Inmigración… angustia o esperanza…

Una pagina de El Nacional con el aviso del Instituto Agrario
Instituto Agrario: Inmigrantes año 1952 (Cortesia El Nacional)

Cuando se me dio el honor de escribir algunas líneas para este prestigioso periódico, sentí la necesidad de hablar de aquellas cosas que han sido historia en nuestro país y que algunas veces olvidamos, pensé en comenzar con las que escuchaba en mi familia cuando pequeño, de cómo había sido el proceso para que mis padres llegaran a este país.

Hablar de inmigración tiene un significado técnico en el diccionario muy frio y preciso, pero otro diferente en el alma y corazón de quienes lo viven.

Hoy día que los venezolanos estamos emigrando a diferentes lugares del mundo, por razones diferentes para cada uno, pero con un resultado igual para las familias que lo sufren, y vemos que las separaciones son dolorosas y más cuando se trata de padres que tienen que dejar a sus hijos en su país de origen para buscar un futuro mejor.

Estas separaciones físicas hoy día son paliadas en muchos casos por la tecnología moderna, que permite a través de teléfonos celulares y computadoras la conversación instantánea entre familias.

Pero haciendo una retrospectiva de la inmigración de los años 40, 50 y 60, siento que la separación de familias debió ser más dolorosa y traumática, no había teléfonos, solo postales y en muchos casos cartas que tardaban meses en llegar y ser leídas.

Pero cómo comenzó todo ese proceso, había una Europa en proceso de reconstrucción después de una cruenta guerra, con pocas oportunidades para levantar una familia, eso llevó a muchos a ver hacia “allá a la América” donde la promesa de trabajo y oportunidades era comentada por muchos.

La primera decisión era entre el padre y la madre, escoger que país más idóneo o que permitiera mayor oportunidad, en algunos casos era escogido por referencias de amigos que ya estaban radicados en el o por el idioma: muchas conversaciones y discusiones se hacían para tomar la decisión de buscar el nuevo hogar, podía ser toda la familia o solo un miembro de ella en su mayoría el padre.

Siempre recuerdo con nostalgia una serie televisiva dibujos animados llamada “MARCO”, en la que la madre dejaba al pequeño marco en Italia mientras ella se embarcaba rumbo a la América, toda una escena que personalmente siempre me impactó.

Así todo comenzaba con la despedida forzosa en un puerto, lágrimas y promesas de retorno o de regresar a buscar a los demás miembros de la familia, seguido de un recorrido por mar durante meses, ese recorrido algunas veces agradable o con dificultades, era soportado siempre con el corazón abierto a ese horizonte nuevo.

Una mañana alguien gritaba… ya llegamos… había movimiento risas, llantos ansiedad y después de mucho trabajo, tomaban una pequeña maleta con las pocas pertenencias, pero cargada de sueños y esperanzas para emprender una nueva vida.

Así pisaban la nueva tierra, algunos tenían la suerte de que algún familiar los recibiera, otros menos afortunados tratando de entenderse, buscaban lugares para pernoctar o trabajos para comenzar.

Hoy día se ven los resultados de todos aquellos que acogieron esta tierra como su segundo hogar y fundaron familias o buscaron que las suyas vinieran, crearon empresas, construcciones, arte y todo un sin fin de actividades que permitió el crecimiento de nuestro país con trabajo y honestidad.

Hablar de esto suena fácil si no se ha vivido en cuerpo y alma, pero el haber nacido en esta tierra maravillosa de padres inmigrantes y escuchar muchas veces sus historias, me permite aproximar lo que sintieron ellos en esos momentos.

Pero esto es un tema que podemos escribir muchas hojas en el futuro, y me gustaría escuchar más historias de aquellos que vivieron ese largo camino que les permitió llegar a esta bella patria…

Arq. Ricardo Rodríguez Boades

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