, en el periódico vas escogiendo lo que lees. Haces una búsqueda de las palabras claves. Empiezas a leer el texto como una imagen, con la diagramación que presentan y proponen los periódicos a los lectores. Que eso pase ahora a formato digital, donde además puedes identificar hipervínculos, abrir ventanas superpuestas, buscar referencias…

Sostiene que el lector ya no tiene que aceptar el texto pasivamente. Hay la posibilidad de ir directamente a la fuente.
– Todo eso hace que tengas una lectura fragmentada – continúa -. Se lee a partir de un pretexto. Si eso es así, ¿qué sentido tiene seguir produciendo ese formato en papel cuando el formato digital es mucho más eficiente y dinámico? Libro y periódicos son psico-tencologías diferentes. El hecho de estar en papel no los hace igual. Por eso estoy convencido de que el libro impreso, a diferencia de los periódicos, no perecerá y tendrá una larga vida.

(Mauro Bafile/Voce)

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