Una belleza necesaria

Indigenti serviti nella mensa comune.
La differenza di chi da solo da mangiare, da chi offre all’affamato un piatto con le posate pulite, un po’ di gentilezza, fino a mettere un fiore sul tavolo

“Ya no nos atrevemos a creer en la belleza y hacemos de ella mera apariencia para poder así, descartarla con facilidad. Nuestra actual situación nos muestra que la belleza exige para sí misma al menos tanto coraje y decisión como lo exigen la verdad y la bondad, y que ella no permitirá que se le separe o prohíba estar con sus dos hermanas sin llevárselas con ella en una especie de venganza misteriosa.  Podemos estar seguros que quienquiera que menosprecie su nombre como si fuese el adorno de un pasado burgués -ya sea que lo admita o no- será incapaz de orar y dentro de poco, incapaz de amar.” Hans Urs von Balthasar (Gloria. Una Estética Teológica, vol. 1).

Cuando enfrentamos la complejidad de la vida de todos los días en un país como Venezuela, pareciera que la belleza es un lujo, que se puede prescindir de ella y por lo tanto de su íntima relación con sus “hermanas”, en los términos que lo plantea von Balthasar (uno de los grandes teólogos del siglo XX). De hecho, la maquiavélica tentación de resolver los múltiples problemas que nos aquejan sin cuidar las formas, ubicados casi en su totalidad en la base de la pirámide de Maslow, no es una exclusividad para quienes tienen el poder, sino que se está convirtiendo en una práctica más que difundida.

Es verdad que lo importante es que el niño desnutrido coma, que el enfermo sea curado, que el desempleado pueda tener acceso a un trabajo, pero la forma en cómo se desarrollan estos procesos no son un dato menor que prescinda de la dignidad de quien es ayudado y de quien intenta ayudar.

Aún dentro de una catástrofe siempre hay espacio para la belleza, la verdad y la bondad. De esto no sólo hay ejemplos en distintos momentos de la historia y latitudes, sino que en nuestra herída y querida Venezuela hemos sido testigos de la diferencia de quien sólo da de comer, a quien ofrece al hambriento un plato con cubiertos limpios, un trato amable e incluso pone una flor en la mesa. Esto no ocurre solamente en áreas meramente asistenciales, lo hemos visto en un oficio como la peluquería y el maquillaje, que trabajando principalmente en la belleza exterior, puede ser la oportunidad para manifestar todo lo bello y bondadoso de una persona que trabaja con amor.

Si bien el desafío que tenemos por delante es inmenso, es posible desarrollarnos como personas y sociedad gracias al granito de arena que cada uno aporta. De esa forma, con nuestra oración, trabajo y capacidad de amar, florecerán las “hermanas” verdad, belleza y bondad.

 Alejandro Marius

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