El Louvre se engalana con la obra del venezolano Elías Crespín

CARACAS – Elías Crespín es el primer artista venezolano que desde el año 2020 expone de manera permanente en el Museo del Louvre.  Muestra su obra cinética “L’Onde du Midi” (“La onda del mediodía”), elaborada mediante un programa computarizado ideado por el propio autor.

Formado en Caracas como ingeniero informático, aplica sus conocimientos de programación a las artes plásticas para dar vida a unas esculturas móviles que han sido expuestas en Nueva York, Buenos Aires, Bruselas, España y Corea.

Crespín en entrevista para la Voce d’Italia relató que, de niño, le gustaba mucho pintar y descubrir. Su abuela fue ejemplo del quehacer artístico y sus padres le abrieron el camino de las ciencias. Pasó a ser un joven apasionado por los colores y su movimiento. Expresa sus ideas a través de las matemáticas computarizadas.

El artista cuestiona las injusticias y trata de entender el mundo. Se describe como curioso y de corazón impulsivo. Es apasionado de los desafíos, la solución de problemas y le encanta armar rompecabezas.

Presente en París

El Louvre, en la persona de su director-presidente, lo invitó a imaginar y producir una obra permanente para el museo. Lo hizo luego del descubrimiento de una de sus creaciones, un hexágono en movimiento, Grand HexaNet 2018 en la exposición Artistes et Robots, en el Grand Palais.

“Es un gran honor, me siento muy afortunado. Nunca imaginé que pudiera ser. Estoy muy orgulloso de representar de alguna manera a mi región y a mi país. Hay una responsabilidad al hacerlo”, manifestó el artista al momento de presentar su trabajo.

Cabe destacar que el encargo de obras de arte como decorado perenne del Louvre es una tradición histórica que comenzó con Delacroix cuando el palacio fue convertido en museo.

La muestra más reciente es la obra de Elías Crespín, “La Onde du Midi”. Es esta una composición de 10 x 1,5 metros, integrada por 128 elementos lineales paralelos negros y azules “que a ratos danzan al unísono para luego separarse en aparente discordia y nuevamente volver al orden y la armonía”.

La composición artística está ubicada entre columnas de piedra de 7 metros, bajo un techo también de piedra de doble arco sobre el balcón superior de la Escalera du Midi, en el ángulo sur este del museo, ala Sully.

“Dejo que el espectador le encuentre un significado a mi obra. Yo la he creado, la pongo ante los ojos de las personas, así como ella es, cada quien la interpreta a su manera. No impongo una idea preconcebida”.

Tecnología y arte

En su trabajo L’Onde du Midi, la intuición creativa y la ciencia se unieron para dar forma a las leyes del universo, gracias a los intereses de un artista que, en otra etapa de su vida, fue ingeniero informático.

“Mi uso de la tecnología, específicamente la mecánica, electrónica y computación, me apasiona. Me ofrece una forma propia de trabajar la materia. Pero siempre he tenido en cuenta, que es simplemente el medio para lograr la parte más importante de la obra, que es la danza de los elementos que se presenta silenciosa y delicada ante los ojos del espectador”.

Para los elementos visibles utilizó metales como el aluminio, acero, latón, cobre y también acrílico, formados a mano y ensamblados o cortados. A veces usa el metal natural y en ocasiones le aplica color. Los elementos van suspendidos con hilos de nylon o de polietileno.

En el mecanismo, usó pequeñas computadoras, circuitos electrónicos, micro motores paso-a-paso y poleas de aluminio.

“Mis obras danzan. Me interesa la metáfora de la vida que puede ofrecer la relación de movimiento de los elementos en mis trabajos. Si te dejas llevar por ellas (las obras), encuentras poesía y muchas personas manifiestan la paz que les transmiten. Tal vez identifican esa paz con la que fueron concebidas”, expresó el artista.

Se puede comparar el movimiento de los elementos en la danza con las variaciones de tonalidad, ritmo y tempo de los acordes en una obra musical. “Esas variaciones en la música se perciben melodiosamente con los oídos y en mis creaciones las percibimos melodiosamente con los ojos”.

Gego la gran influencia

Su abuela Gertrud Goldshmidt, conocida como Gego, le enseñó a doblar alambres y también le dio clases de color y pintura.

“En realidad cualquiera con una idea y el ímpetu para desarrollarla puede ser un artista”, acotó Crespín.

También dedicó tiempo al estudio de otros colegas lo que conjugó con sus “ideas y motivaciones profundas”.

“Me inspira el microcosmos y el macrocosmos y lo que vemos que nos rodea: La infinidad de maneras en que las cosas, organismos y seres se relacionan e interactúan. Todos esos fenómenos suceden simultáneamente y están regidos por reglas naturales de funcionamiento que se repiten siempre. Fuerzas, gravedad, interacción, movimiento, reglas de la naturaleza. Eso me inspira”.

La primera composición

Su primera obra surgió de una idea que no sabía si podría funcionar -¡Sí funcionó!- exclamó. Y produjo interés para ser expuesta. Posteriormente realizó otro trabajo y lo inscribió en el salón Michelena en el 2004. Fue aceptado y ganó un premio.

“Los premios son un reconocimiento y una confirmación”. Sus obras llegaron a las galerías ganando un mayor público y reconocimiento internacional.

Expuso en Venezuela en ese mismo año en una muestra colectiva de artistas contemporáneos venezolanos en Cabudare, estado Lara, titulada “Ingravidez”. Todas las obras eran delicadas y livianas, basadas en la línea como elemento primordial.

“Me invitó a participar el curador arquitecto Rolando Carmona quien me hizo franquear esa barrera invisible que implica exponer por primera vez. Esa exposición luego viajó a Maracaibo al museo Maczul y a Caracas al museo Jacobo Borges en Catia”. Esta última edición fue de su total agrado por el encuentro con niños de colegios de la zona. “Me gusta que mi obra inspire a otros”.

Los proyectos

Crespín comentó que sigue su intuición en sus proyectos e ilusiones creativas. Aparte de algunos trabajos específicos de exposición, no se plantea metas u objetivos definidos. “Trabajo y en el camino van apareciendo ideas y propuestas”.

“Hoy en día investigo nuevas formas de utilizar las técnicas que aplico al arte y de mejorarlas. Versión 3, 4, 5… siempre hay algo que hacer diferente” expresó.

El artista tiene planes de exponer en la galería Denise René en Paris. Es la galería de Soto y Cruz Diez, entre otros. Lleva una obra pequeña compuesta de 5 triángulos Equiláteros concéntricos.

También llevará su composición “Circular Inception” a un antiguo silo de sal que ahora es un centro de exposiciones en Avignon.

Lejos de su tierra natal

Crespín reside en Francia, específicamente en París, desde hace 14 años. Viajó con su familia en 2008, motivados por el proyecto profesional de su esposa Mena que es bióloga.

“Por mi parte pensé que no era mala idea probar suerte en París”, expresó.

“Nunca proyecté ser un inmigrante pero las cosas han evolucionado en Venezuela de forma que resulta difícil regresar. ¿Quién lo hubiera dicho? Nunca antes había sentido nostalgia”, lamentó. “Ahora somos muchos venezolanos que compartimos silenciosamente ese sentimiento”.

Para concluir, el artista dijo que él ha logrado vivir del arte pero no hay una fórmula preestablecida.

“Hay que tener una buena idea, poder desarrollarla y mostrarla. Debes concentrarte en tu trabajo y tus ideas, tu impulso creador. El reconocimiento, así como la remuneración, llega como una consecuencia, no debe ser el objetivo”, subrayó Crespín.

María Elvira Bargiela/Redacción Caracas

 

 

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