Para Aleotti “la comida es cultura”

CARACAS – Fue presentado ante el público caraqueño “Las Carabelas de la Abundancia”, reciente publicación del escritor, antropólogo y sociólogo italiano Attilio Angelo Aleotti, quien durante la cena de beneficencia organizada por la  Embajada de Italia y Cavenit, tuvo el honor de bautizar entre la comunidad italo venezolana, un libro que sirvió además de inspiración para el menú de la noche.

“Las Carabelas de la Abundancia”, publicado por editorial El Estilete, relata con mucha creatividad y después de un muchos viajes y aventuras  de su autor, un extenso  recorrido desde las ópticas histórica, antropológica y gastronómica, de cómo fueron llegando a Europa a partir del siglo XV, diversos productos alimenticios procedentes de América, y cómo estos fueron configurando la cocina del viejo continente y en especial la italiana.

Durante una tertulia realizada en la residencia del Embajador Silvio Mignano, Aleotti estuvo acompañada por el propio Embajador, la periodista especializada en gastronomía Adriana Gibbs, el presidente de la Cámara de Comercio Venezolano Italiana Alfredo D’Ambrosio y en los fogones con un interesante show gastronómico,  la chef ítalo venezolana Adriana Cittadino, quien preparó deliciosos platos basados en algunos de los ingredientes exóticos descritos en el libro.

Para Alfredo D´Ambrosio, este libro no tiene precedentes en la historia, sólo uno de 1550 escrito por Galeotto Cei , quien acompañó a Vespuccio durante sus viajes a América que fue publicado en 1590 y se perdió en una biblioteca inglesa, para ser redescubierto en 1992 y publicado en Italia y más tarde en Venezuela por la Fundación Banco Venezolano de Crédito, donde por primera vez  sale reseñada la palabra arepa, cacao y hallaca.

Desde entonces, explicó D´Ambrosio, “hemos tenido muchos libros sobre la influencia italiana en Venezuela, pero nunca hemos tenido a un italiano explicando cuál es la influencia de la comida e ingredientes americanos en la cocina italiana, por eso es importante un libro de este tipo que viene a rescatar 500 años después,  unas historias que no conocemos bien y lo más importante es que se pueda hacer una traducción en italiano para hacerles entender que ellos también son parte del mundo y no todos los productos no son de allá, por lo que Italia que siempre  ha sido el centro de la renovación del conocimiento, puede ser parte de una nueva cultura renacentista”.

El libro que faltaba

Por su parte, el Embajador Mignano destacó que Aleotti es una persona de extrema curiosidad que ha viajado durante décadas a lo largo del planeta y como todo viajero, tiene la curiosidad de investigar donde recorre y  se mueve en un contexto conformado por una multitud de factores de se mueven en energías distintas y producen esta belleza extraordinaria de lo que es el planeta.

Dijo que la característica de Aleotti es que no pretende meter orden, sino comprenderlo y explicarlo, al tiempo que mencionó  que este  libro es una investigación que faltaba en el panorama internacional, pues cuenta también una serie de averiguaciones que se han producido en el curso de los siglos y han producido progresos extraordinarios, pues todas las historias que cuenta son interesantes, curiosas y llenas de muchos mitos.

“Las Carabelas de la abundancia” llegaron a Europa y África y Asia y trasformaron la forma de ver y comprender al mundo, los colores, los sabores, los perfumes de los que hicieron el viaje opuesto (…), no podemos imaginar América sin café ni arroz, manifestó Mignano, a la par que agregó que todos nos pertenecemos los unos a otros y las “Carabelas de la Abundancia” son las metáforas mejor logradas de este fenómeno.

Al comentar sus propias experiencias en las visitas por más de cien países, Aleotti  es de la idea que la verdadera cocina italiana es la que nación en el renacimiento, en las cortes de Ferrara, Milán, de los Papas y los Medici de Firenze, que permitieron tener músicos y pintores, filósofos, poetas y  cocineros, porque los grandes libros de la cocina italiana que datan de 1.500 y 1.600, le demostraron que en Italia no había otros productos, sino que es la suma de países invadidos.

Los italianos comen juntos

“El tomate entró sólo después de 1850 y antes no estaba; la papa empezó a producirse después de la hambruna en 1826 y lo que se conoce como cocina italiana es una cosa reciente que viene de una cocina que se había perdido de la corte y quedó como cocina de sobrevivencia, que se prepara con lo que había en las carreteras o podía encontrarse, por lo que no había una cocina italiana, sino cocina micro regionales, y no había algo general , pues yo apenas conocí la pizza cuando tenía 15 años”, relató.

“ El punto es que la gente desde 1820 en busca de una vida mejor comenzó a migrar y es ahí cuando la señora de Sicilia se encuentra con otra de la Toscana y comienzan a intercambiar alimentos. Cada grupo tiene una forma de reconocerse y los italianos donde vayan se reconocen porque comen juntos y se sientan el domingo almorzando justos con toda la familia y se crea una comunidad de mesa ligada a la comida.

“Ese intercambio de mujeres de diferentes partes de Italia empieza a crear una cultura italiana, pero fuera de Italia y justamente en un momento en que empieza a existir a la cocina italiana, la cual es alimentada por cada uno de ustedes, sus padre, abuelos en todas partes del mundo, por eso,  se los agradezco mucho” – puntualizó.

El color lo pone América

Para Aleotti definitivamente la comida es cultura, y hay ingredientes que han aportado maravillas, como es el caso del maíz que estaba en el centro y sur de Estados Unidos y explicó en entrevista exclusiva para La Voce d´Italia, que es el producto alimentico de mayor producción en toneladas y no existía en ninguna otra parte sino en América y con ese vegetal se hace de todo, desde comida hasta gasolina, por lo que es muy importante.

Destacó que otra de las cosas importantes en la comida son los colores, y hasta hace cerca de 200 años la comida de los ricos y pobres se diferenciaban por sus colores.

“Los ricos comían pan blanco y los pobres mezclaban todo tipo de cereal hasta paja que te llenaba el estomago, por lo que el pan era oscuro, sólo el de los ricos era de flor de harina y magnifico”.

Aleotti quien ha trabajado toda su vida en proyectos de Cooperación en Desarrollo y con las Naciones Unidas, gobiernos y relaciones no gubernamentales, agregó que el alimento de los pobres urbanos y rurales era maíz secado, molido y hervido:  la polenta.

Comentó el escritor que para la clase alta en la edad media en Francia, Italia y España era obligatorio comer blanco comer, por ejemplo pechuga de aves y pollo desmenuzadas con cremas y azúcar, como una sopa blanca, porque lo blanco era lo cándido y limpio y eso significa en nuestra cultura, mientras que los pobres comían pan negro y hierbas que encontraban en el caminos, así como hierbas y hogos que no costaban nada, y comían por lo general sopas, con vegetales y todo verde, por lo que la variedad cromática se da con la llegada de productos de América.

Destacó que con la aceptación del tomate y el ají, entra fuertemente el amarillo y el rojo, aunque  la auyama ya había llegado desde comienzo y había marcado con tinte amarillo muchos de las comidas, pero la escala cromática del “pantone” de la comida italiana, que no es blanca y verde es americana y como no hay memoria histórica, eso demuestra que la gente hubiera jurado que el tomate y ají eran italianos, al igual que la berenjena, la  auyama y las papas, sin saber que en realidad llegaron a Europa hace más de 150 años.

Durante la entrevista, el autor de “Las Carabelas de la abundancia” afirmó que los conquistadores llegaron con aires de superioridad y se llevaron los productos pero se olvidaron de traer la tecnología que estaba ligada a la transformación de alimentos.

Desea comer chigüire

Este y muchos datos curiosos fue lo que motivó a Aleotti a compilar informaciones a través de sus investigaciones y “un día me di cuenta que comer es  algo antropológico, porque comer es un acto cultural, e incluso, hay países que comer carne humana es parte de sus costumbres, aunque nosotros no lo hacemos, pero si leemos cuentos de hadas y cuentos populares, salen historias  donde hay gigantes, ogros y brujas donde sale gente que se los va a comer, y es porque dentro de las grandes carestías y hambrunas, que fueron por años, se paso a la necrofagia y se mataba a la gente para comérsela”, alegó.

Por lo que se tumbo una barrera cultural fuerte y luego se regresó a eso, es decir cuando se come es un acto de cultura y cuando se cocina mucho más aún, advirtió.

Respecto  a su reciente libro,  indicó el antropólogo que duró poco más de un año en hacerlo, aunque ya contaba con algunas investigaciones, y lo editó a solicitud del Embajador Mignano, quien conocía  otras cosas que había he escrito sobre la alimentación y procesos, y el folklor y sociedad en Italia. Sin embargo, “si vienen otras ediciones le incluirían cosas que faltaron, entre ellas el tabaco, pero es ciencia ficción porque no se para cuándo pueda, porque hago muchas cosas y no sé donde pueda estar”.

“Las Carabelas de la abundancia” también fue presentado ante la sociedad venezolana en un evento de lanzamiento en la librería el Buscón del Trasnocho Cultural en Caracas, donde puede ser adquirido.

Finalmente Aleotti, nacido en una micro provincia en el interior de Emilia Romagna, quien ha vivido en muchas partes del mundo y sólo ha visitado este país en pocas oportunidades, espera conocer Los Llanos para comer chigüire, ver algunas fincas de cacao y reunirse en la universidad con los estudiantes de antropología  para explicarles directamente su método de trabajo mediante el cual llegó a esta interesante y profunda investigación.

Letizia Buttarello

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