El Destino del Idioma Italiano

Stampa

Hubo un momento en la historia del mundo occidental en el cual el italiano tuvo la posibilidad de imponerse como lengua internacional o, más bien, como “lengua europea” de cultura. Este momento histórico fue el Renacimiento, época en la que el italiano pasó las fronteras de la región itálica y específicamente de la Toscana, para difundirse entre los intelectuales europeos.

En ese entonces, era prevalentemente utilizado como vehículo de transmisión del conocimiento inherente a la finanza, la navegación y a los oficios definidos como le arti, entre los cuales se contaba la pintura, la escultura, la música y la arquitectura.

Pero, la preeminencia renacentista del italiano se perdió con el tiempo debido, entre otros factores, a la escasa producción literaria y filosófica en tiempos de la modernidad. A ello, se le puede sumar la falta de una fuerza militar o de una religión universal que lo impusiese como lengua. Baste recordar que quizás la única fuerza colonizadora itálica se desarrolló con el Imperio Romano.

Luego de los romanos, “ Italia” no tuvo colonias duraderas y productivas. Fue España quien descubrió América y fue el latín y no el italiano el idioma oficial de la Iglesia y de la vida universitaria hasta que Galileo irrumpió como profesor universitario.

Una Torre de Babel “itálica” caracterizó lingüísticamente a la bota en su acontecer histórico hasta tiempos recientes. En sus principios, el idioma italiano materializado en obras literarias, se utilizaba entre la gente culta mientras que el resto de los pobladores de la península se comunicaba con dificultad entre ellos debido a la gran cantidad de dialectos y hasta lenguas minoritarias que pululaban en la zona.

Con el devenir del tiempo, la interacción social entre las clases se produjo mediante el uso de un italiano vulgar o “popular” originado precisamente por la convivencia fortuita u obligada entre clases pero que poco aportó a una amplia difusión de la lengua hasta llegar a la época histórica de la unidad, momento en el cual el idioma italiano sirvió de elemento cohesor y comunicante de norte a sur y viceversa, contribuyendo no solo a moldear los rasgos comunes que describen hoy en día el carácter italiano sino a formar una conciencia unitaria de “nación”.

Ciertamente por su rico pasado, fuera de sus fronteras geográficas naturales el italiano ha sobrevivido como lengua de “cultura” buscada por un público internacional culto. Más aun, este idioma parece haber llegado a ser, “una suerte de idioma internacional invisible” (Raffaele Simone) ya que es utilizado en los países pertenecientes a la cuenca del Mediterráneo aledaña a Italia.

A ello se le puede agregar el efecto indirecto sobre el idioma que ejercen las fuertes olas inmigratorias hacia Italia y que se han sucedido en las últimas décadas. Los esfuerzos para integrarlas socialmente a la vida cotidiana italiana, independientemente del hecho de que muchos inmigrantes utilicen Italia como puente hacia otros destinos, han contribuido a difundir la lengua italiana entre los nuevos “pobladores itálicos” y paralelamente la han ayudado a trascender fronteras.

En el caso particular venezolano, el italiano es percibido por la mayoría de los aprendices como una lengua extranjera estructuralmente muy cercana al español. Esta cercanía lingüística, por lo menos en la mente de quienes la aprenden, agrega paradójicamente vida al destino del italiano, sobre todo en el ámbito extra europeo.

Por otro lado, su posición como una de las 10 lenguas extranjeras más estudiadas en el mundo le confiere raíces sólidas aun a pesar de la competencia generada por otras lenguas y en otros ámbitos. El italiano estándar es hablado por aproximadamente 70 millones de personas, incluyéndose en este número no sólo Italia sino también Suiza, San Marino, El Vaticano y Eslovenia.

Es hablado, al menos en parte y sin considerar la prevalencia de purismo lingüístico, en varios países que componen la parte insular (Malta) y continental cercana a Italia (un ejemplo, Alemania) y en muchos otros países extracomunitarios en los cuales existe una amplia colectividad itálica, como es el caso de Argentina, Australia y USA.

Específicamente en Venezuela ocupa el segundo lugar después de Argentina, si se observa su posición fuera de Europa y el noveno, siempre luego de Argentina, si se cuentan los países europeos. Más aún, en Venezuela, se le puede considerar como la lengua extranjera más difundida después del inglés.

De hecho, puede hasta sobrepasar otras lenguas romances como el francés, idioma difundido mediante una política clara y coherente pero que no cuenta con la herencia que dejó la gran cantidad de inmigrantes italianos en el país, lo que ha contribuido a crear un interés particular por su aprendizaje definiéndolo como un idioma vehicular que expresa lazos de afectividad y transmite cultura universal.

Sin embargo la percepción positiva cambia cuando se entra en la esfera tecnológica. Hace diez años el italiano aparecía entre los diez primeros idiomas utilizados en la Internet y a pesar de que actualmente ha perdido esa posición; está anclado todavía entre las quince primeras lenguas.

Si bien este descenso se deba a factores geopolíticamente propios del momento que se está viviendo; piénsese en el ascenso del árabe y del coreano – lenguas que han desplazado el italiano por número de usuarios en la red – la explicación se encuentra también en el hecho de que el italiano no es lengua vehicular para la ciencia y de la tecnología. En este campo el inglés sigue siendo la lingua franca en uso hasta en las universidades italianas.

Pero, aun cuando la posición geopolítica del italiano no sea tan influyente como la de otras lenguas, por ejemplo, el inglés o el chino; ni tampoco sea una lengua relevante en términos numéricos de hablantes, como lo es el español; sigue gozando de buena salud, sigue siendo percibido como la bella lingua.

Su destino está íntimamente relacionado con la expansión de gran parte del arte universal y las humanidades. A ello se le podría sumar el valor agregado que ha adquirido mediante el efecto que produce el italian sounding en la esfera económica.

Su supervivencia entre las lenguas depende en gran medida de la capacidad y del genuino interés que tengan los italianos de Italia para exportarlo fuera de los límites geográficos. Porque, más allá de las fronteras italianas, hay un gran número de itálicos impulsados por querer aprenderlo y dispuestos a dejar testimonio en esta bella lengua; un gran número de personas intrigadas por el puro placer de conocer, de “saber en otra lengua”, saber en italiano.

(Giancarla Marchi /Voce)

Lascia un commento